Capítulo 2

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La semana pasó sin novedades, todo era clases y tareas, ya era sábado y el día esperado había llegado, hoy debía pedirles permiso a mis padres para ir a la fiesta.

El lunes desde que Fabián había invitado a Marcos decidí agrandar mis posibilidades de asistir portándome muy bien todos los días hasta tener que pedirles permiso, era una simple táctica de endulzar el terreno para que se les hiciera más fácil acceder, así que esa mañana desperté temprano y bajé las escaleras para encontrarme a mi hermano y a mi mamá desayunando en la cocina. Ella me saludó con un beso en la mejilla mientras me sentaba a la mesa.

—¿Dormiste bien?, nunca sueles despertarte tan temprano los fines de semana.

—Sí mami, tenía un poco de hambre.

Tomó un tazón para llenarlo de cereal y lo dejó frente a mí mientras vertía leche de la jarra encima.

—Hoy saldré con tu padre a una cena de trabajo, parece que anunciarán al nuevo ejecutivo de ventas, podrían darle el ascenso que tanto ha esperado.

—Suena genial, oye, ¿crees que podamos hablar luego?, debo preguntarte algo.

Alex mi hermano de 13 años estaba concentrado en su plato de cereal mientras hojeaba una de sus historietas, cuando escuchó mi tono de voz supo que quería pedirle algo a mi madre que no sería fácil de obtener y como el viernes en la noche me había escuchado hablar con Marcos por teléfono sabía perfectamente de que se trataba.

—Valentina quiere ir a una fiesta de universitarios en una fraternidad, eso quiere pedirte.

Mi madre me miró con asombro, a pesar de que debía voltear los panqueques que se cocinaban en la estufa no movió sus ojos ni un centímetro de mí y el enojo se reflejó en su mirada.

—Ya sabía yo que ese buen comportamiento no sería gratis, ¡has enloquecido Valentina!

No escuché mucho de lo que decía, mejor dicho de lo que gritaba, se fue poniendo roja del enojo mientras me daba una charla de lo peligroso que podía ser asistir a una fiesta con personas mayores, también recalcó que era menor de edad y que ese tipo de lugares no eran adecuados para adolescentes , y finalizó con que en las fraternidades se hacían fiestas desastrosas y que ni aunque tuviera 30 años me dejaría asistir a una. Yo la miraba en silencio mientras veía como mis esperanzas caían al suelo hechas triza, mi madre no me dejaría asistir a esa fiesta y debía encontrar otro modo de ir.

—Por cierto, te quedarás a cargo de cuidar a Alex en nuestra ausencia, espero seas responsable

—Pero mamá...

—Sin excusas señorita, cuida a tu hermano y olvídate de la locura de asistir a esa fiesta.

No pude terminar mi desayuno porque se me había acabado el apetito, subí rápidamente las escaleras a mi cuarto y cerré fuertemente la puerta, tanto así que escuché como mi madre me gritaba desde la cocina por el sonido que había provocado.

Tomé el Ipod le conecté los audífonos y puse música a todo volumen, así no podía escuchar ni mis pensamientos y me desconectaba del mundo mientras subía a la cama y descansaba la cabeza en una almohada, ¿por qué los adultos tenían que ser tan aguafiestas?, cuando tuviera hijos les dejaría hacer lo que quisieran para que no me odiaran como yo lo hacía en este momento con mi madre, ¿se le hacía muy difícil entender lo mucho que quería ir a esa fiesta? ¿Acaso ella no había sido joven también?

Todos esos pensamientos venían a mi mente mientras las lágrimas salían de mis ojos y resbalaban por mis mejillas, ¡que injusto era todo!

Mientras lloraba escuché como la puerta se abría y un malvado niño con cabello castaño y ojos café entraba a mi habitación, claro, tenía que ser Alex que siempre era el favorito, ¡era un traidor!, estaba segura de que solo lo hacía por envidia, él podía ser el consentido de nuestros padres pero la que tenía más amigos y salía de fiesta era yo, incluso tenía los hermosos ojos claros de mi padre, no era tan simple como él con sus horribles gafas cuadradas que lo hacían ver como todo el nerd que era.

El gato y el ratónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora