Capítulo 18: Encuentro Inesperado

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Sus labios sabían a miel. Sus besos lo eran. Después me di cuenta. Gerard Way estaba besándome en la ladera de una montaña camino a un lugar que ninguno de los dos conocía, completamente solos.

¿Era un sueño o una realidad levemente distorsionada para mi propio beneficio?

Me separé de él para tomar aire. Tenía un montón de nervios, mi primer beso con mi primer amor en un lugar hermoso y alejado de los demás. ¿Qué más podía pedir?

Mis nervios se acrecentaron al verlo adentrarse una vez más a mi boca, yo no quería aunque muy en el fondo lo deseaba. Deseaba que ese momento jamás se terminara, que toda la mierda que había hecho conmigo él y los demás ya no existiera, solo ese momento. Nuestro momento.

-...- Las palabras después de eso, se esfumaron. Simplemente ya no podía hablar, mi voz había volado ladera abajo junto con mi conciencia.

-Ay, Frank...- Dijo y tomó mi mejilla con su mano, era cálida.

Se respiración aun chocaba con mi cara por lo que me era difícil verlo. El vaho saliente de sus labios , con ese aire agitado, me daba ganas de volver a besarlo.

Pero, inesperadamente, se separó de mí. Así como de la nada, como si nada hubiera pasado. Se acomodó la mochila al hombro y dio un paso sin siquiera mirarme. Que raro era. 

¡Por Dios, Frank, qué te pasaba! Lo besó un chico, es obvio que debe de estar traumado. Murmuró mi mente. Y pueda que tenía razón, yo lo estaría si no fuera gay. Resignado, le seguí el paso intentando entablar una conversación.

-Gerard...- Mis labios formularon pero un pequeño sonido salió de ellos. Él miraba de frente, jamás a su costado donde yo estaba.

-Gerard, lo siento.- Dije, al fin, tomando todo el valor de mi pequeño cuerpo.- Es que te quiero...

Intempestivamente me agarró de nuevo y me besó. Esta vez un beso largo y húmedo que me dejó más baba en la cara que en la lengua. 

Su sonrisa se coló entre la comisura de sus labios. Esa sonrisa que veía todos los días pero jamás era mía, incluso en ese momento parecía que solo sonriera por satisfacción, lograr algo que jamás había hecho. 

Sus manos surcaron mi espalda acariciándola de arriba a abajo, en un vaivén que me hacía estremecer conforme se acrecentaba la intensidad del beso. Nuevamente mi miembro se sentía duro al chocar su entrepierna con la mía y yo pensaba "Joder, espero que esto no se note."

Gerard sabía como hacerme sentir bien. 

Me dejó para respirar pero yo quería más, tenerlo en mis brazos, jamás separarme de él. Sus besos eran adictivos, eran mi droga. La sustancia tóxica que jamás pensé probar hasta ese momento. 

-Será mejor que sigamos Frank.- Dijo luego de un rato mientras le daba un último y pequeño beso a mis labios.- Se preocuparán.

-¿Estás seguro?

-Al menos por mí.- Aún en esas circunstancias no dejaba de ser un hijo de puta. Me dio unas palmaditas en la espaldas y prosiguió el camino, mi corazón pareció destrozarse un poco no porque el momento terminara, sino porque en su mente jamás pasó, cuando lo hable con sus amigos será una mentira, incluso con sus hijos. Yo no soy especial ¿Cómo podía creerlo?

Caminé a su lado, casi a su mismo paso. Me retrasaba un poco con miedo a perderlo, a que acelerara el ritmo y tener que caminar solo de nuevo. Llegamos un poco retrasados pero logramos aferrarnos al último grupo. Cuando lo vieron, fue como si lo hubieran buscado por días, como un desaparecido más de las noticias. ¿Y yo? Jamia me saludó y me preguntó lo de siempre:

-¿Cómo te fueron las cosas?

Su sonrisa me mandaba a que dijera la verdad.

-¿Sabes? El mundo da vueltas.- Dije mientras caminábamos al destino final.- No creí que sucedería.

-¿Lo besaste?

Pero no respondí. Llegamos a los baños termales, estaba a punto de morirme. No podía creer que por un simple hotel muy parecido al nuestro hubiéramos caminado tanto y en tan mal clima. Aún la nieve estaba esparcida por ciertos lugares ya que el calor de la tierra llena de agua caliente la hacía derretirse. El hotel, que más bien parecía una gran cabaña, era el frontis de todo hasta donde pude ver. Entrando y pasando el hall se hallaba un patio (o sea, un prado) gigante, había cabañas esparcidas por doquier y una gran piscina al frente con el agua humeante. No era algo maravilloso pero me hubiera gustado compartirlo con Gerard, si él me lo permitía.

Los baños para cambiarse estaban a un lado cerca del hall de entrada, en un edificio de piedra muy bien equipado. La mayoría entró rápidamente por lo que estuve que hacer cola al lado de Jamia.

-¿Y lo besaste o no?- Volvió a formular la pregunta. Mi cara se arreboló.

-¿Qué quieres que te diga?- Respondí abochornado.

-La verdad.- Se sonrió.- Y la verdad es que sí.

-¿No sé como le haces para meterte en mi cabeza?

-Cariño, soy tu mejor amiga, sé todo de ti.- Me dio un empujón y fue al vestidor de chicas.- En estos momentos adoro ser mujer. 

Me entró una pequeña rabia pero tenía que esperar. Total no había tanta gente pero para mi desgracia la mochila la había olvidado en el hall y tuve que regresar siendo el último en entrar y, por ende, el único estúpido que se cambió al final. 

Saqué el trajo de baño, unas sencillas bermudas que para ese frío no sentaban bien pero al menos estaría en agua a una temperatura ideal. De todas formas pasaría el día con Jamia nadando por ahí, quizás en la piscina común del frente. 

Con esos pensamientos salí del probador directo a por mis cosas cuando una mano me cubrió la vista y me aventó al interior de este. El extraño me agarró arrinconó de espaldas contra la pared dejándome sin aire por unos segundos cuando sentí la otra mano en mi entrepierna apretando con rudeza mi pene. En sus movimientos notaba algo de torpeza pero al mismo tiempo un morbo y excitación que no había visto antes, no era alguien que venía a tratarme de marica como otras veces.

-¿Creíste que te escapabas de mí tan fácilmente, bebé?- El extraño habló a modo de susurro mientras pasaba mi mano por mi entrepierna y me aprisionaba más sobre la pared; su otra mano ahora tapaba mi boca para callar mis gritos que en ese momento pugnaban por salir.- ¿Pues qué crees? Te quiero, aquí y ahora, en este baño. Quiero oírte gritando mi nombre una y otra vez mientras me corro en ti, en tu jodido interior. Pero sé que es algo que también desearías así que... A esperar, bebé. Te veo dentro de 30 minutos en la cabaña del fondo, la más solitaria. Si faltas, sé donde encontrarte.

Y así como llegó se fue. Me dio un fuerte puntapié que me dejó tirado del dolor y mi vista aún nublada por lo que acababa de pasar. Al incorporarme me pregunté: ¿Qué rayos fue todo eso? La voz me era familiar pero en ese preciso momento no podía identificar de quien era. ¿Podía ser de alguno del grupito de Gerard? ¿Bert? Me atemorizaba la idea que un loco pervertido sexual anduviera suelto y yo prácticamente desnudo. 

Tenía que afrontarlo, si no tenía escapatoria. 

Tomé mis cosas y me fui.


Summertime (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora