—¿Seguro que le voy a caer bien a todos? —interrogó Victoria con preocupación mientras esperaban a que abrieran la puerta en casa de la familia de su padre junto a César—. Estoy muy preocupada ¿Y si no les caigo bien?
César le pasó una mano por el pelo para tranquilizarla.
—Les vas a caer bien ¿Cómo no? Eres mi hija —el hombre le sonrió.
—Ya sé, pero... no sé, estoy paranoica —se encogió de hombros y se cruzó de brazos.
—¿Todo bien con tu camarón? —preguntó César alzando las cejas.
Victoria lo miró y asintió.
—Hasta ahora sí —susurró antes de una mujer abriera la puerta.
La mujer detrás parecía joven y amigable, no más de treinta con el pelo negro y el maquillaje perfecto, muy bien vestida. César le había enseñado fotos a Victoria, por esa sabía que era su tía Altagracia, la hermana menor de su padre. Justo ese día iba a conocerlos a todos y estaba ansiosa, su padre había dicho que eran personas agradable y que también querían conocerla. A Victoria le agradó la idea de tener una familia más grande.
—¡Ay Dios mío, pero si es igualita a ti! —Altagracia se puso las manos sobre las mejillas—. Pero bonita pues, salió a su mamá también, gracias a Dios —César bufó y su hermana sonrió, luego se acercó sorprendiendo a Victoria con un abrazo fuerte y un beso en la mejilla—. Mucho gusto, Victoria, yo soy tu tía Altagracia, la hermana menor de tu papá, pasa, estás en tu casa —ella tiró de la mano de Victoria dentro de la casa.
Por el aspecto de todo dentro de aquella casa, su exterior y la urbanización en donde se encontraba ella sabía que su familia paterna tenía algo de dinero. No le extrañaba, casi todos eran doctores. Tenía miedo de que ella con todas sus indecisiones acerca de todavía no saber qué hacer con sus estudios y solo asistiendo al curso de inglés la volviesen demasiado poco para ellos, pero de todas maneras se arriesgaría.
Su padre no estaba equivocado, su familia era bastante agradable; tenía cuatro tías paternas todas casadas, incluyendo a Altagracia, su abuelo aún vivía y era un señor gracioso y vivaz. Sus tíos políticos eran amigos y compañeros de trabajo de su padre, bastante amables. Y tenía un montón de primos, algunos cuantos de su edad.
Esa era la parte que la preocupaba, los primos mayores, tres de ellos; María Laura, Alberto y Estefanía, a ellos ella parecía no caerles muy bien. Al parecer porque había llegado en mal momento, ellos tenían una especie de reunión con sus amigos en el patio trasero y a la hora de saludarla fueron muy cortantes. Victoria supuso que porque los habían interrumpido para que fueran a saludarla.
Victoria se había quedado en la sala hablando con su padre y los demás adultos, le habían preguntado un montón de cosas efectivamente y ella había tratado de ser ella misma mientras estaba con ellos, como había dicho su madre. Afortunadamente les había gustado su sentido del humor, le sorprendió saber que conocían a su madre y que aseguraban que era igualita a ella. Victoria se sintió bien al respecto.
—Ven por aquí, Victoria, te llevo a la cocina —le dijo una de sus primas más pequeñas, una de las que se había encaprichado con ella y ahora no la soltaba, a Victoria le parecía adorable así que la siguió cuando le ofreció llevara hasta la cocina para servirle un poco más del dulce de arroz con leche que había hecho su tía—. Yo también quiero más, así que nos voy a servir a las dos ¿Oíste? —le dijo Anita, que apenas tenía seis años.
—Está bien —Victoria asintió sonriendo y la ayudó a sacar el dulce de leche de la nevera.
—Hola —escuchó a alguien hablar y levantó la mirada, era un chico, había venido del patio así que probablemente era amigo de sus primos, Victoria le encontró parecido con Miguel—. ¿Eres amiga de María Laura también? —preguntó acercándose.
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Solo para bilingües
HumorVictoria Sandoval no sabe ni cinco de inglés. Cameron Lawrence no sabe hablar español maravillosamente. La primera vez que Victoria y Cameron hablan el traductor Google los hace parecer Tarzán en frente del otro, pero eso no impide que ambos desa...