Capítulo 4

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-Contempla la ciudad como más me gusta verla -Dice Leo, que ahora se ha bajado de la montura y la lleva de las riendas. Ella se queda sorprendida. La ciudad debe de ser más pequeña que antes y parece más brillante. Las calles, pavimentadas con algo que parece oro, están bordeadas por amplias calzadas con árboles, y las casas (bloques de pisos blancos con los tejados rojos y patio central) están repartidas uniformemente por toda la ciudad. En el centro de la ciudad hay un gran parque en el que destacan dos edificios grandes, y también hay una plaza llena de tenderetes de colorines. Todo está limpio, y hasta el cielo parece más azul.

-Vaya… -Dice ella sorprendida.

-Esto es magnífico.

-Pues espera a ver quién está en la academia -le contesta

-Vamos allá.

Después de llegar a los límites de la ciudad y empezar a andar por las calles, Leila decide que no quiere irse de allí jamás. La gente pasea por las calles vestida con ropas de colores brillantes, y las mascotas son de lo más peculiares: tortugas gigantes con gemas en el caparazón, águilas de tamaño enorme que tienen un ligero tono dorado, y perros como el suyo, pero que corren por el aire como por el suelo. ¡Todo es genial! Como sacado de un cuento…

Pero de repente, la voz de su acompañante la saca de su distracción.

-La academia. -Y le señala un edificio hexagonal y escalado de 5 plantas bastante grande, con una cúpula en el último piso. Todos y cada uno de los pisos relucen con el color del oro

-Vamos a ver si sabemos cómo has llegado hasta aquí.

Pero entonces, una voz que conoce bien les llama

-Leo, ya estás de vuelta! Y  a quien llevas con... pero ¿cómo puede ser? ¿Qué hace ella aquí?

Nada es lo que esDonde viven las historias. Descúbrelo ahora