En el reino de Eryndor, el príncipe heredero Yeonjun es conocido por su encanto, dulzura y una peculiar pasión: hornear pasteles. Pero detrás de sus exquisitas creaciones se esconde algo más que simple repostería. Guiado por la misteriosa y sabia re...
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Yeonjun caminaba sin rumbo por los jardines del palacio, sus manos jugando nerviosamente con las mangas de su túnica. Había evitado a Soobin durante días, manteniendo una distancia calculada entre ellos, pero no podía engañarse: cada paso que daba lejos de él se sentía como una derrota.
La brisa fresca de la tarde le acariciaba el rostro, pero no lograba aliviar la presión en su pecho. Desde aquella confesión en su habitación, donde Soobin le había contado la verdad, todo había cambiado. Había querido gritar, llorar, golpearlo incluso, pero en lugar de eso, simplemente se había marchado. ¿Qué más podía hacer?
"No puedo creer que sea tan cruel", pensó, cerrando los ojos con fuerza.
Soobin lo había engañado, le había hecho creer que estaba bajo el efecto de una poción, y todo por... ¿venganza? ¿Diversión? El príncipe no podía decidir cuál de las dos opciones le dolía más.
***
Ese día había comenzado como cualquier otro, pero para Yeonjun, cada minuto transcurrido se sentía más pesado que el anterior. Durante el desayuno, la ausencia de Soobin en la mesa cercana fue una distracción constante. Durante las reuniones con los ministros, se sorprendió a sí mismo mirando hacia la puerta, esperando que Soobin apareciera.
"Es un idiota", se repitió una y otra vez. Pero no importaba cuánto intentara convencerse, una parte de él seguía deseando verlo.
Cuando finalmente no pudo soportarlo más, decidió refugiarse en la biblioteca, un lugar que siempre le había brindado consuelo. Pero ni siquiera los libros lograron calmarlo. Cada página que intentaba leer parecía burlarse de él, recordándole lo distraído que estaba.
Era frustrante.
"¿Por qué sigo pensando en él?", se preguntó, cerrando de golpe el libro que tenía en las manos. La respuesta estaba clara, pero no quería admitirla.
Lo amaba.
***
Mientras regresaba a sus aposentos, se topó con uno de los sirvientes del castillo, quien inclinó la cabeza al verle.
—¿Todo está bien, alteza? —preguntó el joven, con una expresión de preocupación genuina.
Yeonjun se detuvo, sorprendido por la pregunta. ¿Tan obvia era su tristeza?
—Sí, todo está bien —respondió con un tono más frío del que pretendía, y continuó su camino sin mirar atrás.
Cuando llegó a su habitación, cerró la puerta y se dejó caer en el sofá. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones: enojo, tristeza, confusión... y algo más. Algo que no podía nombrar pero que sabía que estaba ahí, oculto en el fondo de su corazón.
Se llevó una mano al pecho, como si pudiera arrancar esa sensación de su interior.
"No puedo seguir así", pensó, apretando los dientes.
Pero ¿qué podía hacer? Soobin lo había traicionado, sí, pero también lo había desarmado con su confesión. Lo había dejado vulnerable, enfrentándose a sus propios sentimientos sin ninguna defensa.
Yeonjun miró hacia la ventana, donde la luz de la luna comenzaba a filtrarse. Una parte de él quería perdonarlo, pero otra parte, más orgullosa y herida, no podía aceptar lo que había sucedido.
"¿Cómo se supone que siga adelante?", se preguntó en voz baja.
Por primera vez en mucho tiempo, no tenía una respuesta.
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