Ángel.
Cuando dije que recibí un flechazo al ver entrar a Danna Moretz — así se presentó al momento que descubrió in fraganti mi mirada bobalicona — hacía énfasis en lo guapa que es, en esa seguridad que inspira solo ver sus ojos magnate que parecen pintados por el mejor de los artistas y aquel sex appeal que baña todo su cuerpo.
No pude evitar sentirme alterado hasta el punto de sufrir un infarto cuando me invitó a sentarme en su mesa, ella tiene una voz ligeramente grave y aterciopelada, bien podría fungir como actriz de doblaje. Algo en ella supo que mis intenciones iban más allá de ser cortés con una chica que parecía fuera de lugar como todo ese glamour que derrochaba con solo parpadear y de alguna manera eso fue lo que me alentó a continuar con aquellas miraditas robadas que decían más que las palabras y aquel vaivén de mi dedo índice en su rodilla que no pareció afectarle en lo absoluto.
En algún momento de mi vida descubrí que lo mejor que podías hacer al terminar una relación — dolorosa, traumática y donde te han pintado los cuernos — es simplemente gozar de tu soltería sin hacerle daño a nadie, encontrando alguien que esté en el mismo acuerdo contigo y no pase más de una diversión de ratos.
Y eso es lo que diferencia a Gwendolyne Rowell de Danna Moretz.
Por un lado la chiquilla de cabellos marrones es aquella que se desvive por el amor, se le nota en la mirada y la manera en que tomó aquel beso de borrachera, solo me confirmó mis sospechas. Ella anhela un cuento de hadas y no importa cuánto trate de ocultarlo, es una marca personal que forma parte de ella y la describe como persona.
Por otro lado, Danna está llena de experiencia a sus veinticuatro años y con un sentido tan poco común de las relaciones maritales que bien podría considerarse como aquellas chicas que solo buscan pasar un buen rato y eso está bien. Ella va más a un grupo de personas que apartan el amor del sexo, que un par de besos robados no son más que un minuto de su vida que le ha añadido una nueva experiencia.
Gwren tiene un corazón ardiente de emociones que guarda cada detallito pese a que no se le pueda describir como romántica mientras que Danna lo guarda bajo llave para poder seguir guiándose por el raciocinio, para poder engullirse en caída libre al deseo sin preocuparse de tener un corazón rato.
Y es ese pequeño detalle lo que la vuelve una joya oculta, una chica que parece buena idea para olvidar a la perra traicionera de Jane Keller sin que ninguno de los dos salga fracturado, sin que tenga que verme como un completo imbécil para admitir que apliqué el dicho de un clavo saca otro clavo.
Yo quiero olvidar a Jane Keller y Danna pasar el momento para añadirlo a su lista de experiencias, suena bien para mí, un trato tan justo que no hace falta que lo digamos, se entiende entre líneas, ella es capaz de leerme como yo lo hago con ella. Tenemos una extraña conexión pero no de esas que pintan los libros con dos protagonistas de novela romántica sino como la de un par de desconocidos que parecen conocerse de toda una vida, que se entienden a la primera hasta el punto que son capaces que intuir lo que quiere el otro. ¿Has alguna vez congeniado tanto con alguien desde el primer "hola" que solo tienes ganas de desembucharle tu vida a la primera? Así me siento con Danna.
— ¿Cómo es que un chico de veintidós es director de una empresa? — pregunta Danna, incrédula mientras se lleva su café a la boca, sus ojos no dejan de escrutarme —. ¡Parece imposible!
— Cosa de la junta directiva — contesto. La historia es aburrida del cómo llegué a ser la cara del Grupo hotelero Vancouver, teniendo en cuenta que es de los más famosos en toda Grecia, pero de alguna manera termina por asombrar a quien llegue a contársela —. Lo vieron como mercadotecnia. Imagina esto «el mayor de los Vancouver que apenas alcanza la mayoría de edad es la nueva imagen de uno de los imperios hoteleros más importantes del país », llama la atención, no puedes negarlo.
ESTÁS LEYENDO
Ángel [Vancouver #1] || ✔
Teen FictionCuando Ángel Vancouver apareció en mi vida, fue un rotundo terremoto de emociones que arrasó con gran parte de mi cerebro. No recuerdo si fueron esos ojos verdes acuosos, o aquellas pestañas rizadas; incluso no recuerdo si fue aquella voz cargada de...