Capítulo XVIII

127 10 1
                                    

-¡Qué diablos! Vente si quieres.

-Muy amable -Harry lo besó en la mejilla-. Pero te perdono. Sé que estás preocupado por tu madre.
Se puso zapatos deportivos y se ató los cordones con rapidez.
Lo miró.

-¿Estás listo?

-Sí. ¿Seguro que sabes adónde vamos?

-Seguro. Tengo un gran sentido de la orientación.

-Me alegro. Yo no tengo ninguno.
Louis encendió una vela pequeña y apagó el candelabro de tres brazos. Harry apagó las velas que había dejado encendidas en la sala. Su apartamento parecía un horno. Todavía no habían empezado a correr y a Louis le corría ya el sudor por la piel.
Harry se reunió con él en la puerta. Se colocó una riñonera.

-Apaga esa vela y déjala aquí. Nos hará perder mucho tiempo en la escalera.
Louis lo tomó de la mano y le dio un beso en la boca. Harry tenía pánico a la oscuridad, pero no quería retrasarlo en el viaje hasta su madre.

-Eres un chico increíble. La conservaremos en el primer tramo de escaleras para que podamos contar cuántas hay de un rellano a otro. Si luego se apaga, podemos contar en la oscuridad.

-Buena idea -salieron al pasillo y Harry cerró la puerta tras ellos-. La escalera está por aquí.
Agarró la mano libre de él y lo condujo por el pasillo oscuro. Louis abrió la puerta pesada que daba a las escaleras. Una vez allí, apretó la mano de Harry con más fuerza.

-¿Preparado? -preguntó.

-Vamos allá.
Louis contó en voz alta las escaleras hasta el primer rellano. Sólo faltaban seis pisos más. La vela había temblado varias veces en los últimos escalones y eso que no iban deprisa. A ese paso tardarían siglos en llegar abajo.
Harry lo detuvo en el rellano del sexto piso.

-Apágala, Louis.

-¿Estás seguro?
Harry respiró hondo.

-¿Me darás la mano?

-Prometo que no te soltaré pase lo que pase.

-Entonces vamos -Harry se volvió y sopló la vela, con lo que quedaron sumidos en la oscuridad.
Al principio avanzaron con cautela y después acabaron formando un ritmo. Louis contaba en voz alta y apretaba la mano de Harry. Pronto llegarían al primer piso. No habían tardado mucho, pero seguro que a Harry le había parecido una eternidad, a juzgar por el sudor que cubría su mano.
Una ola de calor los golpeó al salir del edificio. De los tejados y las escaleras de incendios llegaban algunas voces y una mujer reía calle abajo. En la distancia sonó un claxon. La atmósfera festiva anterior había desaparecido del todo.

-Es como un cuento de hadas donde hubieran echado un conjuro, ¿verdad? –preguntó Harry.
Louis estaba de acuerdo. La ciudad que nunca dormía estaba sumida ahora en una duermevela intranquila.

-Es como el gigante dormido, ¿verdad?

-Exacto. Oye, sé que estás ansioso por llegar, pero no olvides que hay diez kilómetros y tenemos que controlar el paso. Creo que se pondrá bien, Louis. Ya está en el hospital y en buenas manos.

-Tú muestra el camino y yo te sigo.
Harry echó a correr en dirección este a través de la oscuridad, hacia Nueva Jersey, y Louis lo siguió. Al doblar una esquina, giró al norte. Louis procuraba adaptarse a su paso y corrieron juntos un rato en silencio. Sólo pasaron a unos cuantos coches y algún peatón que otro.

Necesitaba aquella carrera para calmarse. No estaba muy unido a sus padres, pero no quería que le ocurriera nada a su madre. Intentó poner voz a lo que sentía porque sabía que Harry lo entendería.

-No debería tener tanto resentimiento, Harry, pero no puedo evitarlo. Siempre han sido un grupo de dos, conmigo mirando desde fuera. Ellos se tenían el uno al otro y yo tenía mi resentimiento. Fue mi compañero durante la infancia y la adolescencia. Son muchos años y ahora me cuesta abandonarlo. Pero lo más extraño es que la quiero mucho y... -se interrumpió, pues estaba al borde de las lágrimas.
-Claro que la quieres, es tu madre. Y puedes tener mucho resentimiento, pero no implica que no los quieras. La vida es así. Nuestros padres nos fastidiaron a nosotros y nosotros lo haremos con nuestros hijos. Es la ley de la naturaleza. Pero eso no significa que no te quieran y no significa que tú no los quieras.
Sus palabras calmaban el alma perturbada de él y el calor opresivo de la noche absorbía el golpeteo rítmico de sus pasos. Louis ignoraba la mordedura de una ampolla en el talón izquierdo. Las Doc Marten no eran el zapato ideal para correr. Era increíble cómo hablar con Harry hacía que se sintiera mejor.

-¿Cómo llegaste a ser tan listo? -preguntó.
Harry no tuvo tiempo de responder. Los alumbró un foco y una voz gritó:

-¡Alto! ¡Policía!
Harry tropezó y Louis lo sujetó por el brazo. Se pararon y se quedaron esperando en la acera.
Cegados por la luz, oyeron cerrarse la puerta de un coche y unos pasos que se acercaban.

-¿A qué viene tanta prisa? ¿No es raro ir corriendo vestido de negro en mitad de una noche así? ¿Huyen de algo o alguien en particular?
Louis no necesitaba en ese momento un policía arrogante. ¿Aquel hombre no tenía nada mejor que hacer?

-¿No tiene nada...?
Harry le dio un pisotón en el pie y lo interrumpió.

-Buenos días, agente -dijo con su acento meloso del sur-.Vamos al hospital City North. La madre de Louis ha tenido un infarto. Yo no tengo coche y no hay taxis, así que vamos corriendo -Harry sonrió al policía, que seguía siendo una silueta sin rostro fuera del círculo de luz-. Sé que parece raro, pero Louis no tenía ropa de correr en mi apartamento y por eso corre vestido de negro.

-¿De dónde es usted?
¡Maldición! Hacía un calor espantoso, era una hora horrible, estaban en mitad de un apagón y aquel policía se ponía a ligar con Harry.

-De Savannah.

-Ah, un melocotón de Georgia.
Harry se echó a reír.

-Y usted parece un chico malo de Nueva York.

-Nacido y criado aquí. Eh, ¿qué les parece si los llevo al hospital?
Antes Harry había acusado a Louis de ser muy macho y él no lo había sido nunca. Pero ahora sentía un impulso irreprimible de decirle a aquel policía que se metiera a su coche...

Noche Tentadora {Larry Stylinson}Where stories live. Discover now