Al fin te encontré.

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"Paty, este es como el décimo mensaje que te dejo, por favor, devuelve la llamada en cuanto puedas"

Estaba aterrado. Paty no respondía a mis mensajes. ¿Y si algo le pasó? ¿Y si no quiere saber nada más de mí? pensaba. Pasaban los días comenzaba a convertirse en rutina estar mal por el hecho de que ella se fuera sin decir adiós, literalmente, hasta que me cansé. Me valió todo y decidí ir a buscarla, pero ¿a dónde? no sabía por donde empezar, hasta que se me ocurrió una idea, tal vez no tan buena.

-¿Una dirección? No inventes.

-Por favor Hugo, tú representas a mis primos.

Sí, mi fantástica idea fue pedirle ayuda a Hugo, el representante de mis primos. Bueno, pensaba que tal vez él podría saber algo. Se me agotaban las ideas.

-Sí, pero no tengo la menor idea de dónde viva ella, no tengo porque saberlo. Y además, no se te ha ocurrido que si no te llama ¿NO TE QUIERE?

-Hugo, comienzas a molestarme. ¿Me ayudarás o no?

-Me odio por esto- suspiró y miró al techo buscando encontrar una luz divina, él mejor que nadie sabía que no lo iba a dejar de molestar hasta que aceptara- está bien, te voy a ayudar.

- ¡Muchas gracias!- le di un medio abrazo, de esos que son "de ladito".

-Pero me debes una, ¿ok?

-Ok, ok, sí.

-Como sea, usaré mis contactos, luego te busco cuando tenga una dirección.

Dejé el lugar y me dirigí a mi casa, llegué y me fui a mi habitación. Sonaba en mi Ipod ¿y ahora qué? Y sentía un hueco en el corazón. "Después de llevarme al cielo, me dejas besando el suelo" estaba sonando cuando suena mi teléfono. Era Hugo, no sé cómo lo hizo pero ya tenía la dirección de Paty. Me sentí aliviado. Hugo me había ayudado bastante, ya solo era cuestión de ir a buscarla.

Tomé mi chaqueta, apagué el Ipod y me dirigí al lugar que Hugo me indicó. Al llegar volteé a todos lados, no estaba seguro de estar en el lugar correcto. Por fin decidí acercarme al portón, luego toqué timbre. Se abrió la puerta. Sentí un golpe en el estómago.

-Buenos días señor.

Era una de las ayudantes de limpieza de la casa de Paty. Caí de golpe a la realidad.

-¿Está Paty?

-Claro señor, permítame llamarla, ¿de parte de quién?

-Alonso, Alonso Castro.

-Permítame.

-¿Señor?- Me pregunté internamente. No soy tan viejo.

Volvió a la casa y se perdió en el inmenso jardín. Mientras esperaba volteé a todos lados, como si quisiera guardar en mi mente cada detalle del lugar. Después de lo que fueron para mí horas, aunque en realidad fueron tres minutos, vuelve la señorita. Y tras de ella pude distinguir que salía de dentro de la casa una mujer muy delgada, con una cola de caballo como peinado y sus lentes negros, sabía que era ella. Caminó hacia mí, y con cada paso que daba aumentaba mi nerviosismo. Mis manos nuevamente estaban sudorosas y yo trataba de secarlas con mi pantalón.

-En un momento lo atiende- dice la empleada mientras se alejaba.

Después de tantos días sin ver a Paty, me sentí emocionado, mi corazón comenzó a latir con fuerza. Ella estaba ahí parada frente a mí.

Hermano Río Roma #PGP2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora