Kiwi // L.S

Final

La mañana del 24 de diciembre comienza en silencio, con el suave resplandor del sol filtrándose a través de las cortinas del dormitorio, proyectando tonos cálidos y dorados por toda la habitación. Afuera, los tenues sonidos de la vida diaria flotan en el aire. Pero dentro, todo es serenidad. El dormitorio se siente como un capullo propio, lleno de calidez y con el leve aroma a canela y malvaviscos que impregna las sábanas, una mezcla de los olores de Louis y Harry en perfecta armonía.

Harry se despierta lentamente, sus párpados revoloteando hasta abrirse y encontrarse con la imagen de Louis tendido a su lado, su pecho desnudo elevándose de manera constante con cada respiración profunda. La tenue barba en su mandíbula brilla ligeramente bajo la luz, y sus labios están entreabiertos, con la expresión relajada de un hombre perdido en un sueño apacible.

A pesar de la comodidad del momento, Harry no puede sacudirse la sensación de inquietud que lo ha estado carcomiendo durante días. Hace dos mañanas, fue golpeado por una oleada de náuseas tan repentina y violenta que lo dejó doblado sobre el bote de basura, con la culpa recayendo en el simple olor del kiwi. Tan solo recordar la escena hace que su estómago se retuerza ligeramente con incomodidad.

Ha hecho todo lo posible por evitar cualquier cosa remotamente parecida a esa fruta desde entonces, pero sigue sintiéndose raro. Hay un leve mareo que lo golpea cada vez que se levanta demasiado rápido, y su cuerpo se siente más pesado de lo habitual, un cansancio constante que carga sus extremidades. Harry lo ha atribuido a los cambios en su cuerpo, asumiendo que su celo se acerca mucho antes de lo esperado.

Normalmente lo esperaría para marzo, pero este año, parece que su ciclo está cambiando. Tiene sentido, piensa, dado los cambios que conlleva ser un omega emparejado y reanudar la intimidad regular con un alfa, especialmente cuando sus encuentros con Louis han sido tan frecuentes e intensos.

Aún no le ha mencionado nada de esto a Louis, sin querer preocuparlo innecesariamente. Ni siquiera está completamente seguro de que su celo sea inminente, así que ha decidido mantenerlo para sí mismo, optando por enviarle un mensaje a su doctor para programar un chequeo de rutina. Su doctor respondió rápidamente, sugiriendo que se reúnan pronto para confirmar los cambios hormonales y, si es necesario, recetar supresores para ayudar a Harry a adaptarse a su nueva dinámica como omega enlazado.

El pensamiento de los supresores le genera una ligera duda; siempre ha preferido manejar sus celos de manera natural. Pero con las fiestas y la agenda ocupada de Louis, la idea de un celo más manejable le resulta atractiva. Si el doctor confirma que llegará antes de que termine el año, Harry planea decirle a Louis lo antes posible para que puedan prepararse juntos.

Por ahora, sin embargo, Louis sigue completamente ajeno a la incomodidad de Harry. Andy no mencionó el incidente con el kiwi, y Harry se sintió bien el resto del día, así que no hubo mucha razón para sacar el tema.

Mientras Harry yace allí, sus dedos acariciando el hombro desnudo de Louis, decide dejar de lado sus preocupaciones por ahora. Hoy es el cumpleaños de Louis, y quiere hacerlo inolvidable desde el principio.

Deslizándose con cuidado desde su lado de la cama, Harry se mueve bajo las cobijas, asegurándose de no perturbar el sueño de Louis. Las suaves sábanas de algodón se arrugan levemente cuando se acomoda entre las piernas de Louis, tomándose un momento para apreciar la vista ante él. La cinturilla de los boxers de Louis se asienta baja sobre sus caderas, revelando las afiladas líneas en V que guían la mirada de Harry hacia abajo.

Se inclina hacia adelante, presionando un beso ligero en la piel expuesta justo sobre la cinturilla. Louis se mueve levemente, un suave gruñido escapando de sus labios, pero no se despierta. Harry sonríe para sí mismo mientras baja lentamente los boxers, revelando la erección incipiente de Louis.