Elena.
El pecho vuelve a oprimirme y pese a todo sigo tratando de levantarme de la cama me es imposible. Dejo caer la cabeza sobre la almohada y con la poca luz filtrándose en la ventana me permito observar la pintura rupestre que coloqué hace siete años en la pared de mi habitación. Es bonita. La miro con detalle y me encuentro a la sintonía de colores morados, azules y naranjas tratando de crear una puesta de sol: me creía bastante buena y era un asco.
Las montañas pintadas con oleos café y un poco de blanco al igual que un poquito de azul para los cielos, siento un poco de añoranza de tan sólo recordar mi días de "artista".
Maúllo como un gatito enfermo en la cama y me giro sobre mí misma para ocultar mis ojos de la luz y las pinturas. No quiero recordar absolutamente nada que tenga que ver con esos años.
Suena mi teléfono.
Reniego en particular a nadie y dando un perezoso giro extiendo mi brazo y lo dejo caer de golpe en el buró. Mi teléfono toca apenas mis dedos. Lo halo hacía mí y me lo llevo a la oreja después de haber aceptado la llamada.
— ¿Hola? — pregunto, llevo mi mano libre a mi frente y llevo mi cabello hacía atrás con el fin de alejar éstos de mi cara.
— ¿Elena? — una voz irremediablemente familiar invade la línea. Alejo el teléfono de mi oído y parpadeo ante la pantalla que señala "número desconocido".
— Perdón, ¿Quién habla? — por primera vez en el día me siento en la cama con la piernas cruzadas, la colcha cae sobre mi regazo y deja al descubierto mi blusa gris de escote de rombo que uso de pijama.
— Soy Vince — aquella familiaridad que irradiaba queda al descubierto. Abro la boca sorprendida y como acto reflejo miro la pantalla del teléfono. El cronómetro sigue corriendo y el icono de número desconocido sigue inscrito.
— ¿Cómo conseguiste mi número? — me sorprende el que mi voz no suene enojada, incluso con un deje de molestia, en cambio, estoy un tanto aturdida. Hombre, estoy casi segura de que Gwendolyne o Ángel tuvieron que ver con esto, ya me las arreglaré con ellos.
— Larga historia.
Bufo y como consecuencia mi flequillo sale volando por los aires, vuelve a caer en mi rostro. Lo coloco tras mi oreja.
— Bueno, eso no importa — tomo el despertador der buró y miro la hora, ciertamente es demasiado tarde pero no puedo culparme, estoy bastante decaída como para levantarme con la mejor sonrisa que tengo. El mirar la foto de mis padres no ayuda, mucho menos ver el calendario, faltan tan sólo cinco días y aún no me siento apta para afrontarlo —. ¿Qué necesitas?
— Sonará estúpido, Helena — comenta él un tanto receloso y a la vez con cierto deje de vergüenza, sin embargo, estoy demasiado distraída con su voz diciendo "Helena" que con todo lo que gira a mi alrededor —, pero tenía la necesidad de saber cómo estabas, eso es todo.
— Oh...
Parpadeo repetidas veces y por primera vez me siento un tanto mareada. Alejo las sabanas de mis piernas enfundadas en diminutos shorts y por primera vez en el día me levanto de la cama. Escucho mis piernas y brazos quejarse, siento como las vertebras de mi espaldas hacen un horrible estruendo de huesos tronados.
Camino hacia la ventana tratando de meditar mis siguientes palabras porque, hombre, hace menos de unas cuantas semanas ambos éramos un par de némesis dispuestos a atacar el uno al otro. Yo, por mi parte, estaba conforme con mi papel en la historia pero al parecer Vince Samuels no lo estaba y ahora quiere sustituir el papel por el del chico bueno que se queda con la chica tonta y triste. Yo no estoy dispuesta a dejarlo cruzar.
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Ángel [Vancouver #1] || ✔
Novela JuvenilCuando Ángel Vancouver apareció en mi vida, fue un rotundo terremoto de emociones que arrasó con gran parte de mi cerebro. No recuerdo si fueron esos ojos verdes acuosos, o aquellas pestañas rizadas; incluso no recuerdo si fue aquella voz cargada de...