Ava Delacroix a sus 21 años es una talentosa bailarina deseosa de conocer mundo y acabar dedicándose a lo que más ama; el baile. En su último año en la prestigiosa Academia de Música y Danza de Londres, deberá hacer una obra teatral junto con sus co...
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«Odié como la trató y me prometí que no volvería a exponerla frente a ella»
Tiger Davenport.
Una hermosa joven bajó del coche hipnotizada por lo que veían sus ojos en ese momento.
—¿Aquí vive tu madre? —logró preguntar Ava mientras Tiger cerraba el coche y se acercaba a ella.
Quedándose al lado de su novia, murmuró;
—Si... Siempre ha sido muy ostentosa.
El Austin Martin verde de Tiger estaba aparcado en un rincón del inmenso lugar, los árboles formando un túnel verde oscuro que parecía conducirlos hacia un mundo completamente diferente. Ava observaba el paisaje.
El paisaje era una postal de la alta sociedad. Hectáreas de terreno perfectamente cuidadas, donde cada árbol parecía haber sido podado con gran precisión, cada piedra colocada de forma meticulosa. Y al final del camino, como una aparición entre la espesura, se erguía la mansión de la familia Davenport, aunque realmente ese lugar era gracias al trabajo duro de Tiger.
No era una casa. Era un castillo.
Una construcción imponente de piedra gris, con torres que se elevaban desafiantes hacia el cielo, ventanales enormes que reflejaban la luz como espejos, creando un juego de luces y sombras que hacía que el edificio pareciera vivo, respirando sus propios secretos.
Tiger parecía tenso, demasiado. Cosa que a Ava no lo solía ver de esa manera, solo cuando tenía programada una conferencia.
Entonces, ella murmuró;
—¿Quieres un momento?
Él asintió.
—Si... Tengo que enfrentarlo.
El "ello" era su madre. Elena Davenport. Un nombre que sonaba más a sentencia que a persona.
Un mayordomo apareció instantáneamente. No caminó. Pareció materializarse de la nada, vestido de negro, con un movimiento tan fluido que más parecía una sombra que un ser humano. Lo que se notaba que su madre lo quería todo perfectamente y no tener que hacer nada ella.
—Señor Davenport —saludó con una inclinación que era más protocolo que calidez.
Ava sintió un escalofrío. No era una bienvenida. Era una invasión.
El interior era aún más impresionante que el exterior. Mármoles importados directamente de Italia, pinturas que seguramente valían más que toda una vida de trabajo, candelabros de cristal de Bohemia que colgaban del techo como lágrimas congeladas. Cada detalle gritaba riqueza. Y Ava sabía que todo ese dinero había salido de su hijo, gracias a todo el trabajo y lo que había logrado conseguir él mismo.
—Es impresionante —murmuró Ava.
Tiger no respondió.
Sus pasos resonaban en la entrada, cada uno parecía una advertencia, un desafío silencioso.