Capítulo 19. Diane Stephanie Green

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Gwren.

Jamás pensé que sostener la mano de alguien podría sentirse tan natural y reconfortante, como una cálida chispa que no es capaz de incendiar toda una ciudad, pero sí abastecer de calor a unas cuantas personas. Miro por mis pestañas a Ian Trinor, quien parece ajeno a las miraditas curiosas que dejamos a nuestro paso, y sonrío con euforia al encontrarlo tan guapo como siempre.

Lleva puesta por primera vez una camiseta de botones azul marino que se le ciñe al cuerpo y unos vaqueros de mezclilla oscura que moldea sus tonificadas piernas. Me pierdo unos instantes en sus brazos cincelados que me han rodeado más de las veces que podría contar en los últimos días, son como una casa protectora que siempre me vuelve a la calma. Especialmente cuando una rubia de increíbles ojos verdes se hace presente con la apariencia de un fantasma.

Ian tira de mi brazo para acercarme y yo gustosa lo permito. Desde el día que decidimos darnos una nueva oportunidad, las cosas han ido de bien para superbién. Hemos dado vueltas por la ciudad en su preciosa motocicleta que parece sacada de una película de chicos malos, ido a comer helado, a ver películas e incluso, salido por un café con mi mejor amigo que no pudo evitar hacer las mil y un preguntas. Al final a Darren le cayó muy bien mi chico de ojos grises como el mercurio.

Nos detenemos frente a mi casillero, está a nada de sonar la chicharra y yo aún no he sacado mis libros para mi última clase. 

—He estado pensando... — inicia con aquel tonito que me hace erizar los vellos de mi nuca. Ian es la persona con la voz más atractiva que he conocido —, que tal vez podríamos ir a cenar este fin de semana.

Permanezco estática en mi sitio. Me vuelvo una estatua.

Aún no he mencionado las palabras «chico» y «citas» con mi padre y de alguna manera, una parte de mí me dice que se volverá loco. Yo no soy particularmente una chica que no haya tenido novios con anterioridad, siendo honesta tengo mucha experiencia en la materia, pero jamás lo ha tomado bien Joseph Rowell alias papá.

Ian no creo que sea la excepción.

Giro sobre mis talones y le lanzo una sonrisilla nerviosa que no podría ni convencer al niño más ingenuo del mundo. Este fin de semana tengo planes de quedarme en casa y disfrutar a mi padre el tiempo que no estemos peleando por cualquier cosa.

—Podríamos salir el viernes — vuelvo al interior de mi taquilla. Hay una fotografía de Elena, Darren y yo en la puerta de ésta y apenas la veo, aparto la mirada —. Saliendo de la universidad está bien, podría pedir el día en el trabajo.

Ian me abraza por la espalda y mi cuerpo se tensa por unos segundos. Pese a que me agrade su cercanía, es inevitable no poderme alerta cada que me sorprende con sus muestras de afecto.

—El día que tú quieras, preciosa — besa mi cabello mientras meto mis libros dentro de mi mochila —. El punto es estar contigo.

No puedo evitar las mariposas en el estómago al oír sus palabras. Tomo su rostro con delicadeza y deposito un casto beso que se convierte muy rápido en una cadena que después de un tiempo son incapaz de contar. Mis piernas se tambalean ligeramente cuando me aprieta a su pecho. Besar a Ian es como ir en caída libre. Cada segundo que pasa, todo se vuelve más incierto y sin frenesí. Me gusta.

Me aparto de él cuando escucho un silbido.

Darren mueve las cejas de arriba abajo con una sonrisa embustera dibujada en sus labios mientras se acerca a nosotros con un libro bajo el brazo y su teléfono en una mano.

Ian choca cinco con él sin soltarme, últimamente lo que menos hace es tener sus manos apartadas de mí. No es como que me quede, si fuera por mí me la pasaría pegada a él como un chicle... al menos con unos cuántos descansos de una hora.

Ángel [Vancouver #1] || ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora