La esposa del licántropo

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Hola nuevamente!! Tras un mes por fin traigo un nuevo capítulo, de esta historia que tanto disfrutó escribir. Gracias por el apoyo que muestran en sus comentarios y likes. Aprovechó para saludar a Benjamín Villanes y agradecerle sus comentarios en mi página principal, podre tardar pero seguro que no dejó la historia.

Buscaba distraer mi mente, mirando como hombres y mujeres, disfrutaban, de lo que sabia era su primer celebración en años. Comían el tradicional y posiblemente legendario, postre de fresas que la mujer mayor había preparado con tanta ilusión; a demás del abundante y exquisito banquete, que parecía ser sacando de un verdadero cuento de hadas, obra de Marie, al igual que toda la decoración de esa sección del bosque. Los hombres continuaban disfrutando de los números barriles de cerveza, que Joseph y sus compañeros habían traído, unos cuantos tropezaban cada vez con mas frecuencias al bailar, entre risotadas y tragos.
A pesar de agradecer que mi ahora esposo fuera Joven Lobo, seguía sintiéndome incomoda ante la situación, desde que un hombre "natural", como solían llamar a los humanos, con una Biblia en manos, había sido quien oficiara una ceremonia, bajo los términos que volvían legal un matrimonio en mi sociedad. Ahora, no solo ante mis ojos, sino también a los de Dios, estaba unida a Joseph Farusi; cosa que estropeaba mis planes de volver a casa y olvidar lo que había sucedido en mi vida durante estos últimos días.
Lo que realmente intranquilizaba a mi ser, no era el hecho de haber aceptado un matrimonio bajo las normas de lo sagrado, era lo que en secreto me había confiado el hombre de túnica blanca.

-"No debes dudar sobre los sentimientos de Joseph, se que son sinceros -Hizo una pausa para sonreir- Sino, yo no me encontraría aqui"
Incrédula, solo pude mirar al hombre como el desconocido que era, con una sonrisa formal.

Mas tarde ese noche, tras relajarme y bailar, y despues de que algunos de los jóvenes, ya borrachos, comenzaran hablar sobre el encamamiento, me escabullí a la cabaña que ahora compartiría con Joseph, era poco mas grande que las demás. En su interior había una sala-comedor y unas escaleras que guiaban hasta una lujosa habitación con su propio cuarto de baño. A pesar de todo ya no me asombraban las habilidades de Marei con la magia, me quedaba mas que claro que era la mejor en su trabajo.
Después de desnudarme y guardar el vestido, me enfunde en un camisón y cepille mi cabello. Minutos más tarde me encontraba entre la oscuridad, pensando en la actitud distante que tenía Joseph hacia mí, desde que habíamos dado el "si acepto" frente a su manada. A partir de eso, en ningun solo momento me hablo o volvio a tomar mi mano. Pero, debía concentrarme en lo positivo de aquella distancia que él comenzaba a guardar entre nosotros; si él mantenía aquel desafecto, seguro jamas tendríamos que mantener relaciones sexuales.
El sonido de la puerta al abrirse, me desperto, podía escuchar la música de un viejo laúd, que Joseph había traido, aun acompañando a las desentonadas voces de los hombres que habían perdido el sueño tras varias copas; el silencio volvió a reinar, por cortos segundos, cuando la puerta se cerro. Comenzó a subir, con pasos pesados, que poco a poco se acercaron a la habitación, supe por la luz de la vela que llevaba en mano y el fuerte olor de alcohol, que rápidamente impregno el cuarto, que estaba dentro.
Dejo caer su cuerpo sobre una de las sillas y lo escuche suspirar antes de tirar sus botas al piso, al igual que su ropa y aguardar unos minutos antes de acomodarse a mi lado.
Mantuve los párpados cerrados por unos segundos, temiendo reclamara mi pureza y su derecho como esposo a poseerla.
Pero no paso ni un minuto, antes de escuchar su fuerte respiración y notar se había quedado dormido.

Desperté sola en el lecho, la ropa de Joseph ya no estaba, ni aquel rastro de su aroma. Me preguntaba cuanto tiempo llevaría sola, cuando la voz de Lisa me llamo desde la sala. Rápidamente me levante y busque en los cajones algo de ropa, por suerte alguien había dejado prendas nuevas para mi, y aunque los pantalones no fueran mi estilo, ni el de ninguna dama, sabia que era algo que toda mujer de la manada usaba. Resultaron ser bastante comodos, inclusive la ropa interior que las prendas requerían, aunque no acostumbraba a mostrar tanto de mis curvas, pues los pantalones eran ajustados y un pequeño corset entallaba mi cintura.

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