El eco de los pasos resonaba con fuerza en el gran salón de la mansión. El suave taconeo de los zapatos de la joven rubia de ojos ámbar, cargados de impaciencia, marcaba un ritmo irregular mientras caminaba de un lado a otro. La luz del sol atravesaba los ventanales altos, reflejándose en el suelo de mármol blanco pulido y en los objetos de cristal que decoraban la estancia. Pero la belleza del entorno no hacía nada para apaciguar el torbellino de emociones que la dominaba.
Su amiga, una joven de cabello castaño y ojos oscuros, la seguía de cerca, con cautela, como si tratara de acercarse a un animal herido que podía atacar en cualquier momento. Sabía que intentar calmarla sería inútil; la rubia estaba a punto de explotar, y lo único que podía hacer era contener el daño colateral.
"Irisha..." -comenzó la castaña en un tono bajo, casi suplicante, mientras trataba de acercarse.
"¡No me hables ahora!" -exclamó Irisha, deteniéndose en seco y alzando una mano para silenciarla. Sus ojos ámbar, que solían brillar con una elegancia envidiable, estaban ahora encendidos por una furia incontrolable.
El detonante de su rabia no era otro que las notificaciones y las fotos enviadas por su espía. Imágenes que mostraban a Zhenya entrando al departamento de Kwon Taek-ju, quedándose toda la noche y, para colmo, saliendo juntos a plena luz del día. Su mente estaba inundada de escenarios que no podía soportar, imágenes que la atormentaban y una sensación de traición que se clavaba en su pecho como un puñal.
"¡Hijo de puta!" -gritó finalmente, su voz reverberando en el salón como un trueno.
Sin pensarlo, su mano se dirigió al jarrón de flores que adornaba una de las mesas laterales. Lo levantó con fuerza y, antes de que nadie pudiera detenerla, lo lanzó al suelo con toda la rabia acumulada en su pequeño cuerpo. El cristal estalló en mil pedazos contra el suelo, esparciendo pétalos y agua por toda la superficie.
El sonido del impacto hizo sobresaltar a todos en la sala, incluida su amiga, que dio un paso atrás con los ojos abiertos de par en par. Pero Irisha ni siquiera pestañeó. Se quedó allí, respirando con fuerza, con las manos temblorosas y los labios apretados en una línea fina.
"¡No puedo creerlo!" -continuó, su voz temblando entre la furia y el dolor.- "Ese maldito... ¿Cómo se atreve?"
La castaña, todavía algo aturdida por la explosión de ira, se acercó con cuidado, tratando de no pisar los fragmentos de cristal.
"Irisha, por favor, cálmate." -dijo con suavidad, aunque sabía que sus palabras caerían en oídos sordos.- "Esto no va a solucionarse rompiendo cosas."
La rubia giró la cabeza hacia ella, con los ojos brillantes por una mezcla de lágrimas contenidas y pura indignación.
"¿Calmarme?" -repitió con sarcasmo, soltando una risa amarga.- "¿Cómo quieres que me calme después de esto? ¡Zhenya pasó la noche con él! ¡Con ese asiático! ¡Y ni siquiera intentó ocultarlo!"
La castaña suspiró, consciente de que cualquier intento de razonar con Irisha sería inútil en ese momento.
"Lo sé, pero tienes que pensar con claridad. Esto no puede consumirte así." -insistió, intentando mantener la calma frente a la furia desatada que era Irisha.
La rubia desvió la mirada hacia los restos del jarrón en el suelo, apretando los puños con fuerza. No podía soportarlo, esa sensación de que el control que siempre había tenido sobre la situación se le escapaba de las manos. Era una humillación, una traición que ardía más de lo que estaba dispuesta a admitir.
"Esto no se queda así." -murmuró finalmente, con un tono frío que hizo estremecer a su amiga. Sus ojos ámbar se alzaron, decididos, como si ya estuviera planeando su próximo movimiento- "Si Zhenya cree que puede jugar conmigo, está muy equivocado."
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COINCIDENCIA
RomanceYevgeny Vissarionovich Bogdanov era un hombre el cual su arrogancia y poder no tenía límites ¿Qué pasaría si en una misión encomendada por sus superiores conociera a alguien que fuera todo lo contrario a él? por pura coincidencia del destino, Kwon T...