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El coche de James avanza por la carretera, y la música suena suavemente, creando un ambiente cálido y familiar. James conduce, su expresión tensa, mientras Jace, a su lado, se pasa la mano por el cabello, visiblemente frustrado. Grace y yo estamos en la parte trasera, cada una perdida en sus pensamientos.

     —No puedo creer que la fiesta haya terminado así —dice Jace, su voz cargada de desilusión. —Solo quería pasar un buen rato.

     —Lo sé —responde James, manteniendo la mirada fija en la carretera—. Pero lo importante es que todos estamos bien.

Siento una punzada de preocupación al recordar la pelea, pero la calidez del coche me reconforta. Miro a Grace y le sonrío, intentando transmitirle un poco de ánimo. Ella me devuelve la sonrisa, aunque sus ojos todavía reflejan inquietud.

Llegamos a casa de los hermanos, y al bajar del coche, la brisa fresca de la noche me envuelve, contrastando con la calidez que siento en mi interior. Jace se queja de un ligero dolor en la mano, y sin pensarlo dos veces, le digo:

     —Voy a curarte.

Subimos las escaleras rápidamente y entramos al baño. Jace se sienta en el borde de la bañera, mientras yo busco el botiquín, mi corazón latiendo con fuerza. Con cada movimiento, siento la tensión en el aire, una conexión que no puedo ignorar. Mientras le limpio la herida, nuestros ojos se encuentran, y en ese momento, el mundo exterior desaparece.

     —Gracias, Vicky. Siempre sabes cómo cuidar de los demás —dice Jace, su voz suave como un susurro.

Un escalofrío recorre mi cuerpo. Su mirada intensa me atrapa, y siento una oleada de sentimientos que nunca había experimentado. Me acerco un poco más, y el espacio entre nosotros se vuelve irreal, como si el tiempo se detuviera. Él me observa, sus ojos destilan una mezcla de sorpresa y deseo, y no puedo evitarlo: me inclino hacia él.

Nuestros labios están a punto de tocarse, y un torbellino de emociones me envuelve: la vulnerabilidad, el anhelo, la conexión. Pero un golpe repentino en la puerta nos interrumpe.

     —¿Estáis bien? —pregunta James desde el otro lado, rompiendo la burbuja de intimidad que nos envolvía.

Ambos nos alejamos, ruborizados y confundidos, como si nos hubieran atrapado en un momento prohibido. Jace suelta un suspiro frustrado, y yo me siento avergonzada, pero también emocionada por lo que casi sucedió.

     —Sí, todo bien —respondo, intentando que mi voz suene casual.

Salgo del baño, y veo a Grace esperando en el pasillo. Antes de que pueda decir algo, ella sonríe y se dirige hacia el salón.

     —Vamos a ver una película. ¿Qué os parece?

Mientras nos acomodamos en el sofá, Jace se sienta más cerca de mí de lo que me esperaba. La conexión que casi tuvimos en el baño flota entre nosotros, como un hilo invisible que nos une. Puedo sentir el calor que emana de su cuerpo, y aunque la tensión sigue presente, ahora se mezcla con una calidez reconfortante.

La pantalla se ilumina con la primera película, y mientras los primeros acordes resuenan, mi mente vuelve al momento en el baño. Hay algo especial entre nosotros, algo que ha crecido en medio del caos de la fiesta. A mi lado, Jace se recuesta un poco más, y un pequeño escalofrío me atraviesa. No sé lo que depara el futuro, pero sé que esta noche ha cambiado algo entre nosotros. El caos de la fiesta se siente lejano, y en su lugar, hay una promesa de conexión, risas compartidas y quizás, solo quizás, algo más.

La película comienza, pero la historia en la pantalla se convierte en un mero telón de fondo mientras los pensamientos de mi mente giran en torno a Jace. Su cercanía es electrizante, y cada vez que roza mi brazo, siento una corriente de energía que me hace dudar de todo lo que creía saber.

Gracias al baloncestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora