Capítulo XIII: 'el amor lo puede todo...'

766 54 5
                                    

Había sido una de las peores semanas de mi vida. Después de lo que pasó la noche en que llegó Dani no volví hablar con Ainhoa. Llevaba ya una semana trabajando en mi casa, cuidando de mi hermano pero había intentado no cruzarme con ella, no hablarle y menos mirarle porque sus ojos eran mi debilidad y sabía que si los miraba pronto volverían acabar conmigo, como una vez ya lo hicieron.

Estaba enfadado con ella, con el mundo, conmigo mismo pero sobre todo con mi corazón. Porque siempre que ella estaba a mi lado él volvía a convertirse en un tonto y no el corazón duro que hice creer a la gente que tenía a mi lado. Pero es que ella me hacia ser yo, sí yo. Eric, el chico sonriente, alegre, amigo de sus amigos...él que luchaba por conseguir lo que quería sin importar lo que dejaba atrás. Él que se preocupaba por las personas a las que quería, él que luchaba con viento y marea por defendedlos...él que no se rendía ante nada y ante nadie.

Y quería a volver ese chico, pero por otra parte me daba miedo porque siempre que era feliz llegaba algo que me jodía la vida. No sabéis bien como echaba a mi madre de menos, no sabéis lo que daría por un consejo suyo en estos momentos, por un abrazo de ánimo de ella o por un beso como solución al problema. Perder a una madre es lo peor que le puede pasar a alguien de mi edad, perder a la persona que te dio la vida, con la persona que creciste al lado, la persona con la que más discutiste en tu vida y con la que más reconciliaciones viviste y no sabéis lo que duele no tener a nadie que llene ese vacío, nadie...ni siquiera Ainhoa.

Estaba en mi cama recordando la última conversación que tuvimos y no pude evitar cerrar los ojos y revivir ese momento.

*FLASHBACK*

Estaba en la sala de espera, no podía con los nervios que tenía en mi cuerpo, me encontraba en una silla agachado con las manos en mi cabeza sin poder mediar palabra. Por un momento levanté la vista y pude ver a Max y Ana mirándome para después dedicarme una pequeña sonrisa de ánimo. A otro lado estaban mis abuelos rotos y en un sofá mi hermano dormido, no podía dejar de mirarlo y preguntarme que iba a ser de nosotros ahora que ella se iba a ir.

Porque aunque me doliera la hora se estaba acercando, no quería, no quería que esta mierda de enfermedad me la arrebatara...la necesitaba.

De vez en cuando miraba la puerta para ver si en alguna de esas ocasiones aparecía Ainhoa, con el semblante roto o sonriendo, quería ver sus ojos y quería un abrazo suyo que juntara todos los pedazos de mi roto corazón.

Y al pensar en su recuerdo mis ojos se llenaron de lágrimas porque aunque no quisiera reconocerlo, la culpa de que no estuviera aquí la tenía yo, por haberle mentido. Eso nunca me lo perdonaría, nunca.

Cuando estaba quedándome casi dormido, alguien tocó mi hombro...levanté la vista y me encontré con mi padre. Nunca lo había visto así, estaba decaído, su sonrisa había desaparecido y sus ojeras se habían vuelto permanentes.

-Tu madre quiere verte...-dijo con la voz ronca.

No contesté, me limité a levantarme y andar por el largo pasillo blanco que nos separaba. Estaba aterrorizado, contra más cerca estaba de la habitación más nervios me entraban. Cuando estaba ya enfrente de la puerta, cogí aire e intente hacerme el fuerte delante de ella para no hacerla sufrir más de lo que ya estaba sufriendo.

Abrí la puerta y ahí estaba, pálida, sin luz en sus ojos y eso me rompía por dentro. Me senté a su lado tomando una de sus manos y con la otra mano acariciando su pelo, el poco que le había quedado.

-Mamá, ya estoy aquí...-susurré su oído.

-Eric...-dijo abriendo los ojos y apretando mi mano con la poca fuerza que le quedaba.

-No te lo he dicho nunca mamá...-dije con los ojos brillantes- eres hermosa...-dije dejando un beso en su frente.

-Tú también lo eres por fuera pero mucho más por dentro...-dijo con una pequeña mueca que aparentaba una sonrisa...- quería verte por última vez...-dijo haciéndome llorar en su pecho...-tranquilo mi niño, esto no acaba aquí...nos volveremos a ver...

-No te despidas por favor, no lo hagas...-dije apretando su mano- Mamá no me puedes dejar, te necesito... ¿qué voy hacer sin ti?-dije mirándola a sus tristes ojos.

-Eres muy fuerte Eric, aunque no te des cuenta, no me necesitas ni a mí ni a nadie para cumplir lo que te propongas...-dijo sonriendo.

-Pero César te necesita mamá, es un niño...-dije con la voz entrecortada.

-No, me voy tranquila porque te tiene a ti...a su héroe, a su ejemplo a seguir...-dijo acariciando mi mejilla...-Prométeme algo Eric...-dijo tomando mi mentón para que la mirara.

-Lo que sea...

-Prométeme que vas a cuidar de tu hermano y de tu papá...-dijo cerrando los ojos...-Prométeme que vas a ser siempre el niño dulce que has sido hasta ahora, él que no se rendía y él que no podía dejar de sonreír nunca...-dijo llorando.

-Te lo prometo mamá...-dije también llorando, sabiendo que a día de hoy esa promesa está más que rota.

- Y ahora lo más importante de todo...esto lo tienes cumplir si no es ahora en un tiempo pero tienes que hacerlo...-dijo abriendo los ojos para mirarme de nuevo-Lucha por esa chica, lucha por la causante de tus sonrisas y de tus lágrimas, lucha por Ainhoa, búscala si es necesario por todo el mundo y cuando la encuentres demuéstrale que lo vuestro es real, algo que pasa pocas veces pero que vosotros habéis tenido la suerte de descubrir...-dijo sonriendo.

-Pero mamá, ella no me quiere ni ver, ni siquiera ha venido...-dije poniendo excusas.

-Seguro que tiene algún motivo para no estar aquí, prométeme que vas a hacer lo que te he dicho y que le vas a decir de mi parte que gracias por hacernos ver que el amor lo puede todo...-dijo respirando de manera complicada.

-Te lo prometo mamá, te lo prometo...-dije besando su mejilla.

-Y no olvides que te quiero y que esté donde esté te voy a cuidar...-dijo cerrando los ojos.

-No mamá, no me dejes...-dije llorando mientras la movía.

-Adiós Eric...-dijo dedicándome una última sonrisa.

Unos segundos después la máquina comenzó a pitar y ya no aparecían números que marcaban su pulso. Después de eso recuerdo que estuve abrazado a ella varios minutos mientras me desahogaba y gritaba como un loco.

Por fin esta pesadilla había terminado.

***

Cuando me di cuenta me había quedado dormido. Y intentaba abrir los ojos pero no podía, estaba teniendo una pesadilla y no podía dejar de gritar.

Desde que murió mi madre las suelo tener alguna que otra noche.

Entonces en ese momento oí como la puerta de mi habitación se abría y alguien me sacudía y me llamaba. De un momento a otro pude abrir los ojos y me encontré a Ainhoa sentada entre mis piernas muy angustiada.

No sé porque lo hice pero la necesitaba, así es que la abracé como si no me quedara vida.

-Ya pasó, ya estoy aquí pequeño...-susurró en mi oído tranquilizándome.

CONTINUARÁ...

La casualidad más bonita de mi vida (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora