La boda

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Vestido de novia de Myndí Amaya:P; canción de la recepción
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Un mes después...
Myndí POV:
La única razón por la cual me estoy casando con el estropajo de Alberto es por su dinero; por eso acepte tan rápido la oferta de casarme con él, después de todo, es un fotógrafo muy reconocido. Me apresuré para ponerme el hermoso vestido que compré, lástima que no hubiera en verde fosforescente, se hubiera visto mucho mejor. Llegué a la pizzería de Pepe porque allí era donde me iba a casar.  Ahí nos iban a servir mi comida favorita, pizza, y al lado había una cafetería y nos iban a traer café para la recepción. Después de la cháchara del padre era tiempo de que este fenómeno me besara. La verdad yo no tenía ganas así que cuando acerco sus labios a los míos, me di la vuelta para que me lo diera en la mejilla; no quería volver a cometer el mismo error de la primera cita y besarlo. Se sintió asqueroso, como si tus labios fueran succionados por una aspiradora.

Estaba emocionada por la recepción porque íbamos a bailar mi canción favorita: kikiriki. En el salón donde iba a ser la recepción estaba sentada la familia de Alberto. Ocupando media sala, todos me miraban impresionados por mi maravilloso vestido que según el señor del taxi, parecía un pepino inflado, pero a quien le importa. Además esta mañana obligué a mi perro a comerse el anillo que me dio Alberto; era horrible y si me preguntaban iba a decir la típica historia de que se me había caído por el sifón.

Después de la pizza con café y todo el sermón sentimental de la familia de Alberto, vino el baile. Es verdad que me encanta esa canción pero la deteste en ese momento. Alberto no tenía ni idea de como bailar. Baila mejor una pulga que él. Me pisaba cada rato y me pateaba. Es decir, quien patea a alguien en el muslo bailando salsa? a menos que estuvieras bailando tap o algo así no hay razón para equivocarse de esa manera.

Alberto debe pensar que es muy galán y debo decir que no lo es. Pateaba como un caballo cualquier cosa que se atravesara por el camino. Rompió una lámpara y tumbó un jarrón haciendo que el agua que estaba en él me mojara todo el vestido. Fue un completo desastre.

Después de eso, sus amigas que por cierto no tolero ni un poco se tomaron la libertad de poner canciones, en especial esa tal Cecilia que puso: save the last dance for me y sway de Michael Bubble lo cual fueron tortura auditiva por unos minutos hasta que el tonto discurso de Alberto llego:
-Myndí, mi amor, mi querida teorema de Pitágoras, la Eva de mi Adán, La diosa griega de mi Adonis. Desde el día en que te vi parecías un unicornio volador, un arco iris andante, y ahora que estás casada conmigo te prometo escoger atuendos que combinen para ti, darte pelucas de todos los colores y servirte pizza con café todos los días. Bailaré la polka contigo todos los días, hasta que me muera. También prometo despertarte con el himno de Estados Unidos cantado al revés y al derecho, y prometo dormirte con el padre nuestro cuando me lo enseñes. Te amo Myndí Amaya, gracias.

Al salir, mi vestido no cabía por la puerta principal de la pizzería de Pepe, así que me tocó hacer lo mismo que hice al entrar: salir por el portón del parqueadero. Desgraciadamente, mi vestido tampoco cabía por la puerta del carro que Alberto había contratado para recogernos. Entonces me dijo que me lo quitara, ¿acaso estaba loco? No pude entrar tampoco en el taxi que Alberto paró porque a diferencia del que me trajo, este no tenía un baúl grande. Como solución tuve que ir en un camión que pasaba por ahí. Alberto se negó a ir conmigo porque dijo que su traje era muy caro como para ensuciarlo, así que tuve que ir sola en el camión donde no habían más que vacas.

Una familia numerosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora