19. La última vez.

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Un mes, solo faltaba un mes para que él se fuera... Victoria cada vez lo sentía más cerca, como paredes que se cerraban a su alrededor intentando aplastarla y destrozarla. Por estaba prácticamente mudada a la habitación de Cameron en el apartamento de su padre, no quería separarse de él ni por un minuto y él de ella tampoco. Todos parecían entender ese sentimiento, más que eso, todos los miraban como si sintieran lastima por ella... y ella entendía perfectamente por qué.

—La mujer que quiero tiene que ser... —repitió Cameron al escuchar la canción de Luis Silva a través de los audífonos— corazón, fuego y espuelas... con la piel tostada como una flor... de Venezuela —Victoria rió negando con la cabeza y le acarició el cabello—. Me gusta esta canción.

—Es hermosa —Victoria suspiró.

—Victoria... —él levantó la mirada hacia ella, ambos estaban en su habitación, él mantenía su cabeza en el regazo de su novia mientras escuchaba música—. Me gusta aquí —dijo.

—¿Venezuela? —ella ladeó la cabeza.

—Amo este país —él cerró los ojos—. Es mi país... ¿Verdad?

—Sí, Camarón, tienes raíces Venezolanas... nosotros no te negaremos ser de aquí —ella le besó la frente.

—Quiero que sea el país de mis hijos... quiero que vengan aquí y lo amen también —dijo él con esperanza.

—Claro que lo amarán, si su madre va a estar cada ratico recordándoles lo venezolana rajada que es —ella rió y se encogió de hombros, él dejó el celular y los audífonos a un lado entonces—. Camarón... nuestros hijos van a ser superdotados desde pequeños, imagínate que tú les hablas en inglés y yo en español ¡Porque olvídate de que a mis muchachitos les voy a hablar en inglés, no, tienen que aprender español de primero!

—Pobre bebés... —murmuró Cameron.

—¿Pero tú por siempre dices eso? Si sigues aquí ya no me caso contigo —ella le pegó en el hombro.

—¿Ah no? —él se incorporó y sujetó las muñecas de Victoria y la echó de espaldas sobre la cama, él se colocó sobre ella y apoyó un brazo sobre el colchó arriba de su cabeza para sostenerse, con su otra mano entre su dedo índice y el pulgar sujetó la barbilla de Victoria para que lo mirase, ella le envió una mirada intensa y una sonrisa seductora, él rió—. Corazón, fuego y espuelas... sí, yo tengo una justo aquí.

—Y si un día tengo que naufragar y el tifón rompe mis velas, enterrar mi cuerpo cerca del maaaaaaaaar, en Venezueeeeelaaaa —cantó ella con una voz terrible, él se rió y sacudió su cabeza pero aun así la miró como si ella fuera la mujer más hermosa que él jamás hubiese visto nunca, suspiró porque sabía que lo era—. ¿Crees que me va a gustar tanto Estados Unidos como Venezuela? —ella ladeó la cabeza curiosamente.

Él negó con la cabeza.

—Es muy hermoso pero... tú llevas Venezuela aquí —él la tocó encima de su pecho izquierdo—, gustarte Estados Unidos, sí, tal vez mucho pero... amarlo como amas este país, tú sabes que no.

—Sí —ella cerró los ojos—. Aun así, lo que más amo de Estados Unidos eres tú.

Él apoyó ambas manos en el colchón para mantenerse suspendido sobre ella.

—Y lo que más amo de Venezuela eres tú —él sonrió, ella se sonrojó por alguna razón—. Y las empanadas.

La expresión de Victoria cayó.

Solo para bilingüesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora