Acto XXXIII: En compañía

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Lo llamé de nuevo, dándole un pequeño empujón en el hombro, intentando despertarlo. Apenas movió la cabeza, pero finalmente, con cierta sorpresa en sus ojos, se levantó.

- Es tarde - le dije, cruzándome de brazos.

Vincent frunció el ceño ligeramente, aún adormilado, y preguntó con voz ronca.

- ¿Qué hora es?

- Poco más de las once - respondí, sin moverme de mi lugar.

Un leve gesto de sorpresa cruzó su rostro antes de soltar un largo bostezo que dejó a la vista sus afilados dientes. Me quedé en silencio, observándolo por un momento, sorprendido.

Cuando intentó levantarse, se tambaleó un poco y tuvo que sujetarse del borde del sillón para no caer.

- ¿Estás bien? - pregunté de inmediato, preocupado, acercándome un poco más.

- Solo un poco mareado - respondió, con la mano en la frente.

Le ofrecí mi mano para ayudarlo, y aunque pareció dudar al principio, finalmente aceptó. Lo sostuve mientras se ponía de pie, pero un leve quejido escapó de sus labios cuando hizo un mal movimiento con su brazo fracturado.

- ¿Te lastimé? - pregunté con rapidez, casi arrepentido de haberlo tocado.

- No, tranquilo - me aseguró con voz algo apagada. - Solo camina lento, eso es todo.

- No te preocupes, yo me encargo - le dije, sosteniéndolo con más firmeza. - Tú solo apóyate en mí.

Asintió sin decir nada más, y juntos comenzamos a caminar hacia la puerta de la cocina. Sus pasos eran torpes, pero me aseguré de mantenerlo estable, incluso si eso significaba cargar con gran parte de su peso.

Cuando llegamos, la puerta estaba abierta, y las luces seguían encendidas, iluminando el evidente desorden que había quedado. Había vasos, ollas y recipientes sucios, al igual que restos de comida y basura plática en el suelo.

Suspiré al ver el caos.

- No te preocupes por eso ahora - dijo Vincent, notando mi reacción.

- Está bien - respondí sin mucho ánimo, concentrándome en sacarlo de allí.

Aceleramos el paso lo más que pudimos, pero al cruzar la cocina, Vincent comenzó a suspirar con más frecuencia, como si le faltara el aire.

- ¿Seguro que estás bien? - pregunté de nuevo, intentando mirar su rostro.

Él intentó sonreírme, aunque el gesto fue más débil que convincente.

- Estoy bien. No te preocupes tanto.

Quería insistir, pero decidí quedarme callado por el momento. Lo importante era llevarlo a su habitación lo antes posible.

Una vez caminamos por el salón y dimos vuelta al pasillo, llegamos a la escalera. Me aseguré de sujetar a Vincent con cuidado mientras subíamos, pendiente de que no tropezara o hiciera algún esfuerzo innecesario. A cada paso, su respiración se volvía más estable, pero aún parecía cansado.

Cuando alcanzamos el segundo piso, nos dirigimos directamente a su habitación. Abrí la puerta y lo ayudé a entrar. Todo estaba tan ordenado como siempre. Lo llevé hasta su cama, donde se sentó y, apenas lo hizo, se dejó caer de espaldas contra el colchón, mirando al techo con un suspiro profundo.

- ¿Te sientes mejor? - pregunté, acercándome un poco para asegurarme de que estuviera cómodo.

- Ahora mejor. No hay nada como estar en tu propia cama - respondió con una sonrisa ligera, que me hizo reír suavemente.

Chance of routine (Furry/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora