Gwren.
Janette y Nine son una buena manera de olvidarme del tema de Elena por un rato. A ambas les conté sobre nuestra bronca con lujo de detalle apenas me vieron achicopalada un día después de la tragedia y ellas opinaron lo mismo: «será tu mejor amiga y lo que quieras, pero su pelea fue por algo tan infantil que parece impensable para una jovencita de diecinueve años.»
Yo coincidí con ellas en su momento — misma razón por la que dejé a Elena con el corazón desembocado —, pero después de tantos días de meditarlo caí en cuenta que a pesar de todo, nadie conoce a Elena como yo lo hago. Nadie sabe de su sufrimiento ni de sus razones, nadie sabe que debajo de esa capa de nadie-hace-lo-que-yo-no-quiero se encuentra una persona maravillosa que teme a toda costa que su alrededor se caiga a pedazos por culpa de un corazón roto.
Elena constantemente tiene esa sensación de que es una bomba de tiempo que en cualquier instante puede herir a cualquiera con un solo comentario. Por ello, la rubia jamás se ha caracterizado por su facilidad de hacer amigos o siquiera de coquetear con alguien en serio. En eso es donde las dos parecemos provenir de mundos distintos: mientras yo me siento a gusto con la gente, para ella es como su kriptonita.
Sostengo una cesta llena de pastelillos recién hechos y la coloco en el mostrador. Janette se ha lucido con la decoración que es diferente en cada uno: algunos tienen coco rayados, otros chochitos de colores, chispas de chocolate, frutas cortadas en pequeñas figurillas o purpurina comestible. Llaman mucho la atención, es probable que más que un comensal quiera llevarse uno a casa.
Nine se pasea entre las mesas como si llevase patines, se ve espectacular pese al color horroroso del uniforme. Hoy no tenemos muchos clientes y para mí es una fortuna, puedo dedicarme a los deberes mientras me encuentro en la barra... mira que me han dejado varias tareas pese a que apenas nos encontremos a principios de semestre.
Mis cuadernos se encuentran esparcidos al igual que mis lapiceros. Brooklyn no ha puesto un pie en tierra firme, lo cual me trae una ventaja gigante, él no es muy fanático de que me ponga a hacer mis tareas en horas laborales cuando bien podría estar sonriendo como idiota a uno que otro cliente que te trata con la punta del zapato.
Le concedo ese punto, es terrible no concentrarse por completo en el trabajo, pero de verdad que lo único que me apetece al llegar a casa es recostarme en el sillón junto a mi padre y ver alguna de las películas que tanto le gustan. Me ha mandado un mensaje esta mañana avisándome que ha regresado a Atenas, me alegró más de lo que hubiese imaginado.
—Tal vez podamos cerrar más temprano — comenta Nine. Levanto la cabeza de mis apuntes y le doy lo más acercado a una sonrisa —. No ha venido casi nadie acá y el clima parece que nos va a dar una mala jugada.
Por los cristales veo la ciudad. El cielo está nublado, amenazando con una posible lluvia, y apenas y unos cuántos transeúntes caminan por la avenida.
—Ojalá que sí — respondo —. Tengo muchísimas ganas de meterme a la cama.
—¿Tuviste un día pesado?
—No realmente.
Y es la verdad.
Después de terminar las clases, me pasé un rato muy agradable con Ian en mi auto. Hablamos sobre lo acontecido en los últimos días, incluso me atreví a contarle sobre mi bronca con Elena — excluyendo cualquier contexto que tuviese que ver con Ángel, o sea, casi todo —. Me gustó que me presase atención y no me saliese con el discurso barato de que todo iba a estar bien.
El problema fue cuando apareció la rubiecilla en mi radar. Estaba sola y con su bolso gigante colgando del brazo mientras revisaba el celular como una excusa para ahuyentar a cualquiera que quisiese acercársele, no se veía destrozada ni nada por el estilo, pero sin duda aquella arruga que tenía sobre la frente delataba que lo último que quería hacer era permanecer en la universidad.
![](https://img.wattpad.com/cover/40650614-288-k475016.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Ángel [Vancouver #1] || ✔
Roman pour AdolescentsCuando Ángel Vancouver apareció en mi vida, fue un rotundo terremoto de emociones que arrasó con gran parte de mi cerebro. No recuerdo si fueron esos ojos verdes acuosos, o aquellas pestañas rizadas; incluso no recuerdo si fue aquella voz cargada de...