En el reino de Eryndor, el príncipe heredero Yeonjun es conocido por su encanto, dulzura y una peculiar pasión: hornear pasteles. Pero detrás de sus exquisitas creaciones se esconde algo más que simple repostería. Guiado por la misteriosa y sabia re...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Soobin se quedó mirando el pastel en sus manos. La decoración era impecable, perfecta como todo lo que hacía Yeonjun cuando realmente se lo proponía. Las flores de glaseado parecían delicadas y vibrantes, como si un artesano hubiera dedicado días a crearlas. Sin embargo, algo en el ambiente lo hacía sentir inquieto.
Yeonjun seguía charlando animadamente con la repostera, pero Soobin apenas escuchaba las palabras. Su atención estaba dividida entre el dulce en su mano y el joven príncipe frente a él. Algo en su mirada—demasiado insistente, demasiado expectante—lo desconcertaba.
"Es solo un pastel", pensó, tratando de desechar la incomodidad. Se llevó un trozo a la boca, el azúcar y la mantequilla derritiéndose en su lengua. Era delicioso, por supuesto. Pero había algo más. Un ligero toque amargo al final, casi imperceptible.
—¿Qué tal? —preguntó Yeonjun, inclinándose un poco hacia él, como si la respuesta de Soobin fuera lo único que importara en el mundo.
Soobin masticó lentamente, su expresión permaneciendo tan neutra como siempre. Finalmente, tragó y respondió con un escueto:
—Está bueno.
El rostro de Yeonjun se iluminó por un breve momento antes de fruncir el ceño, claramente esperando una reacción más entusiasta.
—¿Solo "bueno"? —rebatió, cruzándose de brazos—. Pasé toda la mañana haciéndolo para ti.
—Está... muy bueno, alteza —corrigió Soobin, aunque no pudo evitar que su tono sonara un poco forzado.
Yeonjun entrecerró los ojos, como si estuviera evaluándolo. Pero antes de que pudiera responder, la repostera interrumpió la tensión con una carcajada suave.
—¡Vamos, príncipe! No todos son capaces de expresar su aprecio como usted quisiera. —Volvió su atención a Soobin con una sonrisa cómplice—. Pero estoy segura de que lo disfrutó.
Soobin asintió ligeramente y devolvió el plato vacío a la mesa. No se sentía diferente, al menos no físicamente. Sin embargo, había una extraña pesadez en el ambiente, como si algo invisible se hubiera instalado entre ellos.
—Deberíamos regresar, alteza. —Intentó sonar firme, aunque su voz traicionaba un leve cansancio.
Yeonjun suspiró, pero se levantó obedientemente, ajustándose las mangas con aire dramático.
—De acuerdo, Soobin. Pero no olvides que eres muy afortunado de tenerme.
El guardia no respondió. No había nada que pudiera decir que no alimentara aún más la confianza del príncipe.
Mientras caminaban por los corredores de regreso, Soobin intentó convencerse de que todo era producto de su imaginación. Pero el recuerdo de ese pequeño toque amargo en el pastel seguía rondando en su mente. Había algo en ello, algo que no lograba identificar, pero que lo mantenía inquieto.
Yeonjun, por su parte, caminaba a su lado con una expresión triunfal apenas contenida. Había sido un pequeño paso, pero sabía que estaba logrando lo que quería. Soobin no lo sabía aún, pero ese pastel era el comienzo de algo mucho más grande.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
