XXV. Tregua.

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El pasillo del hospital me traía malos recuerdos, desde la pelea entre Peter y Christopher, hasta la primera vez que estuve aquí y hable con la señora Jones. Polette me pidió que la esperara afuera pero empiezo a suponer que sólo lo hizo para deshacerse de mi. Se abre la puerta y me calmo, pero adquiero una actitud molesta, a la defensiva.
-Antes de que digas algo, por favor escuchame.- me dijo, evidentemente nerviosa.- bueno, no, la verdad no tengo nada que decir... Pero no le digas nada a tu hermano, te lo ruego, piensa en cómo reaccionaría. Soy demasiado importante para el, le dolerá.
Mi mano voló hacia su rostro y le golpee la mejilla con todas mis fuerzas. Me cegaba la ira. La vi agarrarse la cara con dolor y sonreí con satisfacción. La puerta se abrió y Christopher salió.
-Nadie es tan importante para mi hermano más que mi hija, mis padres y yo. ¿Entendido?
No me respondió pero me miró conteniendo su enojo. Camine por el pasillo hacia el elevador y miré de reojo a Christopher acercarse y caminar junto a mi.
-Vamos, yo te llevo.
Saqué mi teléfono sin decirle nada, mientras subíamos al elevador para llamar a Peter. No me contestó pero insistí. En mi segundo intento contestó un par de tonos después.
-Hola amor perdona por no contestar, pero...
-Amor, ¿podrás venir por mi?
-Pues ¿donde estás?
-En el hospital, y no te preocupes, sólo vine a visitar a alguien.
-Okay, llego en un rato. Adiós.
-Si, gracias, adiós.- colgué y miré a Christopher.- no me malinterpretes, sólo quiero hablar con él.
Él asintió y seguimos nuestro camino hacia la salida sumidos en un incómodo silencio. Abajo, tras pasar la puerta de cristal, una brisa de aire frío me golpeó y automáticamente abracé mi cuerpo para calentarme.
-Uh... Te daría mi chaqueta pero no traigo una... Hahahaha...
No me reí pero le sonreí con amabilidad. Los dos nos sentamos en una banca de mármol y nos quedamos en silencio. Mi teléfono sonó, y al mirar la pantalla veo que es Daniela. Contesto esperando una Dany enojada.
-¡Mamá! ¿Dónde estás? Dios, he estado toda la tarde buscándote. En fin, Daniel me llamó, aún está volando, el vuelo será de 16 horas, y dice que en tres semanas vendrá a visitarnos.
-Que bien hija, en un rato llego a casa ¿si?
-Okay, adiós.
Me cuelga y me quedo mirando la pantalla, observando las 15 llamadas de Daniela, y dándome cuenta de que la dejé sola todo este tiempo. Suspiro y dejo mi teléfono a mi lado. Veo de reojo a Christopher que está mirando al cielo, hago lo mismo y observo el cielo estrellado que me ofrece un espectáculo maravilloso.
-Se ve que tu hija es buena... Perdona por asustarla aquella vez, no estaba del todo consciente de mis acciones, si me entiendes...
-¡¿Estabas ebrio?! Vaya, eso explica mucho, eres más agradable cuando estás totalmente consciente.
-Pero en éste momento no lo estoy.- lo miro y el me sonríe.- eres muy bonita, me distraes de todo, y me caes muy bien.
-¡Oye! Tengo novio ¿Okay?
-Si, lo sé... Podemos ser amigos.
-¡Claro! Sólo no me mandes a la cárcel de nuevo, por favor, no es nada lindo.
Ambos reímos y siento como el ambiente mejora entre ambos. Pasar de que quisiera matarme a que me diga cumplidos es un gran avance en realidad. Me extiende la mano y yo lo miro extrañada.
-¿Tregua?
Sonrío y estrecho su mano
-Tregua.
-Vaya cambio ¿no? Me refiero a...
-Si, yo también pensaba en eso.
Me seco las sudadas manos en los jeans y me pregunto por qué estoy tan nerviosa. Volteo a mirar a Christopher y lo sorprendo mirando el cielo.
-Bonita noche, ¿no?- dice, y ésta vez me mira.
Sus ojos me perforan e invaden mis pensamientos, y mis acciones dejan de tener sentido. Todo pasa en un segundo y cuando reacciono, estoy besándolo. Me lanzo hacia atrás y toco mis labios con dos dedos. Me siento sucia, inhumana, una cualquiera... Lo miro. Su mirada totalmente desorienta me rompe en mil pedazos y ni siquiera sé qué decir, no hay palabras que arreglen esto. Me levanto como resorte, las piernas me tiemblan y me siento frágil, la desorientación me llena tanto o más que a él. Ni siquiera puedo explicarme a mi misma qué es lo que acabo de hacer, ¿cómo puedo explicárselo a él?
De pronto el alivio me llena, me reconforta: no sentí nada al besarlo, y no siento nada por él; y comprendo la razón de mis acciones. Comprendo como si fuera un golpe en todo el rostro que no puedo justificarme con eso y que él sigue ahí, el tiempo no se ha detenido y le tengo que decir algo, sin embargo, él lo hace antes.
-Ya me voy. -dice parándose e inhalando con fuerza y cansancio.
-No es...
-Sé que tienes novio, Ade, la verdad lo mejor es que me vaya y hagamos como que nada pasó. No sé por qué lo hiciste ni me importa, sólo sé que te arrepientes, y prefiero que no digas nada, ¿está bien?
Asiento lentamente y me deja ahí parada, mirando al suelo, mientras escucho las puertas de cristal del hospital abrirse y luego cerrarse. Me siento de nuevo en el banco y a lo lejos veo aquel auto, iluminado por la luz roja del semáforo, con Peter sentado detrás del volante con expresión indescifrable. Me desmorono por dentro y me levanto casi automáticamente, pero en ése instante la luz verde se enciende y me siento morir. Rendida empiezo a caminar y pierdo la noción del tiempo y de todo lo que pasa a mi alrededor. Al cabo de un rato tengo que quitarme los zapatos altos, cuando mis pies ya arden rojos de cansancio, y piso descalza el irregular pavimento. Al tocar el picaporte de mi puerta siento que respiro, sin saber cuándo había dejado de hacerlo y el olor a pizza  me llega de sorpresa. Como puedo camino hacia el cuarto de Daniela y la veo durmiendo con un libro medio abierto sobre el pecho, el cual le quito con cuidado y pongo en su mesa de noche.
Lo último que recuerdo es mi cama debajo de mi y una tibia lágrima cayendo desde mi ojo y mojando un poco mi almohada, lágrimas de las cuales ni siquiera sabía la razón.

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⏰ Última actualización: May 07, 2017 ⏰

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