Capítulo 34

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Después de que el Golem se formara por segunda vez, Leo estaba desesperado.

Después que todos corrieran hacia los lados para evitar el primer pisotón de ese pie de la talla 200, el equipo se había puesto en acción con una coordinación y precisión envidiables: Leila y Alex, hombro con hombro lo habían empezado a asar con sendas llamaradas, Selena, un poco más atrás, bloqueaba sus proyectiles (Más que nada pedazos de barro que se le escapaban y se convertían en dura roca de camino al suelo) con dardos congelantes y cortinas de agua. Ben, desde otra perspectiva, intentaba desarmar la criatura utilizando todos los recursos que le daba la sala: Le lanzó antorchas al cogote, sillas a los muslos y sillones a los talones; y alguna estantería a la cabeza, pero pronto todo empezó a quedarse adherido a la espalda del Golem, lo que le dio un aspecto de puercoespín.

Leo, por su lado, había comenzado a recorrer como un loco la biblioteca. Había peleado contra un par de Gollems antes, pero medían medio metro y un simple encantamiento explosivo los hacía pedazos. Éste era diferente: El primer Golem, creado por un rabino maestro del elemento de la Tierra usando magia jamás vista antes, la magia prohibida de crear vida. Los otro Gollems eran diferentes, simples montones de barro moldeado con forma humana -o animal, si se prefería- y animados temporalmente con la magia de un magii medianamente bueno. Éste, al contrario, estaba vivo, era independiente de su creador, muerto muchos años atrás. Leo tenía la ligera sospecha de que en verdad, hubiera logrado la inmortalidad de alguna macabra forma y estuviera escondido en algún lugar del amplio laboratorio, pero se equivocaba. Había topado con lo que quedaba de él sentado en una silla, escribiendo un manuscrito que jamás se vería acabado, y al intentar cogerlo, todo, autor y obra, se habían vuelto polvo.

Seleccionó un pergamino atado con una cinta de cobre de una estantería y pasó a la siguiente. Una explosión en la zona de batalla, un temblor y seguidamente un fuerte "¡Chof!" retumbó por toda la sala. Se asomó un instante para ver lo que había pasado por un momento estuvo aliviado. Todos su amigos estaban aparentemente bien, pero de la colosal estatua sólo quedaban las piernas: el resto estaba esparcido por toda la zona: barro colgando del techo, barro cubriendo mesas y sillas, barro pringando pergaminos y libros, y barro en la ropa y el pelo de sus camaradas.

Pero el barro no se estuvo en su sitio mucho tiempo. Pronto, empezó a descolgarse del techo y las lámparas, los chorretones del suelo y los mueble se retorcían y volvían a los pies de la criatura como si de gusanos y serpientes se tratara, y el que cubría a sus amigos voló hacia los ríos de barro fresco que cubrían el suelo. Pronto, el Golem volvió a tener torso, segundos más tarde, brazos y al final, otra vez esa cara de rasgos toscos y salvajes, y volvió a atacar.

Leo salió de su shock por ver a la criatura renacer y siguió buscando entre las estanterías: un sinfín de libros, en una infinidad de lenguas, pero todos cosas que le eran infinitamente inútiles: que si magia para tener limpio un hogar, las buenas maneras del buen judío, hechizos que no rompan las reglas del Sabbat..."¿Y un tipo así usó magia prohibida?" pensó Leo mientras maldecía por dentro que las estanterías no estuvieran ordenadas por tipo "¿Dónde estará el Manual de Creación de Criaturas de Barro Pringosas e Indestructibles? o,... ¡ qué más da! ¡¿Dónde está?!"

Volvió a mirar hacia el centro de la sala, dónde una verdadera guerra se estaba librando: Leila había encantado montones de hojas, libros y pergaminos junto con algunos trozos de muebles rotos para crear humanoides que se peleaban con las piernas del monstruo, pero sin éxito. Ben había convertido una mesa en una planta viva, con largas lianas que se retorcían como tentáculos e intentaban atar los brazos del gigante de barro y se quedaban pegadas haciendo que éste pareciera un parterre de hojas y barro. Alex y Selena, en cambio, atacaban en una letal dualidad de fuego y hielo que mantenía al Golem bien entretenido. En un momento dicho, Selena lanzó cual jugadora de baseball una bola de nieve al pecho de barro de la estatua, que se hundió y poco después explotó como una gran estrella de hielo, volviendo a deformar a la criatura.

Pero nada, todo volvió a su sitio al cabo de poco tiempo y la batalla continuó. Leo, ya harto, se dirigió hacia la última de las estanterías y cogió un pergamino con un tono ligeramente verde. Empezó a leer el título:

"Conjuro de la Mirada de Medusa"

En el margen y escrito con una letra diferente al resto, cómo si hubiera sido hecho a toda prisa, rezaba: "Para detener al Golem. Luego, destruir pergamino boca"

-¡Chicos he encontrado la manera! -El joven corrió hasta el barullo del centro de la sala, pero algo iba mal. Ben y Selena estaban inconscientes en el suelo y Leila trataba de ayudar a Alex, que había sido cogida por el monstruo y se intentaba soltar con rodas su fuerzas.

Leo no se anduvo con cuidado. Desenvainó, y rápido cómo un rayo, le cercenó la mano al Golem, cosa que hizo que Alex cayera sana y salva al suelo. Después, gritó:

-¡Tapaos los ojos! -Y abrió el pergamino, leyó rápidamente el hechizo y miró a los ojos de la bestia. Su mirada se convirtió en un rayo de luz verde que tumbó a la criatura y la convirtió en piedra. Después, corrió hasta la cabeza, Y la destrozó hasta encontrar el pequeño pergamino negro, que quemó, y con él, todo el Golem se hizo pedazos.

-Esa mirada seductora... ¡ya decía yo que dejarías a alguien de piedra! -Dijo Ben.

-¿Ha muerto? -Preguntó Selena mientras le daba una patadita al montón de piedras.

-Sí pero...-Lejos se escuchó cómo se rompían unos cristales-Nuestro revivegolems huye con el pergamino, ¡Vamos!

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2015 ⏰

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