Elena.
Cuando mis padres murieron, se hizo un escándalo del tamaño del universo. Los periódicos y revistas de economía no paraban hablar de ello y sobre la presunta herencia, mi abuela no paraba de colgar llamadas inoportunas y evitar reporteros chismosos, y mi nana hacía más allá del alcance de sus manos que ni mis hermanos y yo nos diéramos cuenta de ello.
Lástima que ella falló casi olímpicamente.
Los medios son embusteros y no dudan un solo segundo en convertir todo en un show para garantizar sus ratings, por más malo que sea. La muerte es algo inevitable, eso todo el mundo lo sabe, pero pese a ello no estamos preparados. Yo no estaba preparada y, creo firmemente, que jamás podré estarlo.
Mi mamá y papá murieron cuando yo aún era una niñita en busca de atención — vale, tal vez todavía tenga un poco de ese complejo —, y siendo yo alguien tan insegura de sí misma... bueno, la noticia bomba se convirtió en un detonante para mandarme por los suelos. Las cosas se tornaron pésimas, me escondí en un caparazón y desde entonces no me he permitido salir.
¿Has oído que las personas jodidas generalmente son serias y con misterios a su alrededor? Pues bien, no siempre es así. La tristeza y un corazón roto se pueden presentar de muchas maneras, a veces eres muy transparente — como lo es mi hermano — y otras finges todo el tiempo que estás bien... como mi caso.
Yo soy alguien feliz, sí, y sonrío todo el tiempo como si estuviese programada a hacerlo. Pero de todas esas sonrisas, menos de cincuenta por ciento son verdaderas. Los fantasmas, mis miedos, mi inseguridad y mi indudable inmadurez me persiguen, ocasionando que: o evite a la gente a mí alrededor la mayor parte del tiempo o me convierta en el peor chiste de todos.
Y el resumen de ello es que yo no soy perfecta.
Soy el claro ejemplo de alguien que huye todo el tiempo.
Y eso tal vez te frustre un poco desde ahora porque... desde aquí, comienza mí propia historia.
Hay días buenos, malos y jodidos.
Hoy es uno de los últimos.
Mi hermano llamó esta mañana para informarme sobre un asunto importante en la empresa y, como soy parte del grupo de accionistas — mis padres nos dejaron a mí y a mis hermanos prácticamente en una cuna de oro —, tengo que estar ahí.
Por una infinidad de motivos la idea de mí, la melodramática rubia, estando en la empresa, que alguna vez fue de mis padres, me pareció la peor de las ideas. No quería estar ahí pese a que debía y era mi responsabilidad, fue casi un milagro que Ángel consiguiese convencerme con unas cuantas palabras de aliento y un tonito un tanto amenazante.
Mi hermano podrá ser el hombre más predecible del mundo, pero tiene tanto encanto arraigado en el cuerpo que solo bastan unas cuantas líneas para persuadirte que la luna es de queso. Tal vez por eso es que ha sido bueno en el trabajo desde que asumió su cargo.
Refunfuñando me arreglo lo mejor que mi ánimo, tirado por los suelos por culpa de la menstruación, me permite. Yo no soy de la clase de persona que se pone lo primero que encuentra, soy del tipo que estudia el color y forma de cada prenda y se fija de si combina o no, por lo que tardé más tiempo del promedio en elegir mi vestimenta.
Opto por una falda de tubo azul marina, una blusa de botones con cuello de cascada color hueso y unas zapatillas de infarto. Admiro mi obra por varios minutos frente al espejo del baño y tras lanzarme más un piropo, intentando ignorar los insufribles cólicos que hicieron su aparición con un batazo en mi vientre, suspiro al ver mi cabello.
Yo pertenezco a ese porcentaje odiado por dios en el que cada treinta días me suelta la maldición, que yo denomino, de la de las hormonas locas. Toda yo me vuelvo un desastre tanto por dentro como por fuera: mis rizos dejan de ser rizos para convertirse en una peluca polvorosa, enredada, sin brillo y esponjada; mi piel se torna grasosa y las erupciones volcánicas hacen su aparición, los dolores me tumban al piso y los sangrados se asemejan más a una hemorragia. En resumen, por siete días — no es suficiente castigo todos mis padecimientos, ¡claro que no! — odio ser mujer.
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Ángel [Vancouver #1] || ✔
Fiksi RemajaCuando Ángel Vancouver apareció en mi vida, fue un rotundo terremoto de emociones que arrasó con gran parte de mi cerebro. No recuerdo si fueron esos ojos verdes acuosos, o aquellas pestañas rizadas; incluso no recuerdo si fue aquella voz cargada de...