El sonido insistente del despertador cortó el silencio de la madrugada, sacando a Kwon Taek-ju de un sueño que, como era habitual, había sido ligero y sin descanso real. Sus ojos se abrieron al instante, acostumbrados a reaccionar rápido incluso en los momentos más vulnerables.
Se incorporó en la cama, parpadeando un par de veces mientras el tenue resplandor de las luces de la ciudad se filtraba por las cortinas de su habitación. Por un momento, el peso de lo que estaba por hacer volvió a caer sobre sus hombros, pero lo apartó con una rapidez que solo los años de disciplina podían otorgarle.
El día había llegado.
Después de una ducha rápida y sin ceremonias, el castaño se vistió con precisión, optando por ropa cómoda pero funcional para el largo viaje que le esperaba. Frente al espejo, ajustó el reloj en su muñeca y se permitió un momento de quietud, observando su reflejo. Su mirada era firme, casi impenetrable, pero había algo en el fondo, algo que él mismo prefería ignorar.
Tomó su maleta del suelo y dio un último vistazo al departamento. Vacío, impersonal, temporal, tal como había sido todo en su vida desde que ingresó a la OIR. Pero no necesitaba más. La rutina y el propósito eran suficientes para llenar los huecos.
El trayecto al aeropuerto fue silencioso, marcado únicamente por el sonido del motor del taxi y el tráfico matutino. Kwon Taek-ju mantuvo la mirada fija en la ventana, observando cómo las luces de la ciudad comenzaban a apagarse con la llegada del amanecer. En su mente, repasaba cada detalle de la carpeta que había estudiado antes de dormir, tratando de construir un mapa mental de lo que lo esperaba en Moscú.
Sin embargo, por más que intentara mantenerse enfocado en la misión, los recuerdos seguían acechándolo, filtrándose como un veneno lento. Zhenya. El rostro del rubio aparecía en su mente sin invitación, mezclando nostalgia y resentimiento en un cóctel amargo que no podía ignorar.
Cuando finalmente llegó al aeropuerto, se movió con la misma eficacia de siempre: facturar, pasar los controles, encontrar su puerta de embarque. Todo era automático, casi carente de pensamiento. Pero al sentarse en la sala de espera, con el boleto en mano, sintió una presión en el pecho que no pudo ignorar.
Moscú.
El pasado estaba aguardando su llegada, y esta vez no había forma de escapar.
El anuncio por los altavoces del aeropuerto marcó el inicio del embarque. Kwon Taek-ju se levantó de su asiento con la misma calma estudiada que lo caracterizaba, sosteniendo su maleta de mano con un agarre firme pero relajado. A su alrededor, las personas se movían con prisa, arrastrando equipajes y murmurando entre sí, pero él estaba inmerso en un silencio propio, imperturbable por el ruido externo.
Se dirigió hacia la fila de abordaje, su mirada fija en el frente mientras su mente continuaba trabajando en segundo plano. Cada paso que daba hacia el avión era un paso más hacia el pasado, hacia las calles heladas de Moscú, hacia el hombre que había sido y lo que había perdido.
El procedimiento fue rápido, como siempre. Mostró su pasaporte, guardó su boleto, y pronto estaba caminando por el estrecho pasillo del avión hacia su asiento. Se instaló junto a la ventana, colocando su maleta en el compartimiento superior antes de sentarse con un suspiro breve. Desde ahí, observó cómo el resto de los pasajeros iban llenando los asientos, cada uno envuelto en sus propios mundos.
Cuando el avión despegó, sintió el ligero tirón de gravedad empujándolo contra el respaldo del asiento. Observó a través de la ventana cómo la ciudad se hacía más pequeña bajo el resplandor de las primeras luces del día, hasta que finalmente quedó atrás, oculta por un mar de nubes blancas.
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COINCIDENCIA
RomanceYevgeny Vissarionovich Bogdanov era un hombre el cual su arrogancia y poder no tenía límites ¿Qué pasaría si en una misión encomendada por sus superiores conociera a alguien que fuera todo lo contrario a él? por pura coincidencia del destino, Kwon T...