Capítulo 31

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Leila corrió, espada en ristre, directa hacia la criatura. Ésta, abrió sus alas llameantes y de sus fauces salió una llamarada de fuego rojo. La joven se agachó y rodó hasta detrás de una roca para evitar el fuego, pero era tan ardiente que notó como el calor le dejaba la piel de la cara tirante y seca. Levantó la roca con la mente y la disparó contra el monstruo, y le dio en toda la frente. Éste, sacudió la cabeza aturdido, y cuando pudo mirar, Leila ya corría disparada por entre sus patas y le atravesaba el vientre. La sangre, espesa y caliente, bañó entera a Leila y le hizo resbalar más de una vez cuando intentaba escapar de la bestia, pero logró salir intacta y refugiarse tras otra roca. El monstruo, en ved de morirse por un corte así, se estiró en el suelo con la barriga mirando hacia arriba, y se quemó el estómago con una llamarada. Cuando acabó, de su herida sólo quedaba una fea cicatriz ennegrecida. Leila estaba atorada: ¡El monstruo se había cauterizado la herida él sólo!

¿Cómo podría pelear con fuego contra un bicho de fuego que además se curaba con fuego? A parte de que parecía un trabalenguas, era algo imposible. Los magii la estaban retando. Podía imaginarse claramente a algunos de los más repelentes, cómo Leónidas o la Sabia, carcajeándose por no saber qué hacer, o al misterioso Ángel, con esa sonrisa de medio lado por saberlo todo, cómo si hubiera sido él quién hubiera creado a la criatura y la hubiera puesto allí para que Leila la venciera, o que sucumbiera frente a ella.

Leila anduvo hasta delante de la bestia, a una distancia más que prudencial, con la criatura aún buscándola, hasta que la localizó con sus grandes ojos dorados. Leila se concentró en esa mirada, e intentó meterse en la mente de la criatura. Se concentró hasta que la cabeza le fuera a explotar, y logró abatir las defensas mentales del monstruo, y le metió en su cabeza, tanto que pudo sentir todo lo que sentía la bestia:

"Miedo: Había nacido en un mundo en el que era un ser pequeño, una presa de los muchos depredadores del lugar, en una tierra el cielo de la cual era siempre gris y la tierra roja, dónde llovían cenizas a todas horas y el agua no existía"

"Rabia: Todo su mundo había desaparecido, tragado por una oscuridad venida de un remoto lugar, todos sus parecidos tragados por ella, él también si no hubiera sido un cobarde y hubiera huido"

"Confusión: Había viajado por muchos mundos buscando un hogar, pero nunca encontraba lo que buscaba. Estaba perdido, era un extraño venido de una tierra de fantasmas"

"Victoria: Al fin, había encontrado algo, un tesoro que le haría vencer. Para que nadie se lo arrebatara, se lo había tragado, y allí seguía, en su cuello, una joya ardiente que le había convertido en un ser poderoso y de terror. Ahora él sería el depredador, y los demás, las presas."

"Dolor: Pero todo tenía un precio. Cada vez que expelía fuego, la piedra le ardía la garganta y le quemaba por dentro. Quería quitársela de encima, pero cómo?"

Leila al fin tenía su respuesta: En el cuello estaba su punto débil. Pero no podía matarla. No se lo merecía. Había tenido una vida difícil y ahora estaba atrapada en ese agujero oscuro. Pero estaba segura que el monstruo la mataría a la mínima oportunidad que tuviera. Pero Leila lo intentaría. Cuando la confusión de que alguien le hubiera husmeado la memoria hubo pasado, empezó a trotar hacia la joven. Ella, en ved de huir y esconderse, corrió de cara al monstruo, y cuando éste la intentó asar, con toda la fuerza de voluntad que pudo, creó un pasillo entre las llamas, y cuando hubo cruzado, saltó con todas sus fuerzas al cuello de la criatura. Un géiser de agua ardiente, le hizo de escalera hasta su cuello, y cortó la piel hasta que vio el premio: una gema morada brillante del tamaño de un melón grande. La gema cayó al suelo, y se partió en mil pedazos con un ruido sordo.

Y con la gema, toda la cueva desapareció, y el ruido ensordecedor de aplausos llenó sus oídos. Se encontraba en un estrado, rodeada de cientos, puede que miles de magii la miraban desde todas partes. Luciel subió al estrado, y con su voz amplificada mediante la magia, dijo:

-Bien, me parece que Leila se ha ganado el puesto, ¿no creen?

Un rugido ensordecedor confirmó la opinión de Luciel.

Éste, cogió la muñeca de Leila, la alzó como si fuera la campeona de un combate de boxeo y dijo:

- ¡Bienvenida al COMI, Leila Moon, del Clan de Atlantis!

Nada es lo que esDonde viven las historias. Descúbrelo ahora