—¿No le digo yo, abuela? que ahora un hijo gringo que tiene don Gabriel se vino a visitarlo —le contaba Victoria a su abuela mientras lavaba los platos y su abuela cosía los botones de una de sus camisas sentada en el sofá de la sala—. Dígame usted ¿Qué tiene que hacer un gringo en un monte como este? Porque mira, yo me lo encontré allá abajo y tuve que llevarlo con pantomimas hasta la puerta de don Gabriel porque el muchacho no sabe hablar español, habrase visto... —se volteó cruzándose brazos para mirar a su abuela, quien levantó la vista hacia ella sobre sus lentes—. Entonces, si tú no sabes hablar español y tienes un tremendo celular que te gusta cargar como bandera ¿Para qué carrizo te vienes para un país que no conoces a intentar que te den un balazo por pantallero*? —se preguntó Victoria indignada—. ¿Por qué les gusta buscarle las cinco patas al gato?
—Pero hija, no se dé mala vida —la señora Virginia chasqueó la lengua y se levantó de su asiento sacudiendo la camisa beige que había estado remendando, se la tendió a Victoria acercándose a la cocina—. Yo confío en que Gabriel le va a decir las cosas como son aquí, porque si va a pasar una temporada con él, tiene que aprender cómo se vive aquí y lo que se hace aquí, tiene que culturizarse —Virginia hizo un gesto con su mano hacia abajo.
Victoria asintió dándole la razón y tomó la camisa.
—Ajá, ahora yo me pregunto ¿De dónde le salió ese hijo a don Gabriel así tan de repente? Porque yo ni mujer le conozco —quiso saber la chica curiosa mirando fijamente a su abuela—. Digo, tú debes saber, échame el cuento como es.
—No sea chismosa, muchacha —Virginia le dio la espalda.
—Pero dígame ¿A quién le voy a decir yo? —Victoria se puso a seguirla por todo el apartamento—. Al único que le puedo preguntar sin que me dé mucha pena es al gringo y eso porque no me entiende ¡Dígame abuela!
La persiguió por todo el apartamento hasta que Virginia se cansó y entró en su cuarto y se sentó en la cama. Victoria se sentó junto a ella aun esperando la respuesta.
—Bueno... —Virginia suspiró—. La mamá de don Gabriel es de allá... —hizo un gesto ondeando su mano hacia la pared—, es gringa pues y don Gabriel se fue a vivir con ella, con su familia y por lo que me han contado, ese muchacho nació de la relación que él tenía con una novia allá en Estados Unidos, parece ser que al morir la mamá de Gabriel, su familia gringa lo mandó otra vez para acá con su papá y dijeron que no lo querían volver a ver, la muchacha quedó allá embarazada y tuvo que criar al niño sola —Virginia se encogió de hombros—. Yo me imagino que el muchacho lo que quiere es conocer sus raíces, estar con su papá ¿Yo qué sé?
—Ay, pobre don Gabriel —Victoria negó con la cabeza—. Otra pregunta, abuela ¿Por qué le habrán puesto un nombre tan feo? —ella hizo una mueca de desagrada y su abuela la miró frunciendo el ceño de repente.
—¿Al gringo?
—Sí.
—¿Y cómo se llama?
—Camarón —respondió Victoria—. No Camarón Silva como don Gabriel, Camarón Lorenzo, una cosa así.
—¿No será Cameron, muchacha?
—Ay, no sé, pero yo le voy a decir Camarón —Victoria se levantó de la cama.
—Ay Victoria, cuidado con una cosa —Virginia le sonrió y la apuntó con un dedo—. Mira que los gringos así, catires* y ojos azules son tentadores.
—No se equivoque conmigo, abuela —Victoria le dio la espalda y caminó hasta la puerta—. De todas maneras, no sé de inglés ni cinco, así no se puede.
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Solo para bilingües
HumorVictoria Sandoval no sabe ni cinco de inglés. Cameron Lawrence no sabe hablar español maravillosamente. La primera vez que Victoria y Cameron hablan el traductor Google los hace parecer Tarzán en frente del otro, pero eso no impide que ambos desa...