Capítulo 3

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- ¿A que te refieres con aquí? -le pregunta ella.

 Se le han quitado las ganas de darle las gracias por salvarle la vida, y ahora está de mal humor

-Antes pensaba que esto era un sueño, pero creo que me equivoco. ¿Dónde estoy? -Leo suspira, mira a los lados y hacia arriba, cómo hace cada vez que se agobia.

-No tengo ni la más remota idea de cómo has llegado aquí, pero has logrado alertar a todos los monstruos del bosque de que estás aquí.

 Los lobos gigantes son sólo lo primero, y sí te preguntas porque iba la señora Haggins montada en ellos te lo diré: Es una Berserker, una cazadora salvaje. Tengo que llevarte a la academia para ver qué ha pasado.

-Bien, al menos no tendremos que andar. -dice ella

-No sé cómo lo he hecho, pero mira mi... -mira a los lados, desconcertada

-¿Y mi perra?

-Sí te refieres a eso en lo que ibas montada, ha vuelto a tu casa. Una de las habilidades de los lobos gigantes es la de mandar con un ladrido a sus enemigos a su lugar de origen, así que ha vuelto a su tamaño Leilal y está en casa. Vamos, súbete.

-¿Subirme a eso? -Dice, desconcertada -¡Me puede arrancar la cabeza de un zarpazo!

-Igual que la mitad de cosas que viven en el bosque. Para tu información, se llama Pit, y le gusta que le traten bien. Venga, sube rápido. -Ella se sube a con cuidado al gato y a la que este empieza a trotar por el bosque, se agarra fuerte a la cintura de él. Cada vez van a más velocidad, hasta que llegan a un profundo acantilado, y el gato gigante, sin pensarlo dos veces salta. Leo grita de puro placer, Leila, en cambio, de puro terror, y justo cuando parece que vayan a estrellarse contra el suelo, Pit abre sus enormes alas cobrizas y planea por otro nuevo bosque, hasta que los árboles se vuelven tan juntos que tiene que ir trotando.

"Este bosque no es normal", piensa Leila. Los árboles parecen mucho más viejos, y se alzan como columnas hacia el estrellado cielo, que apenas se ve entre las espesas y frondosas ramas de los árboles. Las setas parecen relucir con colores forforescentes, y unas misteriosas luces blancas, demasiado grandes para ser luciérnagas, flotan por los bosques. Al final, llegan a un claro en el centro del cual hay una charca circular, que refleja la luz de la luna llena. Otra vez, haciendo que el corazón de Leila vuelva a  subir hasta su cuello, Pit se lanza de cabeza a la charca, pero los tres ni siquiera se mojan, están secos y frescos en la cima de una colina, y a lo lejos se divisa una ciudad.

 -Leila, bienvenida a Yorkshire en su versión... digamos especial. –Dice Leo con un tono un tanto maravillado.

Nada es lo que esDonde viven las historias. Descúbrelo ahora