Velocidades Encontradas

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Max Verstappen estaba en el hospitality, sentado frente a una pantalla de datos. Su mirada estaba fija, analizando cada línea de telemetría como si en ellas estuviera la clave para dominar la próxima carrera. Aunque había ganado la última, algo lo tenía inquieto. El murmullo de conversaciones en el paddock no ayudaba a calmarlo, especialmente las carcajadas provenientes de una mesa cercana.

Checo Pérez estaba sentado junto a Yuki Tsunoda y Pierre Gasly, tomando un café mientras compartían historias y bromas.

Yuki: ¿Cómo es trabajar con Max? Dicen que siempre está serio, como un robot.
Checo: ¿Robot? Nah, más bien como un gato gruñón. Siempre está molesto por algo, pero lo hace bien.

Pierre soltó una carcajada mientras Yuki lo miraba incrédulo.

Pierre: Vamos, Checo, admite que disfrutas fastidiarlo.

Checo: Claro, ¿quién no? Además, si no lo hiciera, la vida aquí sería demasiado aburrida.

Mientras tanto, Max levantó la vista de la pantalla, dándose cuenta de que el ruido venía de ellos. Sus ojos se encontraron brevemente con los de Checo, quien le lanzó una sonrisa burlona antes de seguir conversando con sus amigos. Max negó con la cabeza y volvió a concentrarse, aunque no podía ignorar del todo la conversación.

Unos minutos después, Christian Horner apareció en la sala con una energía que Max ya conocía: no traía buenas noticias para él.

Christian: Max, Checo, necesito que participen en una dinámica con los medios. Será rápido, unas preguntas y un pequeño juego.
Max: ¿Un juego? ¿De verdad es necesario?
Christian: Absolutamente. Los fans lo adoran.

Max suspiró mientras Checo sonreía divertido.

Checo: Vamos, Max, no te preocupes. Si no te gusta, podemos hacer que parezca tu idea.

Max lo miró de reojo, pero no dijo nada. Unos minutos después, ambos estaban sentados frente a los periodistas, listos para lo que fuera que Christian hubiera planeado.

Periodista: Checo, ¿qué es lo que más admiras de Max?

Checo: Su capacidad para no enojarse... excepto cuando le cambian la estrategia.

Las risas estallaron, pero Max levantó una ceja, fingiendo no estar impresionado.

Max: Bueno, al menos yo no me quejo del tráfico como si estuviera en hora pico.

La sesión continuó con bromas y respuestas ingeniosas, dejando a todos los presentes con una sonrisa. Incluso Max y Checo parecían disfrutarlo, aunque ninguno lo admitiría abiertamente.

Más tarde, Yuki y Pierre se unieron a ellos en la terraza.

Yuki: ¡Ustedes deberían tener su propio show de comedia!
Max: Solo si tú lo produces, Yuki. Así podré culparte si es un fracaso.

Pierre: ¿Eso no es lo que ya haces con Checo?

Checo soltó una carcajada mientras Max lo miraba con fingida indignación.

Un rato después, Checo apareció con dos tazas de café, colocándolas sobre la mesa frente a Max.

Checo: Toma, Max. Lo necesitas más que yo.

Max levantó una ceja, desconfiado.

Max: ¿Qué quieres?

Checo: Nada. ¿No puedo simplemente ser amable?

Max tomó un sorbo y frunció el ceño.

Max: Está demasiado dulce.

Checo: Lo siento, olvidé que lo tuyo es todo amargo, como tu actitud después de perder.

Max sonrió de lado.

Max: ¿Perder? Yo gané ayer, ¿recuerdas?

Checo: Claro que recuerdo. Pero una victoria no define una temporada.

La conversación quedó ahí, pero la chispa en el aire no se apagó. Ambos sabían que, aunque la pista fuera su campo de batalla principal, su rivalidad iba mucho más allá.

Mientras el día avanzaba, el paddock seguía lleno de vida. Lando Norris y Carlos Sainz pasaron frente al hospitality de Red Bull, charlando animadamente, seguidos por Oscar Piastri y Charles Leclerc.

Carlos: ¿Apuestas para la próxima carrera?
Lando: Red Bull 1-2, pero con drama. Siempre hay drama.
Oscar: Eso no es una apuesta, es una certeza.

De vuelta en el hospitality, Max y Checo se preparaban para sus reuniones. Antes de separarse, Checo se detuvo y le lanzó una última mirada a Max, con una sonrisa cargada de desafío.

Checo: Buena dinámica hoy, Verstappen. Pero recuerda, siempre hay una próxima curva.

Max: Y siempre te estaré esperando en ella, Checo.

Ambos se dirigieron a sus respectivas agendas, dejando atrás las bromas pero no la tensión. Cada día era una nueva batalla, en la pista y fuera de ella. La verdadera carrera, para ellos, parecía no tener una línea de meta clara.

Las Sombras de Red BullDonde viven las historias. Descúbrelo ahora