Confesiones veladas

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El sol ya se había ocultado por completo y la brisa fresca de la noche comenzaba a envolver el hotel en el que se hospedaban. Checo caminaba hacia el lobby, sintiendo la necesidad de un descanso después de su intensa sesión en el gimnasio. Su mente seguía divagando en aquel extraño comentario de Canelo sobre Max. Era como una pequeña semilla que había quedado sembrada en su cabeza, creciendo poco a poco con cada mirada cruzada entre ellos. Sin embargo, se negó a dejar que eso le afectara demasiado.

Al llegar al lobby, encontró a Carlos, Canelo y a Max ya esperándolo, sentados en los sofás de cuero, charlando como si nada hubiera pasado. La imagen de ellos estaba tan relajada que, por un momento, Checo dudó si realmente estaban planeando algo o si simplemente se estaban tomando un descanso.

Carlos: —¡Checo! Pensé que te habías quedado dormido en el gimnasio. ¿No era que te ibas a ir a correr o algo así?
Canelo: —Seguramente se quedó hipnotizado frente al espejo, viendo sus músculos.
Checo: —No es mi culpa que los músculos estén ahí. ¡Lo que me molesta es que ustedes no tienen ni uno! —dijo, sonriendo mientras le daba un golpe a Canelo.

Max, que estaba en silencio, soltó una ligera risa, pero no decía nada. Era raro que Max estuviera callado, y Checo no pudo evitar preguntarse qué estaba pasando por su mente. Sin embargo, no podía preocuparse mucho por eso. Estaba acostumbrado a la naturaleza enigmática de Max, aunque ahora había algo en su actitud que no le gustaba.

Max: —¿Qué tal si salimos a un bar esta noche? Carlos conoce uno bueno.
Carlos: —Sí, pero no esperen algo lujoso. Es tranquilo, perfecto para relajarse.
Checo: —Yo no necesito una excusa para salir a divertirme. ¿Y ustedes? ¿Van a seguir con sus bromas?

Mientras bromeaban entre ellos, Checo recibió una notificación en su teléfono. Era un mensaje de Canelo:

Canelo: "Baja ya. ¡Carlos y yo tenemos un par de sorpresas para ti!"

Checo miró a Carlos, quien estaba sonriendo, como si supiera algo que él no sabía.

Carlos: —¿Quién dijo que no te ibas a divertir hoy? Vamos, Checo, no te hagas el difícil.

Max asintió con una sonrisa de medio lado, pero Checo notó una ligera incomodidad en su expresión. Quizá era por las bromas de Canelo, o quizás algo más estaba ocurriendo que aún no podía descifrar.

Unas horas más tarde, el grupo se encontró nuevamente en la entrada del hotel, listo para salir. Todos, excepto Max, vestían de manera informal, pero él, como siempre, parecía ser el que había puesto más esfuerzo en su look.

Carlos: —¡Ya basta, Max! Te ves como si fueras a una pasarela, no a un bar.
Canelo: —¡Oye, tal vez es su manera de decirnos que está buscando ligue!
Max: —No necesito a nadie más.
Carlos: —¿Qué pasa, Max? ¿Te molesta que alguien más te haga competencia?

Antes de que Max pudiera responder, Canelo levantó la mano, señalando hacia el vestíbulo del hotel. De repente, dos figuras conocidas aparecieron por la puerta. Checo frunció el ceño al verlos.

Fernando: —¿Qué tal, chicos? No nos invitaron, pero tampoco es necesario, ¿verdad?
Mark: —¿Nos habéis olvidado ya? No es divertido cuando no nos invitan a un bar, ¿eh?

Checo se quedó quieto por un momento, sorprendiendo a Max, quien le lanzó una mirada rápida.

Carlos: —¡Vaya, los viejos zorros! No me lo esperaba.
Canelo: —¿Nosotros? Nos enteramos que ustedes no podían pasar una noche tranquilos.

Con la llegada inesperada de Fernando y Mark, la atmósfera cambió por completo. Checo no sabía si sentirse emocionado o preocupado. Fernando y Mark no solo eran amigos de todos, sino que siempre tenían una manera peculiar de hacer sentir incómodos a los demás sin que ellos lo notaran. La tensión entre ellos era palpable, pero lo que más lo sorprendió fue cómo Max parecía perder la compostura.

Checo: —¿Qué están haciendo aquí, chicos?
Fernando: —Nos enteramos de la reunión y no podíamos quedarnos afuera.
Mark: —¿Ustedes creen que no podemos relajarnos con ustedes? ¡Nos están ignorando!

El tono de broma de Fernando hizo que el ambiente se relajara un poco, pero Checo no dejó de notar cómo Max se mantenía más distante que de costumbre.

Justo cuando pensaba que todo se había calmado, la puerta del bar se abrió una vez más, y un par de conocidos entraron.

Lance: —¡Hola, chicos! ¿Estamos a tiempo para la fiesta o qué?
Oscar: —¿Qué tal? Parece que el grupo está completo.

Checo sintió una pequeña punzada en su pecho al ver a Oscar Piastri a su lado. Sabía que Oscar siempre había sido un buen amigo, pero había algo diferente en la mirada de Max cuando Oscar saludó al grupo.

Max: —Vamos, chicos, hay espacio para todos. Pero no olviden, esto es para relajarnos, no para hacer un show.

Checo observó a Max, que parecía estar evitando mirarlo directamente. Mientras tanto, Oscar y Lance se acomodaron con el grupo, y todos comenzaron a relajarse, pidiendo bebidas y conversando.

Pero la situación pronto se puso más tensa cuando Lance, sin pensarlo demasiado, se acercó a Checo y le lanzó una pregunta algo fuera de lugar.

Lance: —¿Sabías que en México las fiestas son de lo más animadas? ¿Te gustaría ir a una?

Max se tensó visiblemente al escuchar eso. Checo lo notó de inmediato, y en ese momento, algo extraño se despertó en su interior. No estaba seguro si era celos o algo más, pero algo dentro de él dijo que debía tener cuidado.

Mark: —¡Ya basta, Lance! No te pongas tan serio. Estamos aquí para divertirnos.

Pero Checo no podía dejar de pensar en cómo Max lo había mirado. ¿Realmente le molestaba que él estuviera conversando con Lance y Oscar?

Cuando las horas comenzaron a pasar y la noche se alargaba, Max se retiró un poco del grupo. Checo, que había estado rodeado de amigos y conversaciones, no pudo evitar sentirse atraído por el silencio de Max.

Checo: —¿Todo bien, Max?
Max: —Sí. Solo... no soy de muchas personas, ya sabes.

Checo asintió, pero sintió que había algo más que Max no estaba diciendo. La atmósfera entre ellos había cambiado. Algo estaba naciendo, aunque ninguno de los dos sabía qué tan grande sería.

La noche terminó con risas, bromas y algún que otro roce de miradas incómodas, pero Checo sabía que las cosas no serían las mismas. Los celos comenzaban a hacer su aparición, y el romance, aunque tímido, se estaba volviendo innegable. 

Las Sombras de Red BullDonde viven las historias. Descúbrelo ahora