Cuatro

9 1 0
                                    

—¿Crees que haya un modo de evitar morir en manos de nuestros parientes femeninos? —Giró su mirada a la figura sentada tras un escritorio cuyas manos tecleaban velozmente.

—Me temo que no Elian... es parte de su naturaleza.

No es una respuesta que le apeteciera aceptar. Gruñe bajo dando un pequeño golpe al piso con su zapato.

—Algún plan B debes tener.

—De ser así no estaría aquí, en el ático.

Observó alrededor. Su padre tenía razón sobre eso aunque logró dejar bastante presentable el lugar tras meses de trabajo. Volvió la mirada a su progenitor quien tecleaba en la laptop absorbido por la musa de la ciencia ficción.

Volvio a gruñir caminando a los estantes llenos de libros variados en temas. Necesitaba hacer algo, su vida peligraba bastante y peor con el castigo de tres meses. Ese aviso llego a tranquilizar un poco a su hermana pero esta seguía sin hablarle. Tomó uno de psicología criminal ¿Existiría la respuesta entre esas enrevesadas palabras?

La verdad, no creía que ni Freud tuviera la respuesta a esa interrogativa sobre los instintos asesinos de las mujeres Cocoa.

Bueno... al menos faltaban 87 días para el final de su castigo.

—Anda a la cocina que Joselyn tiene un encargo para ti... y puede que termines llevando a tu hermana.

Una mueca surgió en su rostro. Fantástico, debería enfrentar a ambos dragones con solo ropa de civil.

—Si te escuchan decir eso ya puedes ir eligiendo la madera de tu ataúd.

—Papá ¡Soy tu primogenito! ¿No puedes hacer algo?

Pensativo y sin inmutarse a ese arrebato, Gendall enrolló su barbita de chivo mirando a través de sus anteojos rectangulares a su hijo de 19 años. Cada día se parecía mas a el de joven, recuerdos.

—Bueno. Las leyes de aquí me permiten entregar todo a Tay así que no veo cómo evitar tu posible muerte... —Un brillo de interes y despertar surgio en su mirada— Oh, eso me dio una idea. Papel, papel.

Padres. Resignado a una muerte prematura dejó en su lugar el libro y se dirigió a la trampilla. Tal parecía que solo tenía de aliado a Horian un perro mestizo que siempre perseguía su cola.

Por una vida mas dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora