Doce

3 1 0
                                    

Mónica llegó a casa contenta por la presencia de Taylor, la chica era un amor y sacaba lo peor de su querido sobrino. Si las miradas mataran. Amplió su sonrisa acomodando sus zapatos en el compartimiento. Hacía mucho calor esos días. Para la cena quizás era mejor algo frio. Emparedados con leche.

Caminó por la sala atravesando las cosas tiradas, jugaban de todo esos cuatro. Se preguntó si estarían en el patio, daba para tirarse al porche.

Ni llegó a la cocina que ya escucho los gritos extraños. Aterrada a lo que podría ser camino rápido. Ya en la puerta no supo si gritar o reír. El espectáculo era demasiado pintoresco cubriendo su boca para no entorpecer el momento.

Necesitaba la cámara.

Tina y Mica en el porche gritaban, ovacionaban a ambos chicos que en medio del patio eran una mezcla de extremidades, ropa sucia y barro. Lo increíble es que Tay le estaba ganando a Marcus en fuerza o habilidad de lucha.

Chilló la chica apoyando una mano en la tierra y con la otra enarbolo un arco. Su codo impactó con el antebrazo de su compañero de luchas que se quejó apenas soltando el agarre la espalda de ella. Suficiente espacio para arrodillarse y voltear con las cuatro extremidades.

Marcus rodó para su disgusto, estaba por darse vuelta y alzarse sobre sus pies pero Tay le saltó encima igual que un felino, agarró su antebrazo lastimado al último torciéndolo en una llave. Con eso le enterró la cara al suelo apretando su hombro también ayudada de su peso ¿Dónde aprendió a defenderse así? Para ser una delgaducha tenía mucha fuerza.

Y un flash hizo aparición perturbando el ambiente de lucha. Despejados miraron alrededor descubriendo a una burlona Mónica quien no dejaba de dar click al disparador de la cámara digital.

Taylor fue la primera en saltar a pararse sobre sus pies con el rubor sobre todo su rostro. Se había dejado llevar, su madre la mataría de enterarse. Marcus tardó un poco más escupiendo hierba y maldiciendo entre dientes por la humillación.

—Lo... ¡Lo siento Marcus! Me deje llevar. Ay, qué pena... mira mi ropa.

—Maldición ¡Tía, deja eso!

La otra rió antes de guardarla atrás suyo, no será que su sobrino le rompa el artefacto. Estaban hechos unos pinturitas.

—Oh, vamos amargado. Pelearte con PoniTay ¿Es que te volviste loco?

—Por si no lo notaste, estoy más lastimado que ella... más sucio.

—... Si, intenta salvar tu honor. Bien ¿Que paso aquí? Les dejo dos minutos y ya hacen sus peleas mixtas sin cobrar boleto.

Taylor corrió a su lado intentando arreglar su trenza. Su mirada consternada era linda pero le hacía sentir protectora. Con un pellizco en sus mejillas rogó calmarla.

Niños. Pelearse por unos dulces en mitad del patio. Una buena forma de sacar las emociones siempre que no haya heridos de por medio.

—Quiero todos los detalles... tan pronto se limpien y yo prepare los emparedados. Tú vienes conmigo y las niñas. —Llama con un gesto a sus sobrinas— Marcus deberá conformarse con la manguera.

—Como si no fuera así todos los días.

—Gruñón.

Tomó de la mano a la chica conduciéndola entre los pasillos de la casa hogareña. Una pequeña residencia de estilo Tudor con las comodidades normales como dos baños. Lo de la manguera era broma.

Para la joven sería la primera vez que se bañaba en otro lugar lejos de su ropa normal ¿Andaría desnuda por la casa o le darían una toalla? Quién sabe. De todos modos su ropa estaba un asco.

Rogaba profundamente que su madre nunca nunca se enterase de esa pelea en el barro o ya podria desperdirse de sus dulces por el resto de su vida. Tal castigo seria mas que un infierno en tierra, un castigo terrenal que la llevaria a la locura a las pocas horas.

Por una vida mas dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora