En el reino de Eryndor, el príncipe heredero Yeonjun es conocido por su encanto, dulzura y una peculiar pasión: hornear pasteles. Pero detrás de sus exquisitas creaciones se esconde algo más que simple repostería. Guiado por la misteriosa y sabia re...
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Yeonjun estaba completamente abrumado. Su mente no podía procesar lo que acababa de suceder. ¿La poción de amor había funcionado de esa manera? ¿Así de... intensa? No era solo un toque sutil, una simple atracción pasajera, no. Soobin estaba actuando de manera completamente diferente. Algo en él había cambiado, como si una cortina se hubiera levantado, revelando una faceta desconocida que el príncipe no había esperado ver.
Con el corazón acelerado, Yeonjun intentó apartarse de Soobin. ¿Cómo había llegado a este punto? Intentó pensar con claridad, pero sus pensamientos eran como un enjambre de abejas, zumbando, chocando sin orden. Necesitaba hablar con la repostera, con la mujer que le había dado la poción, para entender lo que había pasado. Sin embargo, el cuerpo de Soobin se interpuso en su camino, acercándose con una velocidad inquietante.
—Soobin, ¿qué estás haciendo? —preguntó Yeonjun, su voz vacilante y temblorosa, pero a pesar de sus palabras, no podía apartar la mirada de los ojos del guardia. Algo en esos ojos le decía que ya nada era como antes.
Soobin no respondió. En lugar de eso, se acercó más, su aliento caliente rozando la piel de Yeonjun mientras lo miraba con una intensidad que le incomodaba profundamente. Los pasos de Yeonjun retrocedían, pero Soobin lo seguía con una persistencia inquietante, como si no hubiera ningún escape posible.
—Alteza... —murmuró Soobin, su voz grave y un tanto cargada de algo indescriptible, algo que hacía que los latidos de Yeonjun se aceleraran aún más—. ¿Por qué intentas huir de lo inevitable?
El príncipe no sabía qué responder. Su cabeza estaba llena de dudas. Soobin, el guardia que siempre había sido tan profesional, tan distante... ahora parecía ser alguien completamente distinto. De alguna forma, el toque de la poción lo había transformado en alguien extraño, más seguro de sí mismo, más dominante, como si ya no tuviera miedo de nada.
Yeonjun intentó tomar un respiro profundo, pero Soobin lo interrumpió, con una mano sobre su hombro, presionando ligeramente como si buscara que él no pudiera escapar. El príncipe estaba completamente atrapado en la mirada de Soobin, y por un momento se preguntó si podía confiar en él, si esto realmente era el efecto de la poción o si Soobin siempre había estado ocultando algo.
—No... no quiero esto... —balbuceó Yeonjun, pero cuando intentó apartarse, Soobin lo detuvo con un gesto firme, su otra mano rozando su cintura de manera posesiva.
El guardia parecía disfrutar del desconcierto de Yeonjun, sonriendo con una leve mueca que no era la habitual, una sonrisa más salvaje, más confiada.
—¿De veras no lo quieres, alteza? —preguntó, la voz cargada de un tono burlón que hizo que los nervios de Yeonjun se dispararan.
Yeonjun no entendía. Todo esto le estaba resultando tan confuso, tan abrumador. La poción no debería haber provocado este tipo de reacción. La miró a los ojos, buscando alguna señal de la persona que alguna vez había conocido, el hombre que siempre había sido su guardia.
Pero lo que vio en sus ojos no era familiar. En lugar de la seriedad usual, había algo más, algo que se sentía... perturbador. Soobin estaba tomando el control, jugando con él de una manera que Yeonjun no podía comprender.
—Te has vuelto... diferente —dijo, sin saber si estaba hablando más para sí mismo que para Soobin.
Soobin sonrió, un brillo casi malévolo cruzando su rostro, y sin previo aviso, sus manos recorrían el cuerpo de Yeonjun, tocando, probando cada parte con una confianza que lo desconcertaba. El príncipe se quedó allí, sin poder reaccionar, completamente inmóvil, mientras Soobin se acercaba más, sus palabras más oscuras, más atrevidas.
—Yo soy quien decide lo que pasa ahora, Yeonjun —susurró Soobin en su oído, haciendo que el príncipe temblara ligeramente—. Y no creo que te quejes de lo que voy a hacer.
Yeonjun sentía una mezcla de miedo y confusión, pero también había algo en él que no podía negar: una chispa de curiosidad, algo que le hacía preguntarse si podía confiar en este Soobin nuevo, o si debía huir para siempre de esa tormenta que acababa de desatarse.
El príncipe sabía que debía hacer algo, pero en ese momento no podía pensar con claridad. La presencia de Soobin lo envolvía por completo, y la sensación de estar atrapado en algo que no podía controlar se volvía cada vez más intensa.
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