Capítulo VIII: 'jode que ya no sea mía...'

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Habían pasado unas semanas desde el encuentro que tuvimos, semanas en las que no he podido dejar de pensar en sus palabras, en el rencor que guardaban, en sus ojos, en su mirada que me decía lo contrario, lo que yo hubiera querido esperar de él.

Lo peor de todo es que desde que llegué estoy viviendo en el pueblo, nos separan unas calles, unos minutos, es irónico cuando hace días nos separaban kilómetros y horas. En este lugar tengo todo lo que quiero a mis amigos, a mi familia y Ana me acompaña en cada momento. Ya parece más de mi familia que de la suya, y la entiendo ella quiere estar cerca de su novio como cualquier pareja. Y no temo a decir que me dan envidia, envidia de la buena porque ellos si consiguieron superar todos los obstáculos, cosa que nosotros no hicimos.

Estas semanas he podido descubrir más cosas de Eric. Por ejemplo me he enterado que opto por ir a la universidad, y que ahora en verano trabaja en un bar de camarero y toca la guitarra por las calles de la ciudad y consigue dinero para la universidad y para sus gastos. También he descubierto que nunca se separa de su moto, creo que es la única amiga que ha conservado estos meses y que se dedica a correr por la carretera sin ningún tipo de miedo a morir...creo que después de todo ya nada le da miedo...ni la muerte.

He querido ver a su hermano, pero he tenido miedo de hacer por varias razones porque Eric no quiera que lo vea, porque me aparte de él o incluso que César me rechace... Ana me ha dicho que soy tonta porque ese niño me adora y que aunque pasara una vida entera lo seguiría haciendo.

Íbamos tomando un helado de camino a la plaza, Ana, Max y los chicos. Cada tarde salíamos hasta las tantas y se nos pasaba el tiempo volando, es increíble lo maravillosa que a veces llega a ser a la amistad. Cuando de repente entramos en la plaza y en un banco estaban sentados César y Eric, no tarde ni un segundo en ponerme nerviosa. Nosotros los habíamos visto pero ellos a nosotros no hasta que Max se acercó a ellos y los saludó. Entonces pude ver como el pequeño de ojos castaños levantaba la cabeza y me miraba con esa sonrisa traviesa que tantas veces me había alegrado la existencia y en pocos segundos estaba en mis brazos.

-Mi niño, no sabes lo que te he echado de menos-dije abrazándolo tan fuerte como podía-perdóname, perdóname cariño-dije llorando sin parar- por favor....

Él solo se limitó a separarse de mí y con sus pulgares limpio las lágrimas que habían arrojado mis ojos y con sus pequeñas manos acaricio mi cara y pude ver como una lágrima se escapaba también de su ojo.

-No tengo nada que perdonarte Ainhoa, tú no tuviste la culpa de nada...-dijo mirando mis ojos-aunque el tonto que está ahí te haya dicho lo contrario, no sabes las ganas que tenía de verte... -dijo abrazándome de nuevo.

-¿Sabías que había vuelto?-pregunté intrigada.

-Lo supe en el momento en el que mi hermano llego a casa y su mirada había cambiado, por un momento pude ver al Eric que era mi hermano ¿sabes?-dijo sonriendo y no había cosa más bonita que verle sonreír.

-César entre él y yo ya no hay nada, ni una amistad-dije agachando la cabeza- tú hermano me odia...

-Él no te odia, solo que se ha convertido en un prepotente de mierda, que solo se quiere a él mismo y a veces que ni siquiera lo hace-dijo mirándome a los ojos-desde que murió mi madre no me ha dado un abrazo, mi me ha dado un beso, ni me ha llamado campeón-dijo llorando- Ainhoa, echo de menos a mi hermano...

-No pasa nada mi niño, él se dará cuenta de que te necesita...-dije abrazándolo de nuevo.

-Está aquí conmigo porque mi abuela ha venido hacer unas compras y la hemos acompañado...-dijo mirando a Eric, que hablaba con los chicos-sino estaría encerrado en su habitación...

La casualidad más bonita de mi vida (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora