XXII. ¿Dónde quedó el Amor?

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CAPITULO DEDICADO A LA PEQUEÑA ALEXSANDRA PORQUE ELLA ES COSA SERIA Y LA EXTRAÑO Y NUNCA LE DEDIQUE CAPITULO Y AHORA QUE YA NO LA VEO ME SIENTO MAL POR NO HABERLO HECHO. VA PA TI AMORS!! LOVE YA BB :*

En diez minutos Daniel se había ganado una mejilla roja, un papel hecho bolita en su cara, un moretón en el brazo (que no entiendo de dónde salió), un rasguño en la mitad de su cara y una novia enfurecida, que para colmo era mi hija. La mesita de centro de la sala ahora se encontraba en el otro lado de la habitación y Peter y yo nos habíamos quedado como estatuas observando de lejos el espectáculo completamente anonadados. Y ahí me encontraba yo, asustada desde el umbral de la puerta, mientras mi hija le lanzaba montones de sobres unidos por una liga a Daniel, y el los esquivaba o los alcanzaba sin quitar su cara de culpabilidad, pero después de todo lo que había descubierto de la vida de Daniel, no me atrevía a criticarlo sin escuchar su versión de los hechos. Habría querido que mi hija me escuchara por un segundo y así podría decirle que lo escuchara, pero de momento se encontraba apartada de todo lo que pasaba a su alrededor en su pequeño mundo de ira y odio.
-¡Escuchame, Daniela, porfavor!- gritó Daniel con voz desesperada y lastimosa.
-¡No!... Eras demasiado perfecto para ser verdad.- dijo y en ese preciso momento dejó de lanzar cosas.
Daniela dejó caer sus brazos pesadamente a sus costados y se le humedecieron los ojos, llenos no sólo de lágrimas, sino también de dolor. Y eso me dolía a mi también.
-Ade...- dijo Daniel con voz quebrada mirandome.- porfavor...
-Daniela, escuchalo.
Ésta última se acercó al sillón a mi lado y se sentó en el reposa brazos, mirando a un punto frente a ella, con una lágrima que se veía fuera de lugar en su rostro de porcelana. Me inline hasta estar a su altura y acerqué mi mano a su mejilla para secar la lágrima, pero ella quitó mi mano de un manotazo antes de siquiera poder rozar su piel. No dije nada, sólo baje mi mano y la miré con tristeza.
-Sólo... Sólo escuchalo ¿si?
Ella me miró, analizó mi rostro unos segundos y enseguida regresó su mirada al punto fijo frente a ella.
-Vete porfavor Daniel.
-¿Qué?- dijo él asustado y sorprendido a la vez.
-Lo que escuchaste, vete porfavor.
-¡Daniela, porfavor...!
-¡¡Que te vayas!! Y no vuelvas a buscarme en tu vida...
Daniel no dijo nada más y se fue devastado, con la mandíbula apretada y mirada triste. Cuando regresé la mirada fue por el sobresalto de un portazo a lo lejos. Daniela se había metido en su cuarto encerrándose en su mundo.
Peter entrelazó nuestros dedos y acarició el dorso de mi mano con su pulgar.
-Son pequeños aún, lo arreglarán, ya verás.
-Eso esperó, el chico es bueno para Dany.
Susurró un apenas audible "lo sé" y me levanté, siguiéndolo a la cocina, donde no hizo más que pararse de golpe y mirarme a los ojos con ternura. Miré sus labios, que dibujaban una sonrisa inocente y no pude contra mi propio instinto. Sus labios eran como pétalos suaves y dulces, nunca encontraría besos como los suyos en ningún lado. Lentamente me aleje de él y Peter me besó la frente, para luego yo apoyar mi cabeza en su pecho. Vaya que me sentía bajita a su lado, pero era lindo, como si su tamaño me hiciera sentir segura y protegida. Sus brazos rodearon mis hombros y a su vez yo le rodee el torso. No sé si pasaron minutos, horas, años o quizá sólo segundos pero cuando volvió a hablar yo me encontraba totalmente ajena al mundo real, hundida en mis pensamientos.
-¿Quieres salir a algún lado?
-Perdona, pero estoy algo cansada, tendrá que ser en otra ocasión.- quizá la palabra correcta habría sido aturdida, confundida, frustrada, o algo así, pero no usé ninguna de ellas para no preocuparlo.
-No te preocupes, yo te espero todo lo que sea necesario.
-Gracias.
-Bueno, supongo que me voy, tengo que arreglar algo de la oficina aún.
-Si, te acompaño.
Caminamos juntos a la puerta y antes de irse plantó un corto beso en mis labios que me tomó por sorpresa, dejándome con la boca de trompita. Se rió un poco y miró al suelo sonrojándose. Me miró y su sonrisa creció.
-Te amo.

-¿En la cara?- repitió por millonésima vez mi hija con cara de espanto.
-Justo en la cara.
-¿¡Le cerraste la puerta en la cara!?
-¡Ya deja de preguntarmelo! Me haces sentir peor...
Definitivamente me sentía terriblemente mal por haberlo hecho pero juro que entré en pánico y mis brazos actuaron como si tuvieran mente propia, porque digo, luego de tan sólo unos días de noviazgo con Peter no me consideraba totalmente capaz de decirle lo mismo. No es que no lo amara, o la verdad no sé, pero el punto es que esas dos palabras son muy fuertes y me daba miedo usarlas desde Enrique. Tengo que admitir que cuando Peter lo decía veía en sus ojos sinceridad, y no dudaba que de verdad lo sintiera, siendo que estuvo enamorado de mi desde hace bastante tiempo, pero eso no significaba que me fueran a salir las mismas palabras tan sencillamente. Daniela me estaba dando un discurso sobre lo tonta que había sido y que debía haberle dicho lo mismo, pero de pronto ya no la escuchaba y me imaginaba entre los brazos de Peter, imaginando su aroma a gloria. Sentía la voz de mi hija demasiado lejana y poco a poco se fue obscureciendo hasta que mi vista se volvio totalmente negra.

En mi Burbuja de SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora