Capítulo 10

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El rugido de un lujoso motor se escuchó al frente de la mansión Smirnova. Irisha, aún encerrada en su habitación, apenas levantó la vista cuando el sonido de la puerta principal siendo abierta retumbó por toda la casa.

"Siempre tan dramático." -pensó, sus labios torciéndose en una ligera sonrisa al reconocer quién acababa de llegar.

El eco de pasos calculados, seguros y sin prisa, se acercaba cada vez más hasta detenerse frente a su habitación. Un par de golpes firmes resonaron en la puerta, seguidos de una voz grave y cargada de sarcasmo:

"¿Puedo saber por qué el "huracán Irisha" ha mandado llamarme con tanta urgencia?" -dijo Caesar Alexandrovich Sergeyev, con un tono que dejaba clara su diversión ante el comportamiento de su prima.

La rubia abrió la puerta de golpe, encontrándose con la imponente figura de su primo. Caesar era exactamente como lo recordaba: alto, de hombros anchos y presencia dominante, con un rostro tan atractivo como intimidante. Su cabello rubio platinado, perfectamente peinado hacia atrás, brillaba bajo las luces del pasillo. Su elegante traje blanco, impecable y entallado, contrastaba con la sobriedad de la corbata negra que llevaba. Parecía una visión salida directamente de una gala exclusiva.

"Llegas tarde, Caesar." -le espetó Irisha con una mirada cortante, aunque su voz delataba una nota de alivio.

El hombre alzó una ceja, el atisbo de una sonrisa burlona curvando sus labios. Entró en la habitación sin pedir permiso, observando de reojo los destrozos que la joven había causado: cristales rotos, objetos tirados y el inconfundible aroma de perfumes caros desperdigados por el aire.

"Bonita bienvenida. -comentó, deteniéndose en el centro de la habitación y girándose para mirarla con interés- ¿Qué ha hecho esta vez el pobre diablo que se atrevió a cruzarse en tu camino?"

Irisha respiró profundo, obligándose a calmarse. Miró a Caesar con indiferencia, evaluando su próximo movimiento. A pesar de su actitud desenfadada, Caesar Alexandrovich Sergeyev no era un hombre que se le tomara a la ligera. Él provenía de una de las familias más ricas y poderosas de Rusia, conocida no solo por su fortuna, sino por su influencia en los negocios más oscuros del país. Caesar no era solo su primo; era también su mejor recurso cuando necesitaba un aliado fuerte y decidido.

"No estás aquí para juegos, Caesar. -dijo con seriedad, cruzándose de brazos- Necesito que me ayudes con un pequeño... problema."

Caesar inclinó la cabeza, su mirada grisácea analizándola con interés, como si ya conociera la mitad de la historia.

"¿Y ese problema tiene que ver con tu prometido Zhenya, por casualidad?" -preguntó con un tono de evidente burla.

La más baja apretó los dientes, su expresión endureciéndose al recordar nuevamente las imágenes de la noche anterior.

"No es Zhenya el problema. -respondió con frialdad- Es un extranjero. Ese... Kwon Taek-ju."

Al escuchar el nombre, Caesar dejó escapar una risa suave y baja, divertida y un tanto incrédula. Se llevó una mano al mentón, como si estuviera considerando lo que acababa de oír.

"Así que todo esto tiene que ver con un muchacho que se atrevió a meterse en tu territorio. Vaya, vaya, querida prima -dijo, alzando una ceja con burla.- ¿Te lo estás tomando demasiado a pecho, no crees?"

"No tienes idea, Caesar. -respondió ella con un tono gélido, clavando en él sus fríos ojos color ámbar.- Ese extranjero no solo está interfiriendo entre Zhenya y yo... Está retándome. Y ya sabes que no tolero los desafíos.

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