El Límite de la Paciencia

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La noche había caído con un manto pesado sobre la ciudad, pero el aire seguía cargado de energía. La música aún resonaba en los rincones del bar, pero en el corazón de Checo, el ruido parecía haberse desvanecido. Había salido por la puerta trasera sin mirar atrás, como si cada paso que daba lo separara de algo irremediable, algo que lo estaba persiguiendo sin descanso.

Checo caminó sin rumbo fijo, buscando el refugio en el cual la calma pareciera posible, aunque todo a su alrededor parecía alejarlo aún más de ella. A lo lejos, las luces del bar se desvanecían mientras su mente seguía atrapada en las palabras no dichas, en las promesas rotas que flotaban entre él y Max.

Sacó su teléfono con manos temblorosas, marcando el número de la única persona que sabía que podría calmar sus tormentas interiores.

Canelo: "Te escucho, hermano. ¿Dónde estás?"

El sonido de la voz familiar de Saúl fue como un bálsamo sobre su alma cansada. Podía sentir la sinceridad en sus palabras, un consuelo al que siempre podía aferrarse. Pero en ese momento, nada podía suavizar el peso de la incertidumbre que sentía.

Checo: "En el bar. Pero creo que necesito salir de aquí. No puedo más, Saúl. Hay demasiadas cosas en mi cabeza."

Canelo: "Voy por ti. En diez minutos estoy ahí."

La llamada terminó, pero Checo no colgó de inmediato. Se quedó mirando la pantalla en blanco de su teléfono, la luz azul reflejada en sus ojos, mientras su mente viajaba de regreso a las palabras de Max. "Me importa... más de lo que soy capaz de admitir." ¿Era posible que todo eso fuera cierto? O quizás, solo era otra mentira que se les escapaba en medio del caos. No sabía qué creer.

Dentro del bar

Max aún permanecía allí, completamente aislado de los demás. Su vaso de whisky seguía intacto, pero su mente giraba con fuerza, buscando respuestas que no podía encontrar. ¿Qué esperaba lograr? Ni siquiera sabía si había algo que pudiera hacer para cambiar las cosas entre él y Checo.

Fernando se le acercó nuevamente, esta vez sin la misma jovialidad de antes. El semblante serio del español indicaba que sabía que algo más profundo se estaba gestando en el aire.

Fernando: "No esperes más, Max. A veces las cosas no se arreglan con palabras. Necesitas mostrar lo que sientes. No te va a esperar para siempre."

Max lo miró con los ojos entrecerrados. Había algo en la mirada de Fernando que lo desarmaba, algo que lo hacía cuestionarse a sí mismo más que nunca.

Max: "¿Y qué se supone que haga, Fernando? ¿Le pida disculpas? ¿Decirle que me importa y esperar que todo se solucione?"

Fernando no respondió de inmediato. Solo se sentó junto a él y dejó que el silencio hablara por un momento.

Fernando: "Las palabras no bastan, Max. A veces, lo único que cuenta son los hechos."

Max tragó saliva, mirando el vaso frente a él, como si las palabras de Fernando pudieran ser más que simples consejos. Había algo más profundo, algo más inquietante en esas palabras. ¿Estaba realmente dispuesto a cambiar? A demostrar que, en efecto, lo que sentía por Checo era algo más que una simple obsesión de competencia.

En las calles vacías

El coche de Canelo llegó en el tiempo prometido. Checo se subió sin decir una palabra, el conductor no preguntó nada. Lo conocía lo suficiente como para saber que el silencio era lo que necesitaba en ese momento.

Canelo: "¿Qué pasó, hermano? ¿Te sientes bien?"

Checo suspiró y, durante unos segundos, no respondió. Solo observó las luces de la ciudad que pasaban rápidamente por la ventana del coche, el reflejo de sus pensamientos dispersos.

Checo: "Max..." Su voz era suave, apenas audible, pero lo suficientemente llena de tensión como para que Canelo lo notara. "No sé si quiero seguir con esto. Pero cada vez que lo veo, cada vez que me enfrenta... siento que todo se está desmoronando."

Canelo levantó la vista del volante y lo miró brevemente. Conocía las emociones de Checo, pero aún así, ver a su amigo tan vulnerable le desgarraba.

Canelo: "Lo que tienes con él no es fácil. Pero, ¿qué pasa si ya no puedes huir de lo que sientes? ¿Si en realidad te importa más de lo que admites?"

Checo lo miró con la mirada perdida, como si estuviera viendo algo a través de Canelo y no directamente a él. Las palabras no alcanzaban a describir lo que sentía. Pero la verdad era esa: ya no podía huir.

Checo: "Tengo miedo, Saúl. No sé si estoy dispuesto a perderlo todo. Pero cada vez que intento alejarme, me arrastra más."

Canelo: "No puedes seguir así. Lo que sea que tengas con él, tienes que confrontarlo, Checo. Si realmente quieres dejarlo ir, hazlo de una vez. Pero si no, entonces tienes que pelear por eso."

En la soledad de su apartamento

Max se encontraba en su departamento, sentado en la penumbra. La luz suave de la lámpara iluminaba solo una pequeña parte de su rostro. Pensaba en las palabras que había dicho a Checo, las promesas que había hecho, y la angustia de no saber si realmente podía cumplirlas. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Dejar que todo se desmoronara o arriesgarse a un golpe mortal a su propio orgullo?

Tomó su teléfono, una vez más, sin saber qué escribir. Era como si estuviera esperando que las palabras aparecieran por sí solas, pero ninguna frase lograba captar lo que quería expresar. Fue entonces cuando vio el mensaje de Checo: "Siempre dices lo correcto cuando ya es casi demasiado tarde, Max."

Sus dedos se posaron sobre el teclado. ¿Debería enviarle otro mensaje? ¿Un mensaje de arrepentimiento? ¿De promesas vacías?

No. No esta vez.

Casa de Checo, más tarde esa noche

Cuando Checo regresó a su casa, el teléfono seguía vibrando en su bolsillo. Pero no lo miró. No quería más palabras vacías. Solo quería silencio. Solo quería paz.

Se dejó caer sobre el sofá, cerrando los ojos mientras escuchaba el sonido distante del tráfico. El mensaje de Max seguía allí, flotando en su mente, pero Checo no podía permitir que las palabras lo arrastraran más. Se levantó de golpe, no sabiendo si estaba tomando la decisión correcta.

El teléfono volvió a vibrar. Era una llamada, esta vez de Sebastián Vettel.

Sebastián: "Estoy aquí para ti cuando lo necesites, Checo. Siempre."

Pero Checo no respondió. Simplemente apagó elteléfono y se recostó, tratando de poner su mente en orden. El silencio lorodeaba, pero la tormenta interna aún rugía en su pecho

Las Sombras de Red BullDonde viven las historias. Descúbrelo ahora