19.

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La noche cae sobre San Diego, y la ciudad se ilumina con las luces de los restaurantes y las risas de la gente. Después de un día divertido en la playa, mis amigas y yo decidimos salir a cenar con los chicos. La idea de pasar tiempo con ellos me emociona y, a la vez, me inquieta, especialmente porque sé que Jace estará allí.

Cuando llegamos, el lugar es vibrante, con música en vivo y mesas al aire libre. Nos sentamos en una larga mesa, y pronto las charlas y las bromas fluyen. Mientras disfruto de la comida, observo a Jace de reojo. Su risa es contagiosa, pero hay algo en su mirada que me hace sentir incómoda. La noche avanza, y mis pensamientos no dejan de regresar a lo que vi entre él y Nora.

     —¡Vamos, Vicky! ¡Una ronda de shots! —grita Logan, rompiendo mis pensamientos.

Me uno a la diversión, y en un momento de distracción, todo parece normal. Sin embargo, en cuanto me encuentro sola con Jace, el ambiente cambia. Estamos un poco apartados del grupo, y puedo sentir la tensión en el aire.

     —Oye, Vicky, ¿podemos hablar un momento? —dice Jace, su tono serio me hace ponerme alerta. Se pasa la mano por el cabello, una señal clara de que está nervioso.

     —Claro —respondo, sintiendo que mi corazón late más rápido. Las palmas de mis manos están sudorosas, y trato de ocultarlo cruzando los brazos.

Nos alejamos un poco más, hasta que estamos a solas en un rincón tranquilo del patio. La música se siente lejana, y el ruido del grupo se convierte en un murmullo distante.

     —¿Qué pasó con Hugo? —pregunta, frunciendo el ceño—. Te vi muy cercana a él en la feria. Sus ojos se oscurecen, reflejando una mezcla de celos y preocupación.

Siento que la sangre se me sube a la cara. No esperaba que comenzara así.

     —¿Y qué hay de Nora? —replico, cruzando los brazos, intentando mostrarme segura, aunque mi voz tiembla un poco—. Te vi con ella, y no parece que estés tan interesado en lo que yo hago.

Jace se cruza de brazos, su expresión se vuelve tensa. Su mandíbula se aprieta, y puedo ver que está luchando con sus emociones.

     —No es lo mismo. Solo era una amiga, pero tú... —suspira, su mirada se suaviza, como si una parte de él estuviera herido—. Me molestó verte con Hugo, como si no te importara nada.

Me siento herida por sus palabras, y mis manos se cierran en puños a los lados de mi cuerpo.

     —Tal vez tú no entiendas lo que siento, Jace. Es complicado, y no tengo que dar explicaciones sobre mi amistad con Hugo. ¿Acaso no puedes ver que te afecta más de lo que debería? —le digo, sintiendo que la frustración se acumula en mi pecho. Mis ojos se encuentran con los suyos, y en ese momento, las palabras flotan en el aire entre nosotros.

     —Y yo no puedo evitar sentir celos. Ver cómo te ríes con él me hiere. —Su voz se suaviza un poco, pero sigue firme, y puedo notar cómo su postura se relaja ligeramente.

Ambos nos miramos fijamente, y en el aire hay una mezcla de tensión y algo más. Siento que cada palabra que decimos es un eco de lo que hemos estado evitando.

     —Quizás deberíamos dejar de escondernos detrás de otras personas y hablar de lo que realmente sentimos —sugiero, tratando de mantener la calma. Mi corazón late con fuerza, pero estoy decidida a ser sincera.

Jace asiente lentamente, y por un momento, el enojo parece desvanecerse. Sus hombros caen un poco, como si el peso de la situación estuviera comenzando a aliviarse.

     —Tal vez sí. Pero es difícil, Vicky. La verdad es que no quiero que esto se convierta en un problema entre nosotros. —Su tono es más suave, y puedo ver la lucha en su mirada, el brillo de sus ojos refleja una vulnerabilidad que no había notado antes.

     —Yo tampoco quiero eso —respondo, sintiendo que el aire se vuelve más ligero entre nosotros—. Pero necesito saber que lo que tenemos importa, que no estamos perdiendo el tiempo. En mis palabras, hay un atisbo de esperanza, y mi pulso se acelera.

Él me mira, y en su expresión hay algo que me hace sentir esperanzada. Tal vez este sea el comienzo de una conversación que hemos estado evitando demasiado tiempo.

     —Entonces hablemos —dice, un destello de resolución en sus ojos.

     —Está bien —respondo, sintiendo que el nudo en mi estómago se afloja un poco—. A veces siento que estamos en un juego de adivinanzas. Tú con Nora, y yo con Hugo. No sé si estoy haciendo lo correcto.

     —Lo sé —dice Jace, acercándose un poco más, su voz casi un susurro. La cercanía me hace sentir un cosquilleo de nerviosismo—. Pero quiero que sepas que lo que siento por ti es real. Me gusta estar contigo, y no quiero que nadie más se interponga.

Mis mejillas se sonrojan, y el efecto de sus palabras me deja sin aliento. La conexión entre nosotros se siente más fuerte que nunca, pero la confusión persiste.

     —¿Y si esto no funciona? —pregunto, la inseguridad asomando en mis palabras.

     —No lo sé, pero creo que merece la pena intentarlo. No quiero seguir escondiéndome. —Jace da un paso hacia mí, y su cercanía me hace sentir un cosquilleo de nerviosismo que recorre mi espalda.

     —Entonces, ¿qué hacemos ahora? —pregunto, sintiendo que estamos en un punto de no retorno.

     —Empezamos por ser honestos el uno con el otro —responde, su mirada fija en la mía—. Y, si es posible, dejar de lado a Nora y Hugo. Quiero que seamos solo tú y yo.

La tensión entre nosotros se transforma en una chispa de posibilidad. En ese momento, decido que estoy lista para dar ese paso.

     —Sí, quiero eso —digo, y en mis palabras hay una mezcla de determinación y esperanza.

Él sonríe, y por primera vez en la noche, siento que el futuro es brillante. Tal vez este sea el comienzo de algo nuevo.

Gracias al baloncestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora