Capítulo 21

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A Leila, el estómago le dio un vuelco: ¿Ella debía evitar que dos mundos, uno que conocía y otro que acababa de descubrir volvieran a fusionarse? Imposible. ¿Por qué todo le pasa a ella? No llevaba ni veinticuatro horas en ese lugar y ya le habían intentado matar dos veces, había volado sobre criaturas que en Inglaterra sólo se ven pintadas en cuadros y había viajado a través de un espejo que te deja expuesto y vulnerable y puede matarte, por no hablar de que se había tirado desde la cima de la torre Eiffel y casi muere convertida en una mancha anónima más aplastada en el pavimento. Aunque también había ido de compras a París con sus amigos, y la gran mansión del acantilado era genial. Este mundo tenía todo lo que tiene el otro, y además, con la magia, te daba un abanico de opciones más para hacer cosas, y todo era mil veces mejor.

Y también estaban sus amigos: Ben, Alex, Selena y Leo. Todos ellos pertenecían a ese mundo, y llevaban una vida paralela conforme a su vida mortal, defendiendo al mundo de todos los peligros que aguardan en las sombras, haciendo honor a ese sacrificio que los ancestros hicieron por todos. Su labor sería en vano si los dos mundos, mágico y mortal, colisionaban en uno solo. Ella podría evitarlo, estaba metida hasta el cuello en esto y no iba a huir.

Suspiró:

-Vale, ¿Qué debo hacer?

Luciel se puso en pie y cogió su báculo. Después, con toda la calma del mundo, tanta que llegó a ser irritante, cogió el manto y se lo ató a la espalda, se lo ajustó sobre los hombros y entonces, se dirigió a la joven:

-Así no puedes hacer nada. La magia involuntaria es increíble, y nunca he visto tanto poder en una persona, pero es insuficiente. La luz emergente es un arma de doble filo: puedes hacer grandes cosas con ella, pero no es un escudo. Te ha salvado hasta ahora, pero cuando más la necesites, créeme, te va a fallar.-Soltó un suspiro que desprendía preocupación, se dirigió a las puertas de la sala y se giró para continuar.
- Necesitas entrenamiento. Una multiarma es una gran herramienta, pero aún no has ni rascado la superficie de lo que puede hacer. Y también tienes mucho que aprender en cuanto a magia se refiere. Empieza por elegir uno de los cuatro elementos básicos, y desde allí podrás hacer cualquier cosa. Te recomiendo el agua, es el más prudente y a la vez adecuado de los cuatro. Pero todo eso te lo pueden enseñar bien tus amigos. Has venido al templo para ser magii de pleno derecho, y eso quiere decir que debes recibir tus dones. ¡Sígueme!

Bajaron por muchas, muchísimas, demasiadas escaleras. Leila era una gran deportista, pero sin duda bajar tanta escalera no debe ser bueno. Hacía como mínimo mil peldaños que habían dejado atrás los pasillos de mosaicos labrados y grandes ventanas, y ahora avanzaban por unas empinadas y resbaladizas escaleras excavadas en la piedra, con el techo del túnel a un palmo de su cabeza, e iluminadas tenuemente por antorchas de un fuego amarillo enfermizo.

Durante el descenso, Luciel y Leila habían tenido tiempo de sobras para hablar y aclarar varias cosas. Ahora, Leila sabía que iban a visitar a una anciana llamada por todos La Sabia, temida y venerada a partes iguales.

-Es un ser orgulloso y antiguo, Leila. No entiende el sarcasmo ni la ironía y se enfada fácilmente. Su aspecto... No es imponente pero cometerás un error garrafal si la subestimas. –Dijo Luciel.

También habían aclarado el tema de esos "dones", como los llamaba Luciel. Los dones eran unas facilidades, esa era la palabra exacta para definirlos, que el templo daba a los magii para hacer pequeñas cosas sin usar la magia. Cosas como hacerse invisible, volar, respirar bajo el agua o poder ver a través de las paredes eran algunos de ellos.

Nada es lo que esDonde viven las historias. Descúbrelo ahora