Habían pasado dos semanas de un ir y venir constante, realizando trabajos menores que la organización le había encomendado, los cuales le servían como una perfecta coartada para cubrir sus verdaderas intenciones en Moscú. Durante ese tiempo, Kwon Taek-ju se dedicó a vigilar a Yevgeny Vissarionovich Bogdanov, tratando de obtener más información sobre sus movimientos y actividades. Sin embargo, le resultaba frustrantemente complicado seguirle el rastro. El rubio demostraba una habilidad impresionante para cubrir sus huellas, borrar registros y desviar cualquier sospecha hacia caminos que no llevaban a ningún lado. Cada día que pasaba, el castaño reconocía que el hombre al que alguna vez había amado se había convertido en un estratega implacable, alguien que sabía moverse con destreza en el oscuro juego de poder que lideraba.Lo poco que había podido reunir sobre la vida personal de Yevgeny provenía de conversaciones con Caesar, quien, gracias a sus lazos familiares con Irisha, la mujer que había sido la sombra de los Bogdanov desde los años de universidad, era capaz de ofrecer detalles sobre el entorno social del ruso. Según lo que Caesar le había contado, Irisha aún seguía a su lado, como siempre, perfeccionando su papel de la mujer inalcanzable e inquebrantable, la misma que Kwon Taek-ju recordaba con una amarga mezcla de rencor y desprecio.
Era imposible para el castaño no pensar en el pasado cada vez que escuchaba el nombre de Irisha. Era como si el tiempo retrocediera y regresara a aquellos días en los que veía cómo aquella "muñeca Barbie" manipulaba la situación a su favor, ganándose el corazón de Zhenya mientras él observaba impotente desde las sombras. Ahora, más que nunca, el pasado parecía haberse convertido en un fantasma que lo perseguía, recordándole los momentos en los que había sentido que todo lo que alguna vez había construido se desmoronaba frente a sus ojos.
Aun así, Kwon Taek-ju sabía que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por sus emociones. Su misión no era revivir viejas heridas, sino cumplir con el objetivo que la OIR le había encomendado. Aunque en lo más profundo de su ser sabía que ese objetivo no solo lo empujaba a enfrentar al hombre que había sido su todo, sino también a mirarse a sí mismo y confrontar los vestigios de un amor que aún latía, silencioso y oculto, bajo el peso de los años y las traiciones.
El castaño respiró hondo y dejó de lado los pensamientos que lo atormentaban. Había mucho trabajo por hacer y no podía permitirse distracciones. Pero en el fondo, un deseo sombrío y contradictorio comenzaba a formarse: descubrir la verdad detrás del hombre que era ahora Yevgeny Vissarionovich Bogdanov, incluso si esa verdad terminaba siendo más dolorosa de lo que estaba preparado para enfrentar.
Su reloj de muñeca marcaba las nueve de la mañana cuando Kwon Taek-ju salió de su hogar, una casa rustica pero acogedora, ubicada en un vecindario tranquilo de Moscú. Vestido con ropa casual pero impecable, caminó por el camino de entrada, cerrando con cuidado la puerta detrás de él. Su andar era calmado, pero cada paso era dado con la precisión de alguien que sabía exactamente lo que hacía. En ese momento, su destino era la cafetería donde trabajaba medio tiempo como mozo, un empleo que había conseguido por sus propios méritos, sin recurrir a los recursos de la OIR ni al apoyo de Caesar.
La casa, aunque funcional, era más de lo que había esperado encontrar cuando llegó a la ciudad. Le ofrecía un refugio, un espacio donde podía desconectarse momentáneamente de la presión de su misión. Sin embargo, había aprendido a no confiarse, sabiendo que Yevgeny, con su constante vigilancia, podía estar monitoreándolo incluso en los lugares más privados. Esa sensación de estar bajo el escrutinio del ruso lo había llevado a buscar un pasatiempo, algo que no solo lo mantuviera ocupado, sino que también lo ayudara a pasar desapercibido.
La cafetería, aunque sencilla en apariencia, tenía una alta demanda debido a su atención al público y su reputación como uno de los mejores lugares para disfrutar de un café en la ciudad. Para Kwon Taek-ju, trabajar allí era más que un simple empleo: era un respiro necesario, una oportunidad para distraerse del peso de su misión y, al mismo tiempo, integrarse en la rutina diaria de Moscú. Cada turno que completaba era una pequeña victoria, un recordatorio de que aún podía mantener un equilibrio entre su fachada y sus verdaderos objetivos.
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COINCIDENCIA
RomanceYevgeny Vissarionovich Bogdanov era un hombre el cual su arrogancia y poder no tenía límites ¿Qué pasaría si en una misión encomendada por sus superiores conociera a alguien que fuera todo lo contrario a él? por pura coincidencia del destino, Kwon T...