Capítulo 17

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El tiempo parecía haberse detenido para Kwon Taek-ju. Apenas había llegado al último piso del hotel, con el corazón palpitando de emoción al imaginar el momento en que finalmente volvería a ver a Zhenya. Durante todo el trayecto, había luchado contra su ansiedad, contra ese nudo en el estomago que no terminaba de disiparse, aferrándose con fuerza a las palabras de la castaña: "Él te espera, está ansioso por verte."

Había creído en esas palabras con cada fibra de su ser, imaginando que el ruso estaría tan emocionado como él. Por eso, al llegar frente a la puerta de la suite, apenas se detuvo a pensar. Insertó la tarjeta de acceso con manos temblorosas, sin detenerse a analizar la extraña tensión que lo invadía.

El sonido del mecanismo liberando la cerradura fue como un tamborileo en sus oídos. Con un suspiro contenido y un deseo ardiente de volver a ver al hombre que tanto amaba, abrió la puerta con rapidez y entró.

Pero lo que vio lo paralizó.

La escena que se desplegaba frente a él parecía ocurrir en cámara lenta, como una cruel burla del destino. En el centro de la habitación, sobre la amplia cama de la suite, estaban Zhenya y aquella rubia. Ambos en un enlace íntimo, sus cuerpos desnudos y entrelazados como si fueran uno solo. La rubia gemía debajo de él, con un rostro lleno de éxtasis, mientras el ruso mostraba una expresión de puro placer que Kwon Taek-ju reconocía demasiado bien.

El impacto fue inmediato, como si una mano invisible lo hubiera golpeado en el pecho con tal fuerza que el aire escapó de sus pulmones. Su corazón, que segundos antes latía con esperanza y amor, ahora parecía romperse en mil pedazos, dejando un vacío helado que se extendía por todo su ser.

Los ojos del castaño comenzaron a arder, pero no podía apartar la mirada, aunque cada segundo que pasaba era como una puñalada más profunda. Quería gritar, llorar, exigir una explicación, pero las palabras se le ahogaban en la garganta, incapaz de formar siquiera un sonido.

Cada detalle de la escena se grabó en su memoria como una cruel fotografía: las sábanas revueltas, los cuerpos enredados, los gemidos que aún resonaban en el aire. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo podía Zhenya, el hombre que juraba amar, hacerle algo tan desgarrador?

La confianza, la esperanza, todo se desmoronó en un instante, como un castillo de naipes derribado por una tormenta. Su amor, que hasta ahora había sido tan inquebrantable, se convirtió en un dolor insoportable, un peso que aplastaba su pecho y lo dejaba sin fuerzas para reaccionar.

Finalmente, Kwon Taek-ju dio un paso hacia atrás, tambaleándose como si el suelo bajo sus pies hubiera desaparecido. No podía soportar más. Las lágrimas comenzaron a correr silenciosas por su rostro mientras se giraba lentamente, dejando atrás la puerta abierta y el amor que ahora sentía como una cruel mentira.

El pasillo estaba desierto, salvo por la figura de Kwon Taek-ju, que avanzaba con pasos vacilantes, como si cada uno le costara un esfuerzo titánico. Su mente estaba nublada, atrapada en un torbellino de emociones que lo asfixiaban: rabia, dolor, traición. La imagen de Zhenya e Irisha juntos seguía grabada en su mente, como un eco cruel que no podía callar.

No escuchó los pasos apresurados detrás de él, ni notó la presencia que lo seguía hasta que una mano fuerte y familiar se cerró sobre su muñeca. El toque era como una descarga eléctrica que lo hizo detenerse en seco, congelándolo en su lugar. Era un toque que había conocido antes, que en otro momento le había brindado consuelo y calidez, pero ahora se sentía como una quemadura en su piel.

Kwon Taek-ju giró lentamente la cabeza, y allí estaba Zhenya, envuelto solo en una sábana blanca que colgaba precariamente de sus caderas. Su pecho desnudo subía y bajaba ligeramente, señal de que había corrido para alcanzarlo. Su rostro, aunque imperturbable para cualquiera que no lo conociera, mostraba un destello de algo... ¿preocupación? ¿culpa?

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