Capitulo 26: ¡Carpe Diem, Hermione!

488 26 0
                                    

—Me ha enviado esto —dijo Hermione, tendiéndoles la carta. Harry la cogió. El pergamino estaba húmedo; las grue­sas lágrimas habían emborronado tanto la tinta que la lec­tura se hacía difícil en muchos lugares.

Querida Hermione:

Hemos perdido. Me permitirán traerlo a Hog­warts, pero van a fijar la fecha del sacrificio.

A Buckbeak le ha gustado Londres.

Nunca olvidaré toda la ayuda que nos has pro­porcionado.

Hagrid

—No pueden hacerlo —dijo Harry—. No pueden. Buck­beak no es peligroso.

—El padre de Malfoy consiguió atemorizar a la Comi­sión para que tomaran esta determinación —dijo Hermione secándose los ojos—. Ya sabéis cómo es. Son unos viejos im­béciles y los asustó. Pero podremos recurrir. Siempre se pue­de. Aunque no veo ninguna esperanza... Nada cambiará.

—Sí, algo cambiará —dijo Ron, decidido—. En esta oca­sión no tendrás que hacer tú sola todo el trabajo. Yo te ayu­daré.

—¡Ron!

Hermione le echó los brazos al cuello y rompió a llorar. Ron, totalmente aterrado, le dio unas palmadas torpes en la cabeza. Hermione se apartó por fin.

—Ron, de verdad, siento muchísimo lo de Scabbers —so­llozó.

—Bueno, ya era muy viejo —dijo Ron, aliviado de que ella se hubiera soltado—. Y era algo inútil. Quién sabe, a lo mejor ahora mis padres me compran una lechuza.

Las medidas de seguridad impuestas a los alumnos después de la segunda intrusión de Black impedían que Harry, Abby, Ron y Hermione visitaran a Hagrid por las tardes. La única posibi­lidad que tenían de hablar con él eran las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas. A Abby no le gustó nada cuando volvió de quien sabe donde, y se enteró de lo de Buckbeak, la tuvieron que contener para que no fuera a la sala común de Slytherin a reducirlo todo a cenizas, y no le gustaba que estuviesen pegada a sus talones, cada vez era mas cuidadosa a la hora de visitar a Sirius, desde que le regaló la foto estaba mas contento. Pero no olvidaba su objetivo de buscar a Pettingrew.

Hagrid parecía conmocionado por el veredicto.

—Todo fue culpa mía. Me quedé petrificado. Estaban to­dos allí con sus togas negras, y a mí se me caían continua­mente las notas y se me olvidaron todas las fechas que me habías buscado, Hermione. Y entonces se levantó Lucius Malfoy, soltó su discurso y la Comisión hizo exactamente lo que él dijo...

—¡Todavía podemos apelar! —dijo Ron con entusias­mo—. ¡No tires la toalla! ¡Estamos trabajando en ello!

Volvían al castillo con el resto de la clase. Delante po­dían ver a Malfoy, que iba con Crabbe y Goyle, y miraba ha­cia atrás de vez en cuando, riéndose.

—No servirá de mucho, Ron —le dijo Hagrid con triste­za, al llegar a las escaleras del castillo—. Lucius Malfoy tie­ne a la Comisión en el bolsillo. Sólo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo...

Hagrid dio media vuelta y volvió a la cabaña, cubriéndo­se el rostro con el pañuelo.

—¡Miradlo cómo llora!

Malfoy, Crabbe y Goyle habían estado escuchando en la puerta.

—¿Habíais visto alguna vez algo tan patético? —dijo Malfoy—. ¡Y pensar que es profesor nuestro!

Harry, Abby, y Ron fueron hacia ellos, pero Hermione llegó antes:

¡PLAF!

Dio a Malfoy una bofetada con todas sus fuerzas. Malfoy se tambaleó. Harry, Abby, Ron, Crabbe y Goyle se quedaron atóni­tos en el momento en que Hermione volvió a levantar la mano.

La hermana de Harry Potter y el prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora