Kwon Taek-ju despertaba lentamente, como si emergiera de un sueño profundo y pesado. Su cuerpo se sentía extraño, como si hubiera estado desconectado del mundo durante horas, quizás días. Sus párpados temblaron antes de abrirse por completo, pero la luz tenue de una lámpara de noche lo cegó momentáneamente, obligándolo a entrecerrar los ojos con un gesto de incomodidad.
El suave zumbido del monitor cardíaco a su lado era lo único que rompía el silencio impoluto de la habitación, una estancia elegante y espaciosa, decorada con detalles minimalistas y lujosos. Pronto se dio cuenta de dónde estaba: un hospital, pero no cualquier hospital. Todo, desde las sábanas hasta el mobiliario, delataba que estaba en un área reservada solo para personas de alto estatus.
Su mente intentaba desenmarañar los recuerdos difusos de cómo había llegado ahí, pero su concentración se rompió al escuchar un movimiento apresurado a su lado. Una figura familiar emergió de la sombra que arrojaba la lámpara.
"¡Taek-ju!" -la voz femenina era suave pero firme, con un acento ruso que no había cambiado ni un poco con el tiempo- "¿Cómo te sientes?"
Era Agnessa, su tutora y la persona que más lo había apoyado desde que puso un pie en Rusia. La misma que había manejado cada uno de sus trámites con una eficiencia impecable y que había hecho posible que tuviera cubiertos sus estudios, hospedaje y gastos de vida sin ninguna preocupación. Su rostro reflejaba una mezcla de alivio y ansiedad mientras se inclinaba un poco más hacia él.
Kwon Taek-ju parpadeó lentamente, aún algo confundido y adormilado, su voz apenas un susurro:
"A-Agnessa... ¿qué pasó?" -murmuró, sintiendo cómo su garganta raspaba al hablar.
Ella soltó un suspiro profundo, intentando recomponerse antes de responder. Su preocupación era evidente, pero una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras tomaba una de sus manos con delicadeza.
"Estás a salvo ahora. Nos diste un buen susto..." -respondió con voz calmada- "Pero lo importante es que estás despierto."
Kwon Taek-ju intentó moverse ligeramente, solo para descubrir que su cuerpo estaba demasiado débil. Frunció el ceño con esfuerzo mientras los fragmentos de la última situación que recordaba comenzaban a emerger: el hotel, la comida, el sabor nostálgico de su tierra natal... Luego, un vacío absoluto.
Agnessa lo miró con ojos atentos y suaves, como si pudiera leer las preguntas que él aún no había pronunciado.
"No te preocupes ahora. Estás en buenas manos, Taek-ju. -añadió con un tono tranquilizador- Pero dime, ¿te duele algo?"
Todavía incapaz de procesar por completo lo que ocurría. La voz calmada de su tutora era lo único que lo mantenía anclado a la realidad en ese momento, un recordatorio de que no estaba solo, sin importar lo oscuro que pareciera todo lo demás.
Kwon Taek-ju asintió débilmente ante la pregunta de Agnessa, dejando escapar un suspiro que parecía arrastrar el poco aire que aún tenía en los pulmones.
"Solo... un ligero malestar en el estómago." -murmuró con voz ronca, llevando una mano temblorosa hacia su abdomen como si el simple gesto pudiera aliviar la incomodidad- "¿Podrías... darme un poco de agua?"
Agnessa reaccionó rápidamente, soltando su mano con suavidad y levantándose de su silla con la eficacia que la caracterizaba. Tomó un vaso de la mesita de noche y lo llenó con cuidado de una jarra que se encontraba cerca. Luego, acercó el vaso a los labios del castaño, ayudándolo a beber pequeños sorbos.
"Despacio, Taek-ju." -advirtió con ternura, observando cómo él tragaba con esfuerzo- "No te fuerces."
Cuando el vaso quedó casi vacío, el joven dejó caer la cabeza de nuevo sobre la almohada y exhaló con alivio. Sin embargo, su mirada se clavó en Agnessa, buscando respuestas.

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COINCIDENCIA
RomanceYevgeny Vissarionovich Bogdanov era un hombre el cual su arrogancia y poder no tenía límites ¿Qué pasaría si en una misión encomendada por sus superiores conociera a alguien que fuera todo lo contrario a él? por pura coincidencia del destino, Kwon T...