El sol se había levantado en lo alto del horizonte, pero la oscuridad en la mente de Max era mucho más profunda. El silencio que lo rodeaba era opresivo, como si cada segundo de espera lo estuviera devorando por dentro. Checo no había respondido a ninguno de sus mensajes, y cada vez que miraba el teléfono, un nudo en su estómago se apretaba más. Las palabras que había dicho la noche anterior eran las mismas que lo atormentaban ahora: "No sé si quiero seguir con esto. Pero cada vez que lo veo, cada vez que me enfrenta... siento que todo se está desmoronando."
El vacío de no saber qué hacer lo consumía. Se sentó en su sofá, mirando las paredes de su departamento como si pudieran ofrecerle alguna respuesta. Nada lo calmaba. Ni las horas de entrenamiento, ni las distracciones que antes parecían tan efectivas. Todo se reducía a una sola cosa: Checo. La idea de perderlo lo desbordaba, y el miedo de que fuera demasiado tarde, cada vez más real.
Max: (suspirando) "¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?"
En la casa de Checo
Checo estaba parado frente al espejo, observando su reflejo. El cansancio en su rostro era evidente, pero aún no podía quitarse la sensación de vacío que lo acompañaba desde la noche anterior. La conversación con Canelo había dejado más preguntas que respuestas, y el dolor en su pecho, aunque familiar, nunca había sido tan punzante.
¿Era realmente lo que quería? ¿Seguir jugando este juego con Max, con la misma dinámica que siempre los había envuelto? Cada palabra que Max le había dicho, cada promesa rota, cada mirada furtiva que compartían, lo perseguían ahora. Checo se dio cuenta de que, sin darse cuenta, había estado buscando su propio sufrimiento.
El teléfono vibró en la mesa, y el nombre que apareció en la pantalla lo hizo dudar por un momento. Max.
Checo se acercó al dispositivo con movimientos lentos, casi dubitativos, y lo apagó antes de poder siquiera leer el mensaje. No quería saber nada. No quería escuchar más.
En el departamento de Max
Max dio un golpe en la mesa, frustrado, observando el teléfono apagado en su mano. Cada mensaje sin respuesta, cada minuto que pasaba sin una palabra de Checo, lo hacía sentir como si estuviera perdiendo una parte vital de sí mismo. Lo que había comenzado como una competencia, una lucha por ser el mejor, ahora se había convertido en una guerra silenciosa, donde ambos parecían ser las víctimas y los verdugos al mismo tiempo.
Max: "¿Por qué eres tan... distante? ¿Por qué no me dejas entrar?"
En su mente, las imágenes de la noche anterior no dejaban de repetirse. El dolor, la desesperación en los ojos de Checo, la forma en que había dejado claro que ya no estaba dispuesto a esperar más. Y él, incapaz de dar el siguiente paso, incapaz de abrirse de verdad.
En un impulso, Max tomó su abrigo y salió al pasillo de su edificio. La madrugada aún lo rodeaba, pero sentía la necesidad de hacer algo. Necesitaba actuar. Necesitaba ver a Checo, aunque fuera por última vez, para entender si todo lo que había creído que era real, realmente lo era.
Checo, aún en su casa, trataba de olvidar lo que había sucedido, pero cada vez que pensaba en Max, el peso sobre su pecho se hacía más intenso. Lo odiaba. Odiaba lo que sentía por él, odiaba la forma en que lo había arrastrado a este torbellino emocional sin que él lo quisiera. Pero no podía escapar de esa verdad interna que lo atormentaba.
Sabía que había herido a Max de formas que ni siquiera entendía completamente, pero lo que más le dolía era la sensación de estar perdiendo el control. La misma sensación que había tenido cada vez que sus emociones se desbordaban.
Entonces, con determinación, Checo agarró su teléfono y le envió un mensaje a Max. Una sola línea, pero con la carga de mil pensamientos reprimidos.
Checo: "Deja de perseguirme. No soy lo que necesitas."
Lo envió sin pensarlo dos veces, pero cuando el mensaje llegó a su destino, un vacío profundo lo invadió. Sabía lo que eso significaba. Sabía que Max sufriría. Y sabía que él mismo también lo haría, pero aún así, no podía evitarlo.
Max, en la calle, viendo cómo el mensaje de Checo llegaba a su teléfono, sintió cómo su mundo se desmoronaba. No era solo un rechazo, sino una condena, como si todo lo que había intentado construir entre ellos fuera finalmente destruido por su propio miedo, su falta de coraje.
La respuesta de Checo lo golpeó como un puñetazo directo al corazón. "Deja de perseguirme. No soy lo que necesitas." Las palabras retumbaban en su cabeza una y otra vez, como una sentencia que no podía evitar escuchar.
Max: (susurrando) "No soy lo que necesitas..."
Él sabía que había fallado. Sabía que había jugado con fuego y ahora estaba quemado. Pero lo peor de todo era la incertidumbre. No sabía si había llegado demasiado tarde o si, simplemente, Checo había dejado de quererlo, si realmente había llegado a odiarlo.
En la misma madrugada, Checo caminaba por su apartamento, inquieto, sin poder dejar de pensar en lo que había hecho. El peso de sus palabras lo aplastaba, pero no se atrevía a arrepentirse. Era lo que necesitaba hacer, lo que creía que debía hacer para liberarse. Aunque, en lo más profundo, no podía dejar de preguntarse si Max estaría llorando en algún lugar, desgarrado por lo que él mismo había causado.
Checo: "Lo hice porque... lo hice porque no puedo seguir siendo débil. Porque no puedo seguir dándole más de lo que no tengo."
Se dejó caer en el sofá, mirando la pantalla del teléfono como si esperara que algo cambiara, que todo desapareciera. Pero las horas pasaron y la quietud lo envolvió. La soledad se apoderó de él, y por primera vez, se dio cuenta de que él también sufría, aunque su sufrimiento se escondiera bajo una capa de rabia y orgullo.
En las primeras horas del día, Max regresó a su departamento, agotado, derrotado por la misma batalla que había estado librando en su mente. No podía dejar de pensar en Checo. Cada rincón de su apartamento lo llenaba de recuerdos de ellos: las conversaciones, las risas, la tensión, los momentos de conexión que había perdido. Todo se estaba desmoronando, y él solo podía ver cómo se alejaba, sin poder hacer nada.
Max se tumbó en su cama, mirando el techo, preguntándose si había alguna forma de recuperar lo que había perdido. Pero, por primera vez, el silencio parecía más fuerte que nunca. Un silencio lleno de culpabilidad, de sufrimiento, de preguntas sin respuesta.
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Las Sombras de Red Bull
Romance**"Sombras de Red Bull"** sigue a Max Verstappen y Sergio "Checo" Pérez, dos pilotos de élite en el equipo Red Bull Racing, que parecen ser grandes amigos fuera de la pista. Sin embargo, debajo de esa fachada de camaradería, hay una tensión palpable...