4. VIEJOS RECUERDOS

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//INHA//

El diario que tengo justo en las manos pesa demasiado a pesar de sólo contar con pocas páginas. Dentro se encuentra escrito el pasado, uno que podría recordar claramente, pero que había mantenido encerrado en algún rincón de mi mente de todos modos.

No sé qué pretendía el día en el que envíe a alguien a Roma para traermelo, tal vez sólo quería rememorar todo en forma de papel y tinta, tal vez tenía la esperanza de que me afectara mucho menos el leerlo que recordarlo; pero no era así. Lo cierto era que desde el momento en el que había entrado a mi despacho y había encontrado el cuaderno viejo en mi escritorio, un nudo se había formado en mi garganta, y un extraño peso se había instaurado en mi pecho dificultándome el respirar.

Recuerdos, todos y cada uno de mis recuerdos de la batalla final estaba plasmados así. ¿Realmente tendría el valor de mirar lo que estaba escrito? ¿Abriría el baúl de los recuerdos? No quería hacerlo pero debía hacerlo. Era algo que todos y cada uno de los Soldados de Luz de la Orden debían hacer, tarde o temprano, todos nosotros liberaríamos los sellos que contenían las memorias de nuestras vidas pasadas. Era un hecho el que podíamos recordar si lo intentábamos, sin embargo preferíamos no hacerlo. Ya era difícil vivir con el conocimiento del destino que cargábamos, conocer con exactitud el futuro sólo lo complicaría más, así que inconscientemente sellábamos nuestras memorias. Nosotros no seríamos lo suficientemente fuertes para vivir nuestras vidas como el resto de los mortales de lo contrario.

Estrujé el diario entre mis manos. Esto era demasiado aterrador.

-InHa.

Mi mente quedó en blanco cuando escuché esa voz. Mi mundo se congeló al instante. ¿Cuándo llegó? No pude escucharla acercarse. Dejé descansar el libro sobre el escritorio y fingí acomodar los documentos que se encontraban esparcidos por la mesa. Reuní los lápices sueltos y los dejé caer en la lapicera.

Ella suspira con exasperación y sonrio internamente. Demonios, cuantas ganas tengo de mirarla ya. Pero no lo hago, no levanto la mirada de inmediato, me obligo a lucir indiferente un poco más.

-InHa-insiste.

InHa. InHa. InHa. En mi mente ella me llama juguetonamente. Ella aún tiene seis años y aún me ama. En sus ojos de un dorado oscuro aún hay amor, y en sus gestos aún hay confianza.

Cierro los ojos tratando de mantener esa antigua imagen un poco más. Esa es la Hikari a la que quiero ver. Sólo ella. Siempre ella.

-¿Vas al menos hablar conmigo? Porque parece que no me mirarás.

Oh. Yo te miro, lo estoy haciendo justo ahora.

Abro los ojos al fin y muy lentamente alzo la mirada. Los muros caen llevándose consigo la indiferencia que tan fuertemente intenté demostrar. Ella sonríe al instante cuando nuestros ojos se encuentran. Tenemos los mismos ojos. Tenemos la misma alma. O al menos esos es lo que dicen los mayores. Los ojos de Hikari son dorados, una tonalidad engañosa que puede ser tan oscura como el color caoba o tan clara como el amarillo del sol; los míos son similares, pueden ser tan oscuros como un negro puro o tan brillantes como el color de la miel.

Ella avanza dos pasos por la habitación y mi corazón trastabilla. Su tez clara es acariciada por los últimos rayos de luz del día que se cuelan por las cortinas. Ella está justo ahí, cerca de mí brillando como el sol. Quiero tocarla. ¿Cuándo fue la última vez? Han pasado unos años desde la última vez que nos vimos. Es una sensación dolorosamente placentera el verla de nuevo. Dolorosa porque a pesar de los alterados latidos de mi corazón ella no es mía; placentera porque ella parece estar reaccionando de la misma manera que yo a nuestro reencuentro.

WE CAN BE DIVINE [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora