Capítulo 19: ¡Galletas azules!

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Capítulo 19: ¡Galletas azules!

Huir.

Esa fue su principal prioridad, aún cuando sentía que ya no podía, ella corrió y siguió corriendo. Percy la había descubierto, y en su enojo consigo misma, Annabeth se preguntaba a sí misma por qué le había correspondió al beso. Simplemente pudo haberlo apartado, y ya, pero no lo hizo, porque muy en el fondo, sabía que ella sí quería aquel beso.

Ahora él lo sabía, lo peor sería que la siguiera. No, no sería capaz, ¿o sí? Pensó.

Ahora que sabía la verdad, se preguntaba qué era lo que haría. Y para su mala suerte, ambos compartían grupo. Dejando esos pensamientos de lado, ella corría y corría sin detenerse ni un segundo para respirar. Al llegar, entró de golpe a su casa y cerró la puerta rápidamente.

La escena frente a ella la alarmó, y la ira se acumuló en su pecho en cuanto vio a su madrastra levantar la mano a unos de sus hermanos menores, Matthew. Ella se detuvo en cuanto vio a Annabeth dentro.

—¿Qué haces aquí? —su madrastra la miró seriamente, con el pequeño cohibido a su lado y sobre el piso de la sala, un plato roto junto con la cena de ese día esparcida alrededor—. Ustedes dos, suban a su habitación —ordenó después a los niños, quienes obedecieron al instante.

Annabeth la miraba con el entrecejo fruncido, molesta por lo que ella había estado a punto de hacer. Había tolerado todos aquellos golpes por parte de ella con tal de que nunca fueran sus hermanastros los que salieran heridos, pero aquello había sido la gota que derramó el vaso; no lo iba a tolerar.

—Eso no importa —contestó secamente—, tú... estabas a punto de golper a Matt, ¡¿pero qué demonios te sucede?! ¡Es tu hijo!

—Tu los haz dicho, es uno mis hijos y puedo hacer lo que se me dé la gana con ellos, así que cierra la boca y no te metas, es más, vas a recoger este mugrero, así que ve empezando ahora mismo —ordenó.

—No —se opuso.

—¡¿Que dijiste?! —dijo, mirándola con el semblante furioso. Annabeth ni siquiera se inmutó.

—¡He dicho que no, estoy harta de ti y de tu estúpido maltrato, y no dejaré que les pongas una mano encima a mis hermanos! —gritó ella, sus orbes grises denotaban una chispa de furia, debido a la ira que en esos momentos estaba sintiendo. Aquella sería la última vez que Annabeth toleraría a su madrastra, y si tenía que enfrentarla, lo haría; porque ya estaba cansada de las misma vieja rutina. No iba a volver a dejarse, nunca más.

—De acuerdo, si no quieres entender por las buenas, o será por las malas —amenazó, acercándose un poco.

—¡Adelante, golpéame! Es lo mejor que sabes hacer ¿no? Pero sabes una cosa, ya nunca más me dejaré intimidar por ti, se acabaron todos tus abusos —dijo Annabeth, avanzado dos tres pasos largos hacia ella y manteniendo la postura en alto.

Ella la miraba como si lo que había dicho se trató de un chiste, sonrió a modo de burla, antes de responder. —Veamos que tan valiente eres.

Se lanzó contra ella, alzando la mano directo hacia ella, pero Annabeth logró detener a tiempo el primer golpe que, por muy poco, casi iba a dar contra su rostro. Retuvo su mano por unos instantes, antes de que su madrastra estirara de su cabello, que para su mala suerte llevaba suelto, logrando así bajar su guardia, lo que dió paso al primer golpe contra su mejilla, haciéndola retroceder.

—¡Auch! ¡Suéltame! —suplicó ella, dejando escapar un pequeño gemido de dolor, pero su madrastra ignoró sus súplicas e hizo lo contrario a ellas.

—¿Ya no eres tan valiente, eh? —se burló.

Annabeth logró librarse de ella al darle un codazo contra la cara, pero eso no fue suficiente para detenerla, logró alcanzarla de nuevo, tomándola nuevamente del cabello y

T & O es porque te odio || PercabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora