CAPITULO DEDICADO A MI MAESTRA DE TALLER DE LECTURA Y REDACCIÓN EN LA PREPA, ME HA DADO MUCHOS ÁNIMOS A SEGUIR ESCRIBIENDO, Y ES UNA GRAN MAESTRA, GRACIAS MISS POR SUS CONSEJOS X3
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Supongo que tarde demasiado en reaccionar a las palabras de James, no tenía ni fuerzas para enojarme o gritarle las peores cosas que se pueden imaginar. Lo más probable es que por eso viniera, en su cobardía, sabiendo que no haría nada al respecto. Y es que, ¿qué caso tiene hacer algo? Si Daniel ya se fue, haga lo que haga no volverá. James ya estaba caminando hacia su auto con una sonrisa burlona y la mirada en el suelo. La ira que contenía era inmensa y me dolía la sensación de impotencia que me invadía en ese momento. Pero algo me mantenía ahí sentada en los fríos escalones de la entrada. De la nada me encontré parada a punto de entrar a la casa, pero algo iba mal, la perilla de la puerta no giraba y Daniela tenía las llaves... Adentro. Exhale con fuerza, totalmente exhausta de tantas cosas que habían pasado en un sólo día, era realmente demasiado. Caminé sin rumbo por la acera y sin pensarlo me estaba adentrando en una cafetería. El embriagador olor a café invadió mis pulmones de inmediato. Me senté en una mesa con la mente en otro lado y llamé a un mesero con delantal azul pastel, quien se acercó con una mirada de extrañeza. Ahí fue que me di cuenta de que todos me miraban y susurraban con las personas que los acompañaban. Giré mi cabeza y me encontré con Christopher sentado en la silla frente a la mía, mirándome a punto de explotar en carcajadas.
-¿Que va a tomar?
-Una rebanada de tarta de zarzamoras y un mocca capuccino porfavor.- dije sin apartar la mirada de mi compañero de mesa.
Sentí el calor subir a mis mejillas y adiviné que me estaba poniendo roja, pero Christopher no quitaba su sonrisa burlona de su rostro. Me percaté de lo que había frente a el en la mesa y casi me río yo también: pastel de zarzamora y un mocca capuccino.
-Si lo quieres te lo doy, yo puedo pedir otro...
Suelto una risita tímida y pongo ambas manos cubriendo mi rostro. Niego con la cabeza y noto una mano en mi muñeca. Es Christopher que con un ligero apretón, baja mis manos de nuevo a la mesa. Es ahí cuando noto que el también está rojísimo. Genial.
-No pasa nada, Ade, a todos nos ha pasado alguna vez.
-¡No es verdad!
-Bueno, no, pero sólo quería hacerte sentir mejor, ya si no quieres es otra cosa.
Me reí sin preocupaciones, olvidando todas mis dificultades más recientes. Y así estuvimos no sé si horas o minutos, riendo de tonterías y de la vida del otro. Comiendo nuestros pasteles de zarzamora con café y entre risas y recuerdos el tiempo se fue volando. Christopher miró su reloj y palideció de la nada, sacando a su vez un billete de doscientos pesos de su billetera.
-Le dices al mesero que se quede con el cambio.
Ni siquiera me dejó contestar nada y salió disparado. Con manos torpes saqué unos billetes y los dejé sobre la mesa para seguir a Christopher, al cual veo a través del ventanal, ya cruzando la calle a grandes zancadas. Corro como puedo en mis zapatos altos y lo diviso a la distancia, cuando está tratando de abrir la puerta de su bocho rojo vino. Es bonito.
-¡Christopher!- grito, llamándolo, sin resultados.- ¡Christopher!
Lo tomó del antebrazo y voltea a verme de golpe, tenso.
-¿Qué ha pasado Christopher?¿Está todo bien?
-Uh... Yo... Aha... Mi... ¿Podrías acompañarme, por favor?
-Pues, si quieres.
Rodeo el auto y me subo al asiento del copiloto, un poco nerviosa por la notable palidez de Christopher. Encendió el auto con manos temblorosas y las puso sobre el volante de la misma manera. Recorrimos varias calles en silencio, por lo que adivine, era el camino al hospital, y un mal presentimiento se presentó en mi mente. Y vaya que tenía imaginación cuando tenía ese tipo de presentimientos. En un semáforo en rojo se pasó una mano por la cara y yo no me pude guardar más mis palabras.
-Christopher, respira y, si es posible, cuentame qué pasa.
-Okay...- Inhala y exhala lentamente.- Es mi media hermana... y mi padre. Estarían a las cinco en el hospital, vinieron desde el otro lado del mundo y ya pasan de las seis. Definitivamente va a matarme.
-Y ¿cuál es el problema?¿Porqué dices eso?
-Bien, te contaré... Mi padre estaba casado con una mujer hace muchísimos años, unos 35 o más, pero ella murió al nacer Kristen, mi media hermana, y él se casó de nuevo cuando ella tenía 4 años... Con mi madre, y un año después nací yo, y Kristen me odia, siempre lo ha hecho, nunca logré que me quisiera, Ade, nunca. Ni a mi madre, y dice que no somos su familia, y que mi madre nunca remplazará a la suya. Dios, mi padre va a matarme.
Me quedo sin palabras, pero le pongo la mano en el hombro, justo cuando el semáforo cambia y se pone en luz verde. Al dejar el bocho en el estacionamiento del hospital, me pongo aún más nerviosa al pensar en lo fuera de lugar que estaré al entrar en esa habitación. Entramos en el edificio y subimos al elevador, cuya música típica no hace más que ponerme más nerviosa. Nos bajamos del elevador al llegar al piso correspondiente y el piso alfombrado silencia nuestros pasos mientras caminamos por el largo pasillo buscando la habitación de la señora Jones. Llegamos y Christopher se detiene unos milímetros antes de golpear la puerta.
-Calmate, Christopher.
-Si.- dice más para él que para mi.- Y dime Chris, por favor.
Le sonrío y golpeo suavemente la puerta por él. Abrimos lentamente la puerta y nos encontramos con la anciana que alguna vez me consoló sin siquiera conocerme del todo. Un hombre canoso, con barriga y un bigote muy simpático mira al suelo sin siquiera mirarnos un segundo. Levanta la mirada y me encuentro con unos ojos idénticos a los de Christopher, pero con mirada dura y apariencia de estar a punto de matar a alguien.
-¿Qué demonios ha pasado, Toph?
-Uh, me retrase un po...
-¡¿Un poco?! Ha pasado más de una hora. Tienes suerte de que tu hermana halla ido a ver a su novio y se retrasara también.
-¿No ha llegado Kristen?
-¿Tu la ves aquí?- pregunta el hombre, sarcásticamente.
Santo Dios, que miedo da éste señor.
-Kristen ya viene el camino... Sientense.
-Hola Adelyn... ¡Presentalos, Chris!
-¡Ah! Ade, el es mi padre, papá, ella es Adelyn, una amiga.
-Mucho gusto señor Jones.- digo estrechando su mano y el no dice nada, mirándome sin expresión.
Chris y yo nos sentamos en el sofá súper incómodo de hospital y yo me quedó conversando con la señora Jones sobre Peter. Alguien toca la puerta y una joven peliroja acompañada de un hombre moreno bastante alto, entran con mil bolsas de compras, y lo único visible son sus pies, ya que el resto está tapado por las bolsas.
-Ellos son Kristen y su novio.- dice el hombre.
Una compradora compulsiva, vaya. Chris se levanta a ayudarles y ponen todo junto a la camilla.
-No necesitaba tu ayuda.- dice la joven con acento francés muy seco... Bastante familiar.
Se da la vuelta y por fin puedo verle la cara. Ella me nota y palidece.
-¿Polette?
-Uh... ¿Qué haces aquí, Ade?
-La verdadera pregunta es ¿Donde está mi hermano y quién es él?
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Hola bellos lectores!
Creo que las explicaciones están de más así que sólo diré que me está yendo mal en la prepa, ya me fui a dos extraordinarios y tengo un montón de miedo porque es la preparatoria que soñé desde primaria y no quiero que me saquen. He escrito todos los días y por fin los termine, pero le puse todo mi amor.
Les mando besos con sabor a tamales porque ya esta cerca la navidad, y con ella la engordadera.
Los amo shabz! Diganme que les pareció... Y que tengan un bonito diciembre. Un saludo a las Lupitas hoy en su santo. Ya estoy de vacaciones y escribiré más, lo prometo. Me despido.
-A
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En mi Burbuja de Soledad
ChickLitPensé que nunca me iba a enamorar después de él, o mas bien no quería, ya que hay una persona que me mantiene de pie y feliz... lo mejor que puedo hacer a cambio es evitar que sufra y hacer su vida feliz, ella es mi hija... Daniela.