Capitulo 24: Planes secretos

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Era como si hubieran ganado ya la copa de quidditch; la fiesta se prolongó todo el día y hasta bien entrada la noche. Fred y George Weasley desaparecieron un par de horas y volvieron con los brazos cargados con botellas de cerveza de mantequilla, refresco de calabaza y bolsas de dulces de Honeydukes.

—¿Cómo lo habéis hecho? —preguntó Angelina Johnson, mientras George arrojaba sapos de menta a todos.

—Con la ayuda de Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta —susurró Fred al oído de Harry y Abby, esta gruñó al escuchar el segundo apodo, pero pasó desapercibida haciendo como que no había oido nada.

Sólo había una persona que no participaba en la fiesta. Hermione, inverosímilmente sentada en un rincón, se esfor­zaba por leer un libro enorme que se titulaba Vida domésti­ca y costumbres sociales de los muggles británicos. Harry y Abby al mismo tiempo dejaron la mesa en que Fred y George habían empezado a hacer juegos malabares con botellas de cerveza de mantequilla, y se acercaron a ella.

—¿No has venido al partido? —le preguntó Harry.

—Claro que sí —respondió Hermione, con voz curio­samente aguda, sin levantar la vista—. Y me alegro mucho de que ganáramos, y creo que lo hicisteis muy bien, pero tengo que terminar esto para el lunes.

—Vamos, Hermione, ven a tomar algo —dijo Harry, mi­rando hacia Ron y preguntándose si estaría de un humor lo bastante bueno para enterrar el hacha de guerra.

—No puedo, Harry, aún tengo que leer cuatrocientas veintidós páginas —contestó Hermione, que parecía un poco histérica

-¡Oh, vamos Hermione!-exclamó Abby exasperada poniendo los ojos en blanco-deberías seguir mis sabios consejos merodeadores-bromeó, luego al ver que volvía a ponerse a leer, volvió a exclamar-¡Carpe Diem, Hermione! Carpe Diem.

—Además... —también miró a Ron fingiendo no haber escuchado a Abby—, él no quiere que vaya.

No pudieron negarlo, porque Ron escogió aquel preciso mo­mento para decir en voz alta:

—Si Scabbers no hubiera muerto, podría comerse ahora unas cuantas moscas de café con leche, le gustaban tanto...

Hermione se echó a llorar. Antes de que Harry o Abby pudieran hacer o decir nada, se puso el mamotreto en la axila y, sin de­jar de sollozar, salió corriendo hacia la escalera que conducía al dormitorio de las chicas, y se perdió de vista. Mientras que Abby, al escuchar el nombre de la rata se había puesto de pie de un salto y dirigió su mirada castaña a la sala, recordando que tenía que encontrar a Pettingrew y... aunque a Ron no le gustase; matarlo.

—¿No puedes darle una oportunidad? —preguntó Harry a Ron en voz baja.

—No —respondió Ron rotundamente—. Si al menos lo lamentara, pero Hermione nunca admitirá que obró mal. Es como si Scabbers se hubiera ido de vacaciones o algo parecido-Abby escupió la cerveza de mantequilla cogida por la sorpresa.

No es que "Scrabbers" se hubiera ido de vacaciones, es que sabía que su final estaba cerca y había fingido su propia muerte.

La fiesta de Gryffindor sólo terminó cuando la profesora McGonagall se presentó a la una de la madrugada, con su bata de tela escocesa y la redecilla en el pelo, para mandar­les que se fueran a dormir. Harry y Ron subieron al dormito­rio, todavía comentando el partido. Al final, exhausto, Harry se metió en la cama de dosel, corrió las cortinas para tapar un rayo de luna, se acostó y se durmió inmediatamente.

Tuvo un sueño muy raro. Caminaba por un bosque, con la Saeta de Fuego al hombro, persiguiendo algo de color blanco plateado. El ser serpenteaba por entre los árboles y Harry apenas podía vislumbrarlo entre las hojas. Con ganas de alcanzarlo, apretó el paso, pero al ir más aprisa, su presa lo imitó. Harry echó a correr y oyó un ruido de cascos que ad­quirían velocidad. Harry corría con desesperación y oía un galope delante de él. Entró en un claro del bosque y...

La hermana de Harry Potter y el prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora