Capítulo 26

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Antes de ver el juicio, Leila tenía miedo. Al entrar por la sala, casi se desmaya.

Habían estado unas seis horas metidos en aquellas frías jaulas colgantes en las mazmorras, y el tiempo que Leo no estaba distante y pensativo, le había explicado a la chica cómo funcionaba el derecho y  la ley magii. "Es muy sencillo" -Había dicho. -"Los magii se limitan a ver las pruebas e interrogar a los testigos, que están obligados bajo hechizo a decir la verdad. El jurado, carente de sentimientos humanos cómo empatía o corruptibles de cualquier manera, dicta un veredicto, y el juez, uno de esos celestiales. -Los hombres alados que vestían de soldado. -Dicta sentencia. Si no hay testigos claros y está asegurado que el acusado ha quebrantado una de las leyes, se revisa el libro y se dicta sentencia conforme la ocasión. Rápido, sencillo y eficaz.

 -¿Y el acusado no tiene defensa? -Se extrañó Leila.

-Pues claro, pero no puede hacer mucho más que negociar la sentencia. El pueblo magii es un pueblo que se toma la justicia por su mano, Leila. Si te hieren, les hieres, en caso de asesinato, dudo que los soldados puedan arrestar al criminal antes de que algún familiar o amigo lo haya matado ya, y haya huido lejos. Y si lo pillaran puede que salga libre, si apela a las Leyes Antiguas.

-¿Leyes Antiguas?

-Sí. Un conjunto del reglamento anterior a la caída de las Cuatro Ciudades, y unas cuantas leyes posteriores, de las grandes civilizaciones. Matar estaba permitido en caso de venganza.

-Leo...-Leila estaba muy extrañada con el comportamiento de su mejor amigo. No la había mirado a los ojos durante todo el rato, miraba por entre los barrotes, cómo si evitara mirarla. Quería preguntarle si le pasaba algo, aparte de que estaban encerrados en una jaula, claro. Pero tenía miedo de saber la respuesta. -¿Es muy grave lo que hemos hecho?

Un suspiro, un cambio de postura y a mirar otra vez entre los barrotes precedieron a la respuesta.

-Es muy difícil de explicar. Si hubiera matado a alguien, puede que fuera menos grave que esto.

-Intenta explicármelo. -Dijo Leila.

-Los luz emergente no siempre han estado mal recibidos. Antes, cada vez que uno de ellos aparecía, se hacía todo lo posible por ayudarle. Los magii sabían que de esa persona dependía que el mundo se salvara o no, y lo convertían en un guerrero: tenía los mejores entrenadores de artes marciales, los más poderosos profesores de magia, las mejores monturas que se podían conseguir y los materiales para sus armas y armaduras más raros y exquisitos. Tal era el poder mediático de un luz emergente, que todo lo que salía de su boca se hacía realidad. Si afirmaba necesitar un ejército para salvar la humanidad, se lo daban. Si pedía sangre para un sacrifico, corrían ríos de sangre para complacerle. Muchos son los luz emergente que lograron ser reyes en su vida, o grandes ministros de uno. Pero los luz emergente se dieron cuenta de sus beneficios y descuidaron su deber sagrado. Se convirtieron en poco más que unos avariciosos, que iban de festín en festín cebándose como cerdos; y los magii también acabaron resintiéndose con ellos, pues poco hacían por intentar aparentar un poco de interés, y un día, uno de ellos dio con una sangrienta solución: ¿Si un luz emergente es signo de la oscuridad que se acerca, si lo eliminas, la oscuridad se irá, verdad? Pues ese fue su veredicto: a partir de aquel momento se ejecutó a cualquier que demostrara ser un luz emergente. Así los magii vivían en paz y la oscuridad se mantenía a raya. Si alguien intentaba defender a uno de ellos, se convertía en un traidor a su pueblo. Supongo que a ti te condenarán al olvido, una existencia al margen del universo, donde nadie pueda verte ni oírte, y a mí, por ayudarte, me empujarán derecho a las tierras de los muertos.

Leila estaba helada del miedo. ¿ De verdad habían hecho eso los magii? Pero el problema de verdad eran los luz emergente, por convertirse en poco más que unos niños consentidos. Leila jamás haría eso.

Nada es lo que esDonde viven las historias. Descúbrelo ahora