Epílogo 1

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ALANA

°•°☆°•°

El bullicio de la Fashion Week de París era ensordecedor. Gente entrando y saliendo, telas volando, voces apresuradas pidiendo retoques, ajustes y más ajustes. Pero yo apenas lo sentí. Mi atención estaba fija en Kirian, que corría entre bastidores con esa energía inagotable que solo un niño de seis años podía tener.

— ¡Kirian! —lo llamé, apurando el paso mientras esquivaba modelos, asistentes y una montaña de telas apiladas junto a un perchero—. Por favor, deja a tu hermana tranquila o juro que esta vez... —dejé la amenaza en el aire.

Él sabía que no cumpliría, porque siempre que me miraba con esa sonrisa traviesa, mi reproche se deshacía como el hielo al sol.

Ava, dos años más pequeña que él, lo seguía de cerca. Con su vestido rosa pomposo y sus dos coletas con dos lacitos que dejaban ver lo dulce y buena que era. Aunque intentaba mantener su compostura, su pequeño rostro reflejaba una mezcla de fastidio y agotamiento. Cada vez que Kirian intentaba esconderse tras una cortina o tirarle de la coleta, Ava me miraba buscando apoyo. Porque Kirian era clavado a su padre, tanto física, como personalmente. Y sólo él podía desatar el caos en cuestión de segundos.

— Mamá, dile que pare —se quejaba Ava con un tono que mezclaba la exasperación y la dulzura.

Suspiré, intentando mantener la calma. No me podía permitir perder el control.

Tokio 707, mi colección, estaba a minutos de debutar en una de las pasarelas más importantes del mundo, y mis hijos, como siempre, decidieron ser el epicentro del caos. Jordan y Victoria, los mellizos, al menos estaban tranquilos. Con apenas un año y medio, se habían quedado en el camerino con Helena. Aún no eran lo suficientemente grandes para unirse a las travesuras de sus hermanos, pero no dudaba que en un par de años serían parte de la pandilla.

Habían pasado casi siete años desde la isla, desde el fuego y el caos, desde la incertidumbre y el miedo. Y aunque muchas cosas habían cambiado, otras permanecían inalterables. Héctor era una de ellas.

Giré en un pasillo buscando a los niños, y ahí estaba él. Apoyado contra una pared, su figura destacaba incluso entre el desorden de luces y telas. Llevaba un traje negro perfectamente ajustado, pero su corbata estaba ligeramente deshecha, como si el formalismo lo sofocara. Su cabello oscuro estaba un poco más largo de lo habitual, y sus ojos seguían teniendo ese brillo indescifrable que me atrapó desde el primer día.

Lo observé por un momento, sintiendo un nudo en el pecho. Habían pasado años desde que nuestras vidas dieron un vuelco, pero aún había días en los que verlo me dejaba sin aliento.

Kirian, por supuesto, lo vio antes que yo y corrió hacia él como un torbellino. Héctor lo atrapó con un movimiento rápido, alzándolo como si todavía fuera un bebé.

— ¿Molestando a tu hermana otra vez? —le preguntó con esa voz grave que lograba que cualquiera lo obedeciera.

— ¡No! —protestó Kirian, aunque su sonrisa lo delataba. Héctor lo dejó en el suelo y caminó hacia mí con pasos firmes.

No lo esperaba tan pronto.

— ¿Qué haces aquí? —le pregunté. con una mezcla de sorpresa y alivio en la voz.

— Sabía que estarías estresada —respondió, inclinándose para besarme en la frente—. Tokio 707 es un éxito desde hace años, pero no dejas de preocuparte por cada detalle, y he venido a recordarte que debes disfrutarlo.

Tokio 707. Mi sueño hecho realidad. "Tokio" por el viaje que hicimos juntos hace años, uno que marcó el inicio de esta nueva etapa en nuestras vidas. Y "707" por el número que siempre había estado ligado a nosotros, un número que ambos llevábamos tatuado en la piel, un símbolo de todo lo que habíamos compartido, de los momentos en los que todo parecía perdido, pero logramos encontrar el camino de vuelta.

ERROR 707 ▪︎ HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora